Este es el primer golpe que debe superar alguien que se dedica a la investigación criminal. Los muertos no tienen glamur. En las series o películas la sangre es roja brillante, los muertos son guapos, están bien peinados y en posturas dignas, pero es mentira. Lo que ven las primeras personas que llegan al lugar de un accidente o de un crimen violento no se parece a nada que hayas visto. Los cadáveres están en posturas poco estéticas y, si ya han pasado varias horas de la muerte, seguramente sus esfínteres se habrán abierto y estarán rodeados de un charco de sus propias heces y orines, un detalle que nunca verás en CSI o en Bones. Si han pasado varios días, pueden estar descompuestos, llenos de gusanos o su carne se puede haber convertido en una papilla maloliente. Si ves la foto de la autopsia de Marilyn Monroe, no hay ni rastro de la belleza que encandiló a varias generaciones, sino una cara hinchada e irreconocible. Elvis Presley murió sentado en el váter de la forma que menos se imaginaría ninguno de sus numerosos imitadores.
¿Por qué los alumnos se matriculan en una asignatura como la mía? El mal nos atrae. No lo reconocemos, pero nos da morbo.
Suceden cosas difícilmente explicables si no fuera por esta fascinación por el lado oscuro del comportamiento humano. Muchos convictos de crímenes horribles y espantosos reciben ciertos de cartas de admiradores, e incluso algunos se han casado mientras cumplían su pena. Ted Bundy, uno de los peores asesinos en serie de la historia de los Estados Unidos, responsable de la muerte de al menos treinta mujeres, se casó estando en prisión con Carole Anne Boone. En España tenemos a José Rabadán, «el asesino de la katana», que a los dieciséis años mató con una espada japonesa a sus padres y a su hermana de nueve años con síndrome de Down alegando que para él era un juego. En la cárcel recibió cientos de cartas de admiradoras y empezó a salir con una. El 25 de mayo de 2000 Clara García Casado, de dieciséis años, recibió treinta y dos puñaladas a manos de dos compañeras suyas de instituto que querían emular los crímenes de Rabadán, por el que sentían admiración. Esta es otra constante de la investigación criminal, los copy-cats, los criminales que cometen crímenes imitando a otro criminal, no por disimular y atribuirle a otro las culpas, ya que en ocasiones se trata de asesinos convictos o fallecidos, sino como homenaje. También existen los que se atribuyen crímenes que no han cometido solo para llamar la atención o como muestra de su fascinación por algún criminal.
J. M. Mulet (Denia, 1973) es licenciado en química y doctor en bioquímica y biología molecular por la Universidad de Valencia, profesor de biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia donde imparte una asignatura optativa llamada Biotecnología Criminal y Forense para facilitar la salida a los alumnos que quieran encauzar su carrera profesional hacia la ciencia forense o la policía científica. Mulet, en su faceta de divulgador científico, ha publicado los libros Los productos naturales ¡vaya timo!, Comer sin miedo (Premio Prismas 2014 al mejor libro de ciencia editado en castellano) y Medicina sin engaños. Además, es autor de la sección «Ciencia en la sombra» en El País Semanal, del blog Tomates con genes y tuitero compulsivo.
Puedes comprar el libro en: