"Nocturno y premeditado", no podía titular con más acierto Félix Molina Colomer a su primer poemario publicado pues el mismo título alberga los dos ejes temáticos que definen su esencia, así “nocturno” nos traslada, no sólo al manto oscuro, con o sin estrellas, que sin duda ha servido de marco, unas veces romántico, otras torturado, para su creación, sino también a la pieza musical homónima, y es que cabe señalar que su autor es músico, y por otro lado el poeta valenciano nos entrega un poemario maduro fruto de la experiencia amorosa y la meditación que su plenitud y/o ausencia le ha inspirado.
Publicado por Editorial Círculo Rojo con una portada muy sugerente, donde las luces de neón se transfiguran tras el cristal esmerilado por la lluvia, Nocturno y premeditado es un libro que invita a escuchar con atención el corazón que late en sus palabras, pues en efecto, es el amor el tema que anima y cohesiona los sesenta y un poemas que lo componen y que se organizan de acuerdo con un orden interno, sin división formal en partes.
Desde el inicio señala el autor la dicotomía de un sentimiento que oscila “entre verte y no verte/ callar o decirte”, y que se expresa con libertad y sinceridad. Pero si algo destaca en este poemario es su esmerado intimismo pues en su caso el ejercicio de la escritura se convierte en algo realmente necesario, en el vehículo más óptimo para verter el ser que es sobre la página destinada al lector anónimo.
Con un discurso elegante y una cadencia musical, Félix Molina Colomer va hilvanando sentimientos teñidos de melancolía, evocaciones de ayeres ateridos que la pasión enaltece con nostalgia, veamos un ejemplo: “Ahora/ como un libro abierto,/ los años transcurridos/ los hechos consumados,/ la poca luz que compartimos.” (XXXII).
Félix Molina alterna poemas torrenciales con otras más breves a modo de contrapunto, un conjunto armonioso que abarca todos los matices de un sentimiento tan voluble y contradictorio como el amoroso, que alcanza su nadir en este verso: “amar es triste, triste e imposible como el olvido.” (XXXI).
“En realidad, siempre tuve miedo de imaginarte”, con el temor al desencanto concluye un poemario sencillo en su sentido más complejo, que concita las señas de identidad de un poeta capaz de aportar una voz personal a un tema tan misterioso como conocido.
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