Luis Gonzalo Segura regresa a la escritura con una dura crítica al sistema disfrazada de thriller. Código rojo es el término militar que define el acoso extremo en el ámbito castrense
Cuando un miembro del Ejército decide no cumplir con la cadena de mando, el precio que puede llegar a pagar por ello es alto. Demasiado alto…
El primero de los crímenes no podía ser más aterrador: la víctima había muerto crucificada tras sufrir lo que parecía haber sido una larga tortura… las cuencas de los ojos vacías, la lengua cercenada y algunos huesos principales machacados así lo atestiguaban. Se antojaba la obra de un meticuloso psicópata. El cadáver era el de un juez militar a punto de jubilarse, Horacio de las Heras, reconocido en su carrera por haber enmascarado varios casos de corrupción acaecidos entre la cúpula de oficiales del ejército. La identidad del difunto había sido decisiva a la hora de asignar el caso a la Guardia Civil –«siempre que surgía un asunto delicado en el que había militares de por medio la encargada de llevar las investigaciones era la Guardia Civil por su carácter más jerárquico y su cúpula militar mucho más proclive a tapar asuntos que la Policía Nacional, donde las filtraciones y los mandos eran más difíciles de controlar»–, y en concreto a Fernando, un joven cabo del cuerpo que destaca por su inteligencia y particular manera de afrontar cada investigación.
Una extraña e inquietante nota a los pies del cadáver deja claro que el asesino no está dispuesto a parar y que va a seguir matando… Fernando se enfrenta a un asesino en serie cuyo macabro plan deberá descubrir para poder frenar la cadena de crímenes que se avecina. Sin embargo, las órdenes que su coronel le transmite son tajantes: el caso debe ser silenciado y cerrado cuanto antes. A pesar de las adversas circunstancias, el cabo decide seguir adelante con la investigación. Para ello contará con la valiosa ayuda de su jefa y superior en el cargo, la teniente Sira del Rosal, y de Guillermo Fernández, un avezado militar expulsado del ejército por atreverse a destapar algunas de las muchas irregularidades y corruptelas que planean sobre las fuerzas armadas.
El siguiente caso resultaba igualmente horrendo: el cuerpo de aquel hombre había sido devorado por hormigas dentro de una urna de cristal… Otra tortura y otra curiosa nota que parecían lanzar un directo reto a los investigadores. Pero es el tercer crimen –el perturbado homicida se ha valido en esta ocasión de la famosa «cuna de Judas» para torturar a su víctima–, el que pone en evidencia que todas las personas asesinadas están vinculadas de alguna manera al ejército y a oscuros casos de corrupción, drogas o tráfico de influencias. Bajo la atenta vigilancia del CNI, que no dejará de seguir sus pasos, el grupo formado por Fernando, Sira y Guillermo irá avanzando en sus pesquisas y arrojando luz sobre una trama cada vez más confusa y terrible, una conspiración donde nada es lo que parece y en la que tras cada signo de integridad y supuesta honorabilidad se esconden aviesas intenciones.
En el curso de sus indagaciones el grupo de investigadores se tropezará con el desolador suicidio de un soldado –muerte con la que realmente arranca la trama–. Un caso con el que tanto Fernando como Guillermo, por su personal lucha, se encuentran muy concienciados, y que esconde una más que enraizada y profusa maraña de corrupciones y tráfico de drogas a la más alta escala.