Cuando hace un par de años J. M. Caballero Bonald presentó su libro “Entreguerras”, recién galardonado con el Premio Cervantes, declaró que ese sería su último libro. Afortunadamente, el que es escritor lo es hasta el final de sus días y, como todavía tiene mucho que contar ha decidido seguir utilizando la pluma para efectuar lo que mejor hace: escribir.
Hay demasiadas cosas en esta vida que al poeta jerezano le sublevan, como la política, pero hay, también, personas por las que siente igual desdén y son “los sumisos, los gregarios, los obedientes y los dogmáticos. Y yo critico a esas personas que se han convertido en prototipos de los que no se debe ser”, afirma tajante con una energía tranquila pero arrolladora que nace cavernosa desde el fondo de su habla.
“Ejerzo la crítica de la vida, pero la ejerzo a través de la parodia, el sarcasmo y la paradoja, que está muy presenta en mi libro”, dice en un encuentro mantenido con periodistas especializados para presentar el poemario “
Desaprendizajes”, un libro repleto de poemas en prosa que toma el pulso a la actualidad. Una actualidad que no termina de gustarle por todo lo que hemos dicho y con la que se muestra crítico con esa vida contemporánea llena de personajes a los que detesta y de los que se defiende a través de la palabra.
Pero también habla de las barbaridades que se están cometiendo en el Próximo Oriente; de la destrucción de la cultura en Babilonia y en Asiria, por ejemplo. “Me produce una especie de iracundia cuando veo las imágenes de la destrucción de ese arte milenario en la televisión”, denuncia con vehementes palabras y añade “no puedo ir allí a defenderlo y por eso lo hago con la palabra.
“
Desaprendizajes” es su manera de ver el mundo actual, señalar lo que no le gusta y que hemos aprendido de forma inadecuada. Por eso “intento desaprender con el lector muchas cosas que han estado siempre mal concebidas y llenas de tópicos y que necesitaríamos aprender de otra manera”, explica con lucidez.
El poeta y novelista andaluz se define como una persona llena de dudas. “La incertidumbre y la duda me han ayudado a encontrar mi camino y mi camino es la insumisión, un arma para ejercer el oficio de poeta”, razona coloquialmente. Esa insumisión le lleva a señalar a unos personajes que ve cada vez más en la vida y que son los personajes anodinos y grises que nos gobiernan. “No me gusta lo que veo y cuando me harto me gusta irme a una de mis patrias”, apunta. Sus patrias se distribuyen por todo el mundo, puede ser el Coto de Doñana, algunas tierras de Mallorca o de Galicia o ciudades como Bogotá, Damasco, Bagdag o Alepo.
Eso lo hace cuando está deprimido porque cada vez más sus “momentos de euforia vienen más separados. La alegría o la felicidad no son estados permanentes ni duraderos y más en un mundo tan terrible como el que nos ha tocado vivir” y una de las causas determinantes es el “nuevo liberalismo, que está muy ligado al capitalismo, que lamentablemente está muy mal gestionado”, opina con toda la razón. Por eso cree que estamos en “un fin de ciclo” que anuncia un nuevo periodo, ni mejor, ni peor, donde la cultura es una triste moneda de cambio para mercaderes.
Cree que el mundo que vivimos está muy lleno de mentiras, de muchas clases de mentiras, pero la peor de ellas es “la mentira del cinismo”. Contra esas mentiras lucha escribiendo poesía. “Tengo una especie de energía nueva que me está haciendo escribir con una intensidad nueva”, señala y ahora está intentando redactar un libro de semblanzas de personas que conoce, tanto latinoamericanas como españolas. “Prefiero esto a escribir un diario, ya que un diario no deja de ser un género de ficción”, señala con ironía.
Cuando se le pregunta si le parece bien lo que están montando las autoridades políticas sobre los restos de Miguel de Cervantes, “un auténtico perdedor”, en su acertada opinión, se muestra bastante crítico. “No creo que sea ni importante, ni necesario. Hay que hacer justicia a su persona, no a sus restos”, concluye atinadamente este poeta al que todavía le queda mucho que decir y al que continuaremos esperando aunque sea en pequeñas dosis.
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