“Prométeme que será delfín” es una novela muy actual, trata sobre temas que incumben a la sociedad de hoy en día, los recortes en educación, los abusos escolares, etc. Con un tratamiento novedoso, de varios narradores, la autora madrileña nos da diversos enfoques de una misma realidad, dejando que sea el lector él que saque sus propias conclusiones. En la entrevista nos desvela parte de los secretos de la novela, el resto los tendrá que encontrar el lector en la lectura del libro.
"Prométeme que serás delfín" es su tercera novela en papel. ¿Se siente consolidada en el formato papel?
Publicar con una editorial es lo que yo pretendía desde que empecé a escribir; que ya haya sucedido en tres ocasiones no me hace sentirme consolidada, pero sí respaldada. El trabajo de mis editores me resulta muy valioso.
¿Ha sido difícil dar el paso del formato digital al papel?
Al contrario, para mí fue mucho más difícil publicar en formato digital, no solo implicaba escribir sino hacer también de correctora, editora, maquetadora, diseñadora y publicista. Una experiencia muy enriquecedora pero a la vez agotadora.
¿Sabe si siguen siendo los mismos lectores o al pasar al papel han aumentado considerablemente?
Sé que hay muchos lectores que conocieron mis novelas cuando las compraron en Amazon y que me siguen también ahora cuando publico los libros en papel. Pero no sé si son los mismos en uno y otro formato.
¿Le falta publicar en papel alguna de las novelas que publicó anteriormente en Amazon?
“Escrita en tu nombre” se publicará el año que viene dentro del grupo Penguin Random House, en Suma de Letras, es probable que en la colección Conspicua.
"Prométeme que serás delfín" trata sobre temas muy actuales de nuestra sociedad, el primero el del acoso escolar. ¿Por qué decidió escribir una novela sobre este problema?
Durante los años que mi hija mayor estudió Primaria en el colegio, viví cómo se fueron fraguando poco a poco relaciones entre los niños de su clase que terminaron en una denuncia por acoso hacia uno de sus compañeros. No se me olvidará cuando ella, una noche, me pidió llorando que lo ayudara porque “se iba a tirar por la ventana”. Cuando salió en la prensa el caso del niño de once años (la misma edad que tenía entonces mi hija) que se suicidó de esa forma, decidí incluir en esa novela también ese tema. Nunca se hace suficiente para impedir o concienciar en contra de la violencia consentida sobre los más débiles.
¿Cree que se está atajando bien esta problemática por parte de las autoridades educativas?
Creo que es un problema del que todos los miembros de la comunidad educativa deben ser conscientes y que es tan grave y tan frecuente que no se debería dejar a la elección de cada centro la responsabilidad de poner en marcha protocolos para luchar contra él. Hay colegios donde no se hace absolutamente nada y otros en los que se actúa de forma consciente y con antelación para detectar en seguida si hay alumnos que no son aceptados por los demás para atajar ese problema antes de que vaya a más. También creo que vivimos en una sociedad violenta, en la que los niños, paradójicamente, son los que están más desprotegidos a pesar de las apariencias.
El que el maltratador sea un profesor es algo que se da pocas veces o ¿es que los medios de comunicación no tratan esta problemática?
Desconozco si hay estadísticas sobre esto que me preguntas así que no puedo saberlo a ciencia cierta. Sí hay estadísticas que indican que a menudo, cuando un adulto, ya sea un profesor o un padre o una madre, maltrata a un niño, la agresión no se denuncia ni se juzga por infinidad de razones. Los niños carecen de mecanismos para defenderse, somos nosotros, también como sociedad, los responsables de protegerlos. Este precisamente es uno de los ejes sobre el que gira “Prométeme que serás delfín”. Creo que queda mucho por hacer todavía para que esa responsabilidad sea entendida así por todos.
También trata el tema de los recortes sociales y, sobre todo, de educación. ¿Aborda el hecho con sentido de denuncia o lo hace más en sentido explicativo?
Otro de los temas de la novela es el TDAH. Quería dar visibilidad a este trastorno, que la gente conociera, de una forma amena, lo que es y cómo vive un niño que lo padece, sus padres o sus amigos. Enseguida me di cuenta de que era imposible abordar ese objetivo sin entrar en el ámbito en el que los niños pasan gran parte de su tiempo: la escuela. Además, también dependen de un tratamiento médico. Por eso fue irremediable terminar denunciando el modo en que los recortes en Educación y en Sanidad afectan sobre todo a los que, como la protagonista de mi novela, más necesitan su ayuda.
