Comienza la nueva temporada de presentaciones y la escritora sevillana Beatriz Rodríguez es la primera en convocar a los medios de comunicación en una soleada mañana del mes de enero. Su segunda novela, “Cuando éramos ángeles”, es la gran apuesta de la editorial Seix Barral en este año. Lo entendemos perfectamente, porque la novela es un buen ejemplo de por dónde va la literatura contemporánea.
En palabras de la directora editorial de Seix Barral, Elena Ramírez, “Beatriz Rodríguez es una voz muy personal dentro del panorama narrativo español, con una gran capacidad y muy madura y versátil. Una apuesta de largo recorrido que llegará a ser uno de los grandes nombres para el futuro literario de nuestro país”. Así de rotunda y confiada se muestra la responsable de una de las editoriales más interesantes de nuestro panorama literario.
Beatriz Rodríguez divide su tiempo entre la escritura y la edición de libros digitales en la Musa a las 9. Está claro que la escritura no da para vivir, pero probablemente, después de la publicación de su novela, le ayude un poco más en su economía. “Cuando éramos ángeles” es difícil de clasificar; podría ser una novela negra, incluso policíaca, pero no al uso al que nos tienen acostumbrados los escritores del género. Quizá se parezca más a obras de escritoras como Pilar Adón o escritores como Jesús Carrasco, en una búsqueda del entorno rural y de vuelta a las raíces.
“Cuando éramos ángeles es una novela coral que empieza con un asesinato que es una excusa para hablar de la adolescencia. Un periodo en el que estamos muy perdidos”, señala la escritora con un pequeño acento andaluz. En la novela se refleja la adolescencia de los protagonistas en numerosos flash-backs que toman más importancia que el hecho mismo de ese asesinato.
“Es un espacio muy lorquiano, muy cerrado, muy violento, pero me han influido más los autores anglosajones que Lorca. La contención a la hora de describir los personajes es muy de autores norteamericanos”, explica la escritora en la presentación de su libro. Realmente, su novela tiene ambos elementos. Pero, quizá, su característica más acentuada sea que crea un microcosmos aislado muy cercano a la playa donde toma algunos elementos de parajes de su tierra andaluza, sin especificar exactamente dónde se sitúa Fuentegrande, la población donde transcurre la trama.
“Tiene muchos elementos de mi tierra, puede ser Véjer de la Frontera, pueden ser las Alpujarras o puede ser la sierra de Huelva o una mezcla de todo ello. Lo que da más pistas son los platos de comida que se describen a lo largo de la novela”, cuenta. El título de los capítulos, de manera alterna, son platos típicos de la zona, y en el mismo se describe la elaboración de todos ellos. El libro tiene muchos elementos culinarios, un libro que por otra parte se ha cocinado a fuego lento.
Para Beatriz Rodríguez, “las historias me las dan los personajes. Eso influye en el estilo de la novela”, apunta. La protagonista, Clara o el asesinado Fran son esos personajes que le proporcionan una historia singular. Las mujeres de la novela son personas fuertes. “El poder femenino se ha sustentado en serpentear la norma del poder masculino, son poderosas en la sombra, lo cual ha devenido en una lacra”, opina razonadamente.
"La infancia es la construcción del personaje y la adolescencia su deconstrucción"
Para la autora sevillana, “la narrativa de un escritor es un todo. Por eso he querido localizar la historia desde la infancia, para abordar la adolescencia y esta nos lleva a la situación actual en el periodo adulto. La infancia es la construcción del personaje y la adolescencia su deconstrucción”, analiza y continua diciendo “La historia de Fran Borja no es el asesinato, sino la historia de violencia que da lugar a ese asesinato”. Con pluma ágil y metódica nos va desentrañando los pormenores de ese mundo cerrado y rural donde prevalecen intereses económicos y donde los caciques siguen actuando a sus anchas.
“La violencia es más trágica si la planteas desde un asesinato. Cuando se empieza a contar algo tan tangible como un asesinato hace que entendamos el proceso de por qué se ha producido y podemos ir viendo cómo se ha gestado”, considera la autora. La violencia está latente en todas las páginas del libro y es la conclusión de la misma.
Para terminar, se despide diciendo que su pretensión al escribir la novela ha sido “crear un espejo de una realidad conocida o no, pero en la que me he sentido identificada”. Uno de los sueños de todos los autores es que el lector se identifique con alguno de los personajes. Parece que lo ha conseguido, porque ya le han dicho algunos lectores que se han sentido identificados con ciertos personajes.
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