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El noruego errante, Edvard Munch, autor del grito más famoso

Entrada al Museo Munch de Oslo (Foto: José Belló Aliaga).

“Museo Munch” de Oslo

José Belló Aliaga | Viernes 04 de septiembre de 2015

La carrera de Edvard Munch se extiende entre el comienzo de la década del ochenta del siglo XIX, y el comienzo de la del cuarenta del XX. Fue una carrera en un principio puramente local, en Noruega. Pronto, sin embargo, tras sus estancias en Berlín, París y otras metrópolis, se desarrolló en un plano europeo con importantes exposiciones y reconocimientos en diversos países: de ahí lo de calificarlo de noruego errante, como lo define el acreditado crítico de arte Juan Manuel Bonet.



Dramáticos acontecimientos

Hijo de un médico militar de carácter taciturno, Munch nació en 1863 en Löten, en la provincia de Hedmark. Un año después, la familia se mudó a Christiania, que así se llamó hasta 1924 la actual Oslo. A los cinco años, el futuro pintor y sus cuatro hermanos (Sofie, Laura, Inger y Andreas) se quedaron huérfanos de madre, muerta por una tuberculosis, la misma enfermedad entonces tan extendida de la que en 1877 fallecería, a los quince años, su hermana mayor. Fue su tía materna, Karen Bjölstad, la que criaría a los hermanos Munch.

Estos dramáticos acontecimientos, esta temprana experiencia de la muerte, marcarían a Munch para siempre.
“Sin el miedo y la enfermedad- escribiría el pintor- mi vida sería como un bote sin remos”. Y también: “Enfermedad, locura y muerte fueron los tres ángeles negros que velaron mi cuna”.

El pintor murió el 23 de enero de 1944 y donó sus obras a la ciudad de Oslo.

Museo Munch
Oslo no es sólo la ciudad de Munch en un sentido biográfico. Oslo recoge además la mayor producción de obras de Munch. Otros artistas están representados a través de algunas de sus obras en diferentes museos y colecciones, pero Oslo alberga la mayor colección de obras de Munch, un gran número de pinturas, grabados y dibujos.

Se puede apreciar la obra de Munch en dos instituciones de Oslo, el Museo y la Galería Nacional. Además, Munch decoró varias estancias de la ciudad que también pueden ser visitadas con programación previa.

Algunas de sus obras están de forma permanente en el Museo Munch tras su inauguración en 1963. Después de mucho debate, el museo se construyó en el este de Tøyen en Oslo, cerca del lugar en el que creció Munch.

Mayor contenido de obras dedicado a un sólo artista
El Museo Munch es uno de los museos con mayor contenido de obras dedicado a un sólo artista. La colección incluye casi la mitad de las pinturas de Munch, y todas las obras con motivos gráficos. Pueden apreciarse trabajos de toda la obra de Munch, incluyendo las conocidísimas pinturas de la Madonna y las dos versiones de El Grito. Evidentemente, no todas las obras están expuestas todo el tiempo. Por razones de espacio, debido a los lienzos más delicados y a los préstamos a otros museos, es necesario que las piezas roten, también las más destacadas. Los visitantes siempre podrán visitar alguna pieza conocida. Y lo que es más importante: Esta gran colección es un excelente punto de partida para las exposiciones especiales y temáticas, constituyendo una oportunidad única para profundizar en la obra de Munch.

Edvard Munch goza de una posición única entre los artistas noruegos como uno de los precursores del expresionismo.

Mediante exposiciones temporales se muestra al público la amplitud de su obra.

Van Gogh se reúne con Munch
Como parte de su serie de exposiciones denominada +Munch, el museo Munch muestra las conexiones entre la obra de Edvard Munch y seis grandes artistas. Y este verano el invitado de honor ha sido Van Gogh.

La exposición Van Gogh+Munch, que he tenido la oportunidad de visitar, se inauguró el pasado 9 de mayo y será clausurada el 6 del presente mes de septiembre.

Tanto el público como los académicos han resaltado siempre similitudes entre ambos pintores. Los puntos coincidentes entre ambos artistas son el haber desarrollado un estilo personal y expresivo, a la vez que reprimido, una vida desconsolada y su pasión por la temática existencial. Ambos genios crean confusión entre los visitantes: Los visitantes al Museo Van Gogh de Ámsterdam quedaban decepcionados al no encontrar El grito.

A pesar de las obvias similitudes entre ambos artistas, no habían sido estudiados comparativamente hasta ahora. La exposición que incluye más de 75 pinturas y 25 grabados es el resultado de seis largos años de trabajo entre el Museo Van Gogh y el Museo Munch, cuyo objetivo es buscar sus similitudes y paralelismos. Entre las obras destacadas de la exposición se encuentran: La niña enferma, El Grito, Trigal con segador a la salida del sol y la Noche estrellada sobre el Ródano.

Desde el 25 de septiembre en Ámsterdam
El renovado Museo Van Gogh de Ámsterdam inaugura el próximo 25 de septiembre la mayor y más ambiciosa exposición conjunta sobre Vincent Van Gogh (1853-1890) y Edvard Munch (1863-1944), considerados los padres del Expresionismo. No es la primera vez que la obra y la vida de ambos pintores son objeto de comparaciones pero sí es la primera exposición a gran escala que se centra en sus vidas atormentadas, sus ambiciones artísticas, su innovador estilo y su legado, y que muestra todas las similitudes que existieron entre ambos, pese a que nunca se conocieron personalmente.

El Grito
Como explica Juan Manuel Bonet, sobre la génesis de El Grito, narra Edvard Munch: “Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en la barandilla, preso de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negro y azulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un grito interminable atravesaba la naturaleza”.

Munch relata al menos en cuatro pasajes de sus diarios, con ligeras variantes, el origen de uno de los cuadros más celebres de la época moderna. Es la imagen que mejor que ninguna otra condensa, con una fuerza visual inaudita, el sentimiento de la irremediable pérdida de armonía entre el hombre y el cosmos, llevando esta conciencia hasta un punto sin retorno.

El espejo del alma
No solo las distintas versiones de la obra traducen de manera casi literal la visión de Munch. “El fiordo negroazulado”, las “lenguas de fuego…rojo sangre”, los dos amigos que continúan el paseo sin darse cuenta de nada, abandonando al pintor al miedo: todo resto de realismo es completamente eliminado, la naturaleza y los colores existen en función de la percepción interior, todas las cosas son como el espejo del alma.

Todo alude a la perdida de equilibrio, desde las líneas que se ondulan peligrosamente y casi son absorbidas por un torbellino hacia el puente, que parece resbalar hacia el espectador. La representación se torna emblema del dolor universal. La criatura que se vuelve en primer plano, desorbita los ojos y se tapa los oídos con las manos para no oír un grito que es al mismo tiempo suyo y del mundo circundante no es uno de los numerosos autorretratos del artista sino la imagen de todo ser humano, sin sexo, sin raza, sin edad, reducido a los rasgos mínimos, hasta el punto de que el propio cuerpo se ondula. La fuerza de la visión es aumentada por la decisión de que el encuadre sea cortado por el margen inferior del soporte, anulando así toda mediación entre el mundo pintado y el real.

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