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Rosa Montero se obsesiona con la muerte en “El peso del corazón”

Rosa Montero

“Tener un mundo propio es lo más para un novelista”

Javier Velasco Oliaga | Viernes 20 de febrero de 2015
“El ininterrumpido ir y venir del tigre ante los barrotes de su jaula…”, escribía Elías Canetti en su Libro de los muertos refiriéndose a la gran obsesión de su vida, la muerte. La misma obsesión que tiene la escritora madrileña Rosa Montero. Quizá por eso escogiese para presentar su última novela “El peso del corazón” la biblioteca pública Eugenio Trías que ocupa las antiguas jaulas de la Casa de Fieras del Parque del Retiro.

Por esa Casa de Fieras correteamos de chavales en los años sesenta, mientras veíamos a unos animales fieros dando vueltas y más vueltas como poseídos de una angustia vital después de llevar tantos años encerrados en un espacio tan minúsculo y tétrico pero con encanto. En ese antiguo edifico donde han construido una de las bibliotecas públicas más innovadoras y que más actos realizan. ¡Qué mejor uso se le podía dar!

En ese lugar, que no trae tantos recuerdos infantiles, ha decidido Rosa Montero presentar su última obra, una novela de intriga existencial a la que ella no le pondría etiquetas pero que tiene estructura de novela negra, aunque muy personal, con una intriga muy amplia y escrita desde un punto de vista más íntimo.

El peso del corazón” no es la continuación de “Lágrimas en la lluvia”, aunque la principal protagonista de ambas es la detective Bruna Husky. “No quería escribir una continuación y mucho menos una trilogía. Esta novela, aunque tiene la misma protagonista, es totalmente autónoma e independiente. Y no es que tenga una historia tan desmesurada que necesite ser contada como una trilogía”, explica la jovencísima escritora madrileña o por lo menos se conserva así.

Rosa Montero cree que el personaje de Bruna Husky es el que más le ha gustado escribir. “Quería regalarme un mundo y unos personajes que pudiera utilizar cuando yo quisiera. Tener un mundo propio, como García Márquez u otros, es lo más para un novelista”, afirma con precisión y con su voz aniñada y reconoce que “Bruna se parece a mí en lo profundo, no en lo biográfico. Todos los personajes son máscaras y todos tienen un poquito de mí”.

La novela comienza seis meses después de la conclusión de “Lágrimas en la lluvia”. Bruna Husky, la replicante protagonista, sólo dispone de diez años de vida, por lo tanto, “está obsesionada con la muerte, la detesta, la odia, exactamente como yo. Los novelistas somos las personas que más problemas tenemos con la muerte. Cuando estás llena de muerte, estás llena de vida y una vitalidad salvaje que ella tiene la comparto yo”, analiza con cautela. Tan llena de vida, que ya está pensando una tercera novela para Bruna, pero tendremos que esperar porque antes tiene prevista una novela contemporánea y actual.

A la autora de “La ridícula de no volver a verte” le gusta el género de la ciencia ficción. No comprende cómo es el más odiado por los lectores españoles, según una encuesta que ha leído hace poco. Para ella, uno de las mejores novelas del siglo XX es “Los desposeídos” Ursula K. Le Guin, que es una obra de ciencia ficción antológica que trasciende los límites del tiempo, en su opinión.

El peso del corazón la he escrito con la misma emoción y pasión que cualquiera de mis libros”, confiesa en la charla de presentación de su última obra y de la que se muestra especialmente contenta. La muerte, su obsesión recurrente, la fragilidad de la memoria, la falta de fiabilidad de lo real y la necesidad del otro son sus ejes característicos, son los gérmenes de todas sus obsesiones. “La escritura es una manera de volver a contar esas obsesiones. Son los fantasmas que se revelan ante mis ojos. Este libro es una nueva manera de contarlos, creo que de forma más bella, más exacta y más profunda. Al fin y al cabo, escribo para aprender”, apunta.

En sus novelas siempre se tratan historias de amor pero de forma secundaria. Es en “El peso del corazón donde ocupan un puesto principal. Donde chapoteo en el terreno de los sentimientos y del sexo”, opina con pasión. Señala que los escritores se repiten siempre, que siempre cuentan una única historia, basada en sus obsesiones pero de forma diferente. “En mi opinión mi obra tiene dos características fundamentales. La primera es que los protagonistas de mis novelas no son perdedores, sino supervivientes y la segunda es que la estructura es siempre la misma: un personaje muy marginal, misántropo, generalmente, en unas condiciones de vida malísimas tiene que superar algún reto u ordalía”, propone con vehemencia y, por supuesto, lo supera.

Uno de esos retos es la muerte. “Es la gran tragedia del ser humano. Cuando dice alguien que vivir eternamente es aburrido yo no estoy de acuerdo, a mí no me importaría no morirme nunca. Soy tan vitalista, disfruto tanto de la vida que me indigna que la vida se acabe”, comenta. Tan vitalista, que cada día se encuentra más alejada del periodismo. “La sociedad vive una especie de ansiedad debido a todo lo angustioso que estamos viviendo que la conduce a una vuelta al totalitarismo, lo que representa una crisis del sistema democrático, que para mí es el único que funciona aunque no nos guste cómo está”, detalla con precisión.

Si tuviese que decantarse por una novela suya, no sabría cuál escoger, quizá “Bella y oscura”, quizá “La loca de la casa”. Lo que sí cree es que en el futuro nadie va leer una novela suya y que en el mundo estamos en una guerra entre la luz y la sombra. Por un lado hay grandes avances científicos y tecnologías, pero también hay guerras que masacran a millones de seres humanos. También está segura de que, de todas las personas que ha conocido, “las más interesantes han sido gente anónima”, concluye. La humanidad es una pura contradicción.

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