Se han presentado en la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés las obras ganadoras del XIII Premio Algaba de Biografía, Autobiografía, Memorias e Investigaciones Históricas. Este año el prestigioso galardón ha recaído en “Carlos V. Emperador y hombre” del historiador granadino Juan Antonio Vilar Sánchez y en “Ignacio. La compañía de Jesús” de las hermanas alcarreñas María y Laura Lara.
Parece que ya va siendo una costumbre el conceder el premio a dos obras. Este año, además, tiene la particularidad de que una de las obras está firmada por dos autoras, como recordó el director de Edaf, José Antonio Fossati en la presentación de ambas obras a los medios de comunicación. “Los dos libros nos van a dar muchas satisfacciones”, apuntó el responsable de la editorial, perteneciente a una saga de editores.
En el acto, los autores estuvieron acompañados por Ramón Pernas, responsable de Ámbito Cultural, que señaló la oportunidad de ambas obras. “El libro sobre Carlos V llega en un momento de máxima difusión de la figura del Emperador, gracias a la serie de TVE y el libro sobre Ignacio de Loyola justo en el momento en que un jesuita es Papa. Francisco I es el primer jesuita de la historia en llegar a Roma”, explicó el responsable de El Corte Inglés.
También intervino en el acto el editor Melquiades Prieto, que señaló: “hemos intentado ser originales en la concesión del premio. Ambos textos son extensos, muy completos y pormenorizados, con una posición clara y rigurosa de ambos personajes”. Ambas obras se han repartido los 20.000 euros con los que está dotado este galardón literario internacional
Las hermanas María y Laura Lara fueron las primeras en intervenir para presentar de primera mano sus obras. “Ignacio de Loyola nació poco antes de la conquista de Granada por los Reyes Católicos, concretamente en 1491. Durante años sirvió en el ejército del Emperador Carlos –un punto de conexión con el otro libro galardonado-, defendió el reino de Navarra de las agresiones del monarca francés donde cayó herido. Convaleciente en el castillo de Loyola, dedicó su tiempo en leerse todos los libros de caballería que tenía a mano hasta que pasó a leer devocionarios y encuentra una tranquilidad de espíritu desconocida para él”, explica María Lara.
Ignacio de Loyola pasó de ser un irredento galán y mujeriego a un predicador popular. “Es un hombre fuera del contexto de su época, un personaje incómodo y políticamente incorrecto”, le define María. Posteriormente, se matricula en la universidad de Alcalá para pasar después por Salamanca y París, donde congrega en Montmartre a los primeros miembros de la Compañía de Jesús. Laura nos recuerda los muchos logros que los jesuitas han realizado para la ciencia, desde el descubrimiento del Nilo Azul hasta las medicinas que formularon como la quinina, pasando por ser los primeros en traer el café a Europa o su conocido té de los jesuitas.
Su labor en las tierras americanas quedó reflejada en películas como “La Misión” y su trabajo les acarreó múltiples expulsiones de diversos países europeos. En España fueron expulsados en dos ocasiones. Por sus aulas pasaron escritores como Quevedo o Calderón de la Barca y se sospecha que el mismo Cervantes también fue alumno de ellos. “Como decía Voltaire, de todos se les podía acusar menos de educar mal”, nos recuerda Laura. Nada de lo humano les era ajeno, no había fiesta en Madrid que no se celebrase con una obra de los jesuitas. “Formaban tanto a las élites como al pueblo llano y nunca recurrieron a castigos corporales en sus aulas; además, fueron pioneros en la educación de mujeres y de discapacitados”, cuentan las hermanas Lara con una sincronía perfecta.
El libro no sólo cuenta la vida del creador de la compañía, sino que se detiene en la vida de San Francisco Javier, evangelizador en India y China o en las múltiples expediciones científicas de la Compañía de Jesús. También narra sus muchas aportaciones pedagógicas, hasta finalizar con sus innovaciones en la Teoría de la Liberación y con el Papa Francisco, el primer Papa de la orden, “persona que está abriendo las ventanas de Roma para renovar el Vaticano”, puntualizan.
Juan Antonio Vilar Sánchez es el autor de esta biografía de Carlos V, al que define como “una persona poliédrica”. Carlos V es una de las personas que mejor conoció la Alhambra y fue en el único sitio en el que mandó construir un edificio, su palacio. “Cuando llegó a España apenas sabía cuatro palabras del castellano”, apunta el escritor granadino. Tardó en hacerse a la idiosincrasia de los españoles pero lo consiguió, sobre todo, a raíz de su matrimonio con Isabel de Portugal. “Pasó de ser un trabajador madrugador, - a las ocho ya estaba en su despacho - a un amante dedicado, después de su casamiento, se demoraba hasta las once de la mañana en la habitación conyugal”, refiere el historiador.
Carlos V, sin embargo, tenía una debilidad, “nunca decía que no a una cacería y fue en una de ellas donde se rompió la pierna que le dejaría una ostensible cojera. Algo que, por otra parte, compartía con Ignacio de Loyola. Una de las grandes obsesiones de Carlos de Gante fue “el no perder un palmo del terreno que había heredado”, para ello ideó un sistema de gobierno que le permitía estar al tanto de todo lo que ocurría en sus posesiones por lejos que estuvieran: la regencia.
Nombró regentes a su tía Margarita de Austria a sus hermanos Fernando, María y Juana, incluso al cardenal Tavera. Con eso se aseguró un buen gobierno; además, hacía constantes periplos por todas sus posesiones. “Era un gran conocedor de Europa. Sólo a dos sitios no llegó a ir: Portugal y sus posesiones americanas”, puntualiza Juan Antonio Vilar Sánchez. “Así consiguió el don de la ubicuidad”, concluye con humor.
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