Hubo un tiempo en que el anarquismo y el bandolerismo fue muy pujante, los atentados se repetían constantemente y se llegaron a cometer varios magnicidios y otros que, afortunadamente, fracasaron porque los medios empleados no fueron los adecuados, ya que primaba la fabricación casera y, en cierta forma, chapucera. La novela va de eso y también de la persecución que sufrieron por parte de las autoridades en un tiempo que la violencia campaba a sus anchas por España.
En 1923 la situación económica y social en España estaba al borde del desastre. La Gran Guerra había afectado negativamente a nuestra economía, en vez de aprovechar la neutralidad española se acometieron una serie de aventuras colonialistas sin sentido, lo que acarreó una larvada guerra en el Protectorado de Marruecos que desangraría la economía y, lo que es más importante, a la población más humilde. A comienzos de los años veinte el desastre de Annual marcó un punto de inflexión en la población que no entendía cómo eran enviados a África los jóvenes españoles sin recursos. Con el pago de un oneroso estipendio los hijos de familias adineradas se salvaban de ir a la guerra.
Este cúmulo de circunstancias hizo que el anarquismo cogiese un mayor protagonismo sobre todo a raíz de que la UGT pactase con el dictador Primo de Rivera y llegase a ser Francisco Largo Caballero Consejero de Estado de la Dictadura. Esta desafección del histórico líder socialista a las bases del sindicato y del PSOE produjo el descrédito de las formaciones socialistasque vieron perder su preeminencia, sobre todo en Cataluña, ya que el proletariado optó por una oposición demasiado activa,en beneficio de la CNT y los anarquistas.
La justicia de los errantes comienza con el asesinato del arzobispo de Zaragoza Sr. Soldevilla a manos de Ascaso y otro compañero anarquista. A partir de ese momento la trama es una huida constante de los terroristas anarquistas perseguidos por el comisario de policía más despiadado y cruel que nos podamos imaginar, Ernesto Valenzuela, personaje de ficción, pero que bien podría haber existido en la realidad. Prófugo desde ese momento, unirá su destino a Buenaventura Durruti y Joan García Oliver.
Tras varias vicisitudes huyen a París, donde vivirán una temporada. El grupo conocido como los Solidarios, se debatía en pequeñas luchas intestinas. Por una parte se decantaban por la acción terrorista y militar, facción que encabezaba Durriti y por otra García Oliver era de la opinión de una estrategia más racional y ajena a la violencia extrema. Siempre mantuvo esa postura y llegó a ser Ministro de Justicia durante la guerra civil española en el gabinete de Largo Caballero, aunque no abandonaría la lucha definitivamente hasta 1933.
Francisco Ascaso unió su destino a Durruti y aunque era menos visceral que éste, cometió diversos atentados y robos, o como decían ellos, expropiaciones de bienes burgueses a lo largo de varios países Latinoamericanos. Perseguidos por la policía francesa, Ascaso y Durruti decidieron pasar una temporada visitando camaradas anarquistas de allende el Atlántico.
Su primera etapa fue Cuba. De ahí pasaron a Chile, Argentina y Uruguay, de donde regresarían a Europa con un sustancioso botín. La novela cuenta ese periplo americano, cómo contactaron con diversos grupos anarquistas sudamericanos y cómo, ayudados por ellos, cometieron diversos atracos, algunos frustrados y otros saldados con éxito.
Jorge Díaz ha trabajado durante muchos años como guionista de la serie Hospital Central y el oficio se le nota en la novela. La justicia de los errantes es muy cinematográfica, con escenas cortas y continuos cambios. Las descripciones son cortas, rápidas y precisas, no se anda por las ramas y perfila los personajes escuetamente, pero de forma acertada. Los diálogos son chispeantes y agudos, la experiencia se le nota a la legua, son casi lo mejor de la novela y como toda que se precie tiene una bonita historia de amor que termina de forma original. La historia de amor entre una cubana y Ascaso surge del primer encuentro en La Habana, antecedida por una desgracia que da mayor fuerza dramática a la obra.
Los personajes reales están perfectamente perfilados, se observa el gran trabajo de documentación que ha tenido que realizar el autor y los personajes ficticios podrían pasar por reales por la verosimilitud en que están escritos. No falta ni intriga, ni amor, ni dramatismo, ni violencia; todos los ingredientes para una obra de acción que se debate entre una road movie libertaria, un libro de acción con bastantes pinceladas de novela histórica.
El texto muestra las muchas contradicciones en que se debatía el mundo en aquellos años. Algunos partidarios de la violencia para cambiar el mundo justifican todo tipo de acciones por truculentas y salvajes que sean; otros, se mueven más en el campo de las ideas y piensan que una idea vale más que mil pistolas. Claro esta que Durruti y sus solidarios no eran de esa opinión y creían que el cambio vendría de la mano del asesinato de personas significativas de los poderes fácticos, monarquía, iglesia y económicos.
A quien hierro mata a hierro muere y el final, de todos es conocido. Se nota que al autor le caen simpáticos estos anarquistas solidarios que, veámoslo como lo veamos, cometieron una serie de tropelías por América, pero hay que reconocer que su osadía y valentía atraen al escritor y éste lo transmite perfectamente al lector.
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