El libro surge de un documental, con el mismo título, que realizaron los autores para la televisión pública catalana TV3, “toma la forma de un making-off. Con mucha documentación que no pudo añadirse en el documental. Además, algunas de las personas que salen en el libro, no quisieron participar en el mismo. Incluso alguna persona nos llegó a relatar su historia que ni siquiera había contado a su esposa por pudor”, nos cuentan casi al unísono los dos autores en la entrevista que mantuvimos el día después de la exitosa presentación del libro en Madrid.
En ella, el director en España de Amnistía Internacional denunció que “España camina en dirección contraria al resto de los países del mundo en materia del reconocimiento de las víctimas”. Nuestros políticos han sido incapaces en cuarenta años en vertebrar una ley que no deje en la indefensión a las víctimas de la guerra civil y del franquismo. “El Estado es el responsable de esta anacrónica situación".
Los autores dividen el libro en varios capítulos según la geografía donde se situaban estos internados. “No en todos los internados se hicieron las prácticas que contamos en el libro, pero sí ocurrió con cierta frecuencia”, dicen conjuntamente. Estas instituciones eran regentadas o bien por religiosos o bien por civiles procedentes, la mayoría de ellos, de la Falange. “Los religiosos tenían una visión muchísimo más precaria que los civiles”, dicen. En estas instituciones tanto había mujeres como hombres. “Las historias que relatamos en el libro son de vidas torturadas. El periodo de tiempo en que estuvieron en estos internados era sensiblemente mayor para las mujeres, ya que su mayoría de edad estaba establecida en 25 años. La salida profesional de casi todos ellos estaba en la formación profesional o en la redención por el trabajo”, nos cuentan.
“Lo que cuentan estas personas de cuando eran niños era que apenas tenían ningún tipo de afecto o cariño por parte de sus cuidadores. De ahí que la primera caricia que les hacían era el comienzo de un abuso sexual. Cuando no te han acariciado nunca, lo entiendes como una demostración de cariño lo que no sabían es que era el preludio de un acto brutal de violencia”, expone Ricard Belis durante la entrevista.
En los internados estaban a la orden del día los abusos sexuales y los castigos corporales, muchos de ellos de una gran crueldad, como cuentan las personas que los sufrieron. “El trauma que les supuso es muy fuerte y a alguno de ellos les ha servido el documental como terapia. Otros han optado por el silencio, pero ninguno por el olvido. Al contar sus historias se han sentido confortados”, especifica Montse Armengou. En los años sesenta se publicaron algún artículo sobre este tema en los diarios Pueblo y Ya. Eso hizo que mejorasen las condiciones en alguno de estos internados, pero la prácticas abusivas continuaron hasta bien entrados los años 80.
Lo que está claro es que el Estado ha actuado de manera negligente con estas personas. “Nos hemos creído que el proceso de Transición puede durar otros cuarenta años, los mismos que duró la Dictadura. Al día de hoy sigue habiendo un franquismo sociológico instalado en la justicia, en los medios de comunicación o en la banca que no quieren que se aireen estos hechos. Pero el mayor problema, creo, es la Justicia que no ha hecho nada para solucionar este problema”, explica Montse. En todo este tiempo, los gobiernos han mirado hacia otro lado. Han tenido instrumentos para reparar los hechos cometidos y no lo han hecho. La ley catalana es, quizá, algo mejor pero “sigue siendo claramente insuficiente. Es un poquito menos mala”, señalan los autores de Los internados del miedo.
“En realidad, tenemos muy poca esperanza. En España se incumplen sistemáticamente los requerimientos internacionales y ha tenido que ser la sociedad civil la que se ha ido empoderando”, indica Montse. Ambos citan varios ejemplos de cómo muchas de estas personas les han llamado a ellos directamente para contar su caso y han tenido que realizar una labor que no era la suya, informando a estas personas a las que las instituciones no hacen ni al más mínimo caso.
La mayoría de los niños protagonistas de “Los internados del miedo” son productos del franquismo, casi todos provenientes de las clases populares arruinadas y que perdieron la guerra. Algunos son hijos de presas del franquismo, otros de prostitutas y otros quedaron huérfanos en la guerra civil. Para escribir el libro han manejado una base de datos de unas 200 personas, algunos testimonios han tenido que prescindir de ellos porque eran muy similares a otros y unos pocos porque no han querido que se conociese su historia.
Facebook ha ayudado mucho para poner en contacto a las personas que fueron víctimas de estos abusos. “Ha dado a estas personas la oportunidad de reencontrarse y compartir sus experiencias”, apuntan. Además, “el libro es una oportunidad para completar una historia inacabada”, concluyen los periodistas de TV3.
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