Explíquenos por qué aborda la novela desde varias perspectivas.
En parte por lo ya explicado, porque mostrar la realidad de un niño con TDAH me llevó a tocar muchos palos. Pero también es porque creé una novela que se acerca al género negro (algunos críticos la tildan de domestic noir) para que el misterio alrededor de los asesinatos sirviera como eje para un argumento que tiene mucho de psicológico, pero también de crítica social y en cierto modo de novela de iniciación. Sin embargo, a pesar de todo eso, se lee con facilidad, porque no hay que olvidar que una de las narradoras es una niña que intenta desentrañar un misterioso asesinato, que cualquiera habría podido cometer.
¿Cuándo decide utilizar a varias narradoras en primera persona? ¿Por qué utiliza esta fórmula?
Sofía es la niña hiperactiva a quien, cuando tenía cinco años, la profesora asesinada ató las manos a la silla y amordazó con celo, del mismo modo en que ella apareció muerta, porque no podía conseguir que la niña se estuviera quieta y callada. Yo pretendía que el peso de toda la novela recayera en Sofía y para eso ideé una trama en la que por un lado nos la presenta su madre desde el punto de vista de los adultos, pero también en lo afectivo y en lo médico puesto que ella es doctora; y por otro lado la vemos a través de los ojos de una de sus mejores amigas, que nos muestra su lado infantil, la inocencia y la amistad, aunque también el coraje, la fuerza o la violencia del acoso escolar y del rechazo que a veces suscitan las personas que son mucho más diferentes que los demás.
De los personajes de la novela cuál es el que ha tratado con mayor cariño y el que lo ha hecho con más crueldad.
Yo siempre intento tratar a todos mis personajes de la misma forma. Incluso a los más perversos. Creo que con Adela, la profesora asesinada, he sido algo cruel, pero ha sido de forma premeditada. Esta novela tiene varios niveles de lectura, así lo pretendo siempre en todos mis trabajos, y hay personajes que son símbolos. Adela es uno de ellos. Y Sofía y Blanca, la abuela que cuenta cuentos, son mis personajes favoritos sin duda.
¿La amistad lo justifica todo?
La violencia no tiene justificación, pero en esta novela se muestra a niños a los que el sistema abandona. Ellos siempre son las víctimas.
Y la amistad infantil puede llegar a los extremos que vemos en la novela.
La amistad es un sentimiento maravilloso hacia otros que en los niños se amplifica todavía más. Un niño enseguida hace amigos, enseguida los quiere de verdad y, paradójicamente, enseguida los olvida. En esta novela se muestra la amistad verdadera, la que permanece siempre. Creo que sí puede llegar a los extremos que se muestran en la trama.
Sobra agresividad y falta sensibilidad en nuestro sistema educativo.
Sin duda. Creo que no es lógico que un bombero o un policía deban pasar un test psicológico para aprobar una oposición y un profesor no tenga por qué demostrar la más mínima empatía o sensibilidad hacia sus alumnos. La violencia y la agresividad deberían erradicarse de las aulas. Pero también debería erradicarse de todos los demás ámbitos. En la realidad, todo funciona de otro modo. Las novelas son otra cosa.
¿Qué cambios acometería usted a la vista de lo que sucede en la novela?
Para mí es esencial que como sociedad lleguemos a entender que la educación es lo que nos define y que en ella radica nuestro futuro, así que debemos salvarla de fines políticos o ideológicos. En España hace falta un pacto por la educación, que se sienten a debatir quienes gobiernan con quienes están en las aulas, con los padres y con los alumnos, y no se muevan de allí hasta que lleguen a un acuerdo que todos estén dispuestos a respetar. Necesitamos otro sistema educativo que cree delfines, no hienas; que no enseñe a competir, sino a colaborar, y que valore la inteligencia emocional, la creatividad y la diversidad en el resto de inteligencias. No necesitamos una ley que segregue por capacidades sino que las aproveche todas, y que eduque ciudadanos capaces de superar los desafíos que ya se entrevén de un mundo que será sin duda muy diferente de este. Si en la escuela se educara de esa forma, ninguna Adela tendría lugar en ella y probablemente habría muchas menos Marías desesperadas por proteger a sus hijos del sistema. Por supuesto, este tipo de educación trasciende el ámbito de las aulas y muchos padres ya lo intentamos poner en práctica con nuestros hijos, pero el cambio definitivo debe venir desde ellas. Y ya se está produciendo, estoy segura.
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