Muchos años hace ya que viene latiendo en el arte la búsqueda del límite extremo, la convicción de que el centro de todo ya ha sido ocupado y de que el artista, como ejemplo de despojamiento, siempre tiene que rondar los extremos, los límites, el lugar donde todavía hay espacio para la creación. Con esa filosofía artística y vital, que en él son lo mismo, nos encontramos en Marienbad eléctrico la fusión de dos mentalidades idénticas en cuanto a la concepción del arte, es decir, en cuanto a la concepción de la vida. Una de ellas, claro está, es Vila-Matas; y la otra, Dominique Gonzalez-Foerster, la artista multidisciplinar francesa. Como dos buenos amigos que se juntan siempre en la misma cafetería, estos dos creadores nos cuentan desde la voz del escritor su parecer en cuanto al arte y todo lo que lo rodea. Para ellos, el arte no es más que todo y todo se mueve por y para él. Repasaremos en el libro la obra de DGF – que es como se refiere Vila-Matas a Gonzalez-Foerster –, encontraremos multitud de anécdotas, referencias, menciones y citas. Nos bañaremos en pintura, en letras de autores malditos y otros con la categoría de popes, en películas, directores, actores, música, intérpretes, etc.
Marienbad eléctrico es la demostración de que una vida puede ser entregada al arte, de que la vocación se puede convertir en el sustento anímico del devenir vital de cualquiera. Cargado de frases y fragmentos de obligado subrayado, este libro es un breve pero reconfortante empuje a todos aquellos que presienten la imposibilidad de entrada al arte, que ven muy cerca su caducidad. Marienbad eléctrico es una afirmación categórica de que el arte, mientras sigan vivas mentes tan activas como las de Dominique Gonzalez-Foerster y Enrique Vila-Matas, no dejará de latir, de crear caminos hacia la singularidad, la creación y la libertad.
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