José C. Vales
Un traductor como José C. Vales no podría escribir una novela sin que el protagonista fuese un traductor. En “Cabaret Biarritz”, ¡cómo me sueña este título a grupo de pop vasco!, no podía ser de otra manera. En la novela introduce el escritor zamorano todas sus neurosis y gustos por lo decadente. Así escogió, para contar una historia, la ciudad balneario francesa donde se daba cita lo más chic de la Belle Époque.
Cuando se planteó escribir esta historia jamás se le pasó por la imaginación acabarla como la terminó. “Planteé la historia de un modo alegre y distendido”, reconoce en la rueda de prensa de presentación de Cabaret Biarritz en Madrid. Un escritor de poca monta, George Miet, escribía historias populares para la editorial francesa La Fortune, hasta que un editor le pide una novela “seria” acerca de los trágicos sucesos acaecidos en Biarritz en el verano de 1925.
El plumilla se desplaza hasta la ciudad balneario del suroeste de Francia a tomar testimonio de posibles testigos del hecho. En la ciudad recoge 33 testimonios de 30 personas diferentes. Con esos testimonios regresa a la capital francesa donde muere accidentalmente. Tiempo después un traductor las vierte al castellano tras muchas disputas con su editor. La novela refleja exactamente eso.
A
Carlos C. Vales le encanta la literatura popular. Ha sido traductor de Dickens, de Jane Austen, etc. Cree que “los lectores deben abordar los textos literarios sin mayores complejidades. Mi idea de la literatura es la misma que tenía Charles Dickens”, afirma pensando que una buena historia se debe contar al amor de la lumbre y en voz baja, como se cuentan las historias de fantasmas, quizá por ello quiso escribir su relato de fantasmas siguiendo todos los tópicos románticos.
Pero a los fantasmas se los fue llevando el aire y era hora de acometer una empresa más seria. “Mi editora, Paloma Vázquez, de la agencia Dos Passos, me sugirió que escribiese una historia más seria, con total libertad y presión, ya que estoy dedicado a la traducción y a otras cuestiones editoriales. La escribí sin pensar enviarla a ningún premio”, relata. La sorpresa fue cuando ganó el premio. “Una sorpresa, un honor y una responsabilidad el incluir mi nombre en la nómina de escritores que había estudiado en el Instituto y en la Universidad”, comenta con humildad.
Su claro objetivo es que el lector disfrute y se divierta con una historia que les recuerde el haber pasado un verano en Biarritz. “Yo he pasado algún verano últimamente allí. En la ciudad francesa se percibe un ambiente decadente y glamuroso que todavía pervive de los años veinte. Aquel periodo interbellum era de efervescencia vital y de pasión por la vida”, evoca con ojos de haber querido vivir esa época en su apogeo.
Quizá por ello diga que “la idea de la vida actual no me resulta muy atractiva. El presente me parece una cosa vulgar, agresiva y maleducada”. Así,
Cabaret Biarritz propone un cierto escapismo hacia vidas y formas del pasado. “No le veo asunto literario al 2015”, señala con fervor. El presente no le gusta. ¿A quién le gusta, con la crisis económica que padecemos?
Prefiere deambular por ciudades como la de su libro u otras como Brigthon, en la que también ha pasado cortas temporadas, Niza, Capri o Deauville. “Me gustan las ciudades viejunas, románticas, con sabor a la Belle Époque”, reconoce sin sonrojo y añade: “el presente para mí es innecesario”.
Todos los personajes que desfilan por su novela son embusteros y farsantes, “ninguno conoce el final de la historia. El único con todos los datos sobre lo ocurrido en ese día del verano de 2015 es el lector. Ni si quiera el traductor lo tiene muy claro”, apunta en la presentación. Será el lector el que decida si fue un crimen o un suicidio, de ahí que mantenga que “es importante en una obra que el lector participe”.
“El lector es el que deberá poner punto y final al proceso de creación del escritor. Hay que exigirle que participe en el juego que le propongo”, concluye este escritor noctámbulo que empieza a escribir cada noche a la una de la madrugada y suele terminar dependiendo del fervor que tenga ese día entre las siete y las nueve de la mañana. Los días de promoción se le están haciendo muy largos porque ha cambiado sus hábitos de sueño. Así que le dejamos que se vaya a descansar ya que tiene cara de jet lag.
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