El papel social del escritor tanto desde el aspecto desde el que escribes como del tema del que escribes vuelve a estar presente en tu obra.
Sí. Aunque nos gusta creer que los libros surgen de la nada (o, mejor dicho, que surgen de las cabezas de sus autores y van a parar a las manos de sus lectores, desplazándose en una especie de vacío), el hecho es que están escritos en condiciones específicas y son leídos por personas en condiciones distintas y también específicas, que las condiciones en las que se encuentran tanto autores como lectores son sociales y el libro las refleja de forma directa o indirecta. Abordar el asunto de cómo los textos son leídos en una sociedad y cómo los escritores se mueven en ella es necesario para que comprendamos mejor qué cosa es la literatura y qué somos nosotros en tanto lectores.
Cada vez es algo más difícil, y en tu caso es una cuestión de mérito unir compromiso, calidad y un formato atractivo incluso desde el punto de vista histórico.
Gracias por decirlo. Mi trabajo consiste en escribir libros que, al menos potencialmente, provoquen en algunos lectores el mismo entusiasmo, el mismo deseo de ser mejor y leer más y mejor, que provocan en mí los libros de los autores que considero mis maestros, y me alegra mucho descubrir que eso pasa en ocasiones.
Es una constante en tu obra que todas las historias sean arrastradas por corrientes subterráneas que incluso en esta viajan por tres generaciones. ¿Cuestión literaria o vital?
Quedémonos con que, más que una elección literaria o vital, es una simple certeza: la de que el pasado no terminó todavía, que de él se pueden decir muchas cosas pero de ninguna manera que esté terminado.
El poder sanador o salvador de la literatura, tiene un poder devastador. ¿Es esta obra la que nos muestra ese otro lado?
Sí, No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es la historia de un puñado de personas (entre ellas, varios escritores) que creyeron que los juegos de la literatura son juegos inocuos o escasamente peligrosos y descubrieron que esos juegos nunca lo son, que no hay nada que arda mejor que el papel, en especial el papel de los libros.
Literatura y poder nunca se llevan bien ¿o sí?
A menudo intentan hacerlo, pero sus intentos de llevarse bien casi siempre fracasan porque la literatura es una forma distinta de poder, más subterránea y aparentemente menos importante que el poder del Estado, pero igualmente relevante. Y, como se dice habitualmente, gatos grandes no comparten jaula. (Lo cual es una suerte para nosotros, porque, frente al Estado y a la política, y sin ese contrapoder que es la literatura, estaríamos perdidos.)
¿Debemos plantearnos esta obra como un cuento largo con varias líneas temporales o como varios cuentos cosidos unidos por el congreso de 1945?
Me gusta la idea de los cuentos cosidos, que me hace pensar en la novela como en una especie de monstruo de Frankenstein, lleno de costurones y cicatrices. Pero la verdad es que No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles es una novela que reúne siete u ocho libros breves: podrían haber sido publicados de forma independiente, pero entiendo que el placer es mayor, y es mayor el impacto en el lector, cuando los siete u ocho libros independientes se convierten en una novela poliédrica y con muchas facetas, como en este caso.
¿Esta novela es un juego o más bien un juego dentro de una novela?
Es una novela que es un juego que es una novela, como todas las novelas.
Después de analizar la línea seguida del 45 hasta ahora, ¿hacia dónde vamos? ¿Hemos roto ya con la II guerra mundial o seguimos encallados en sus premisas?
Antonio Gramsci dice en el epígrafe de esta novela que esas épocas en las que “el viejo mundo está muriendo y el nuevo aún lucha por nacer” son “la hora de los monstruos”. Vivimos una hora de esas, no muy distinta (creo) a la que dio comienzo a la Segunda Guerra Mundial, lo que quizás demuestre que, como se suele decir, el hombre es el único animal que tropieza dos y hasta tres veces en la misma piedra. Por mi parte, me gustaría creer que tenemos remedio, sin embargo. Hay que ser “pesimista de la razón y optimista de la voluntad”, pienso. (Esto último es algo que también dijo Gramsci.)
¿Qué papel le queda todavía a la literatura?
Algunos muy importantes: algunos de los que ya han sido inventados y todos los que nos quedan por inventar aún.
Póngase por un momento en la piel del empleado de la librería en la esquina entre Via Reggio y Pisa y contéstenos por qué leer su libro.
Trabajé en una librería cuando era adolescente y no era un buen vendedor: básicamente, limpiaba y ordenaba las estanterías. Y no creo haber aprendido mucho desde entonces, de modo que no me parce que pueda convencer a nadie a este respecto. Pero, si insistes, diré que hay que leer esta novela para que no tengamos que derramar nuestras lágrimas en un futuro más o menos próximo, por nadie que viva en estas calles ni, en general, en cualquier otro sitio.
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