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Almudena Grandes presenta “Las tres bodas de Manolita” en el Círculo de Bellas Artes de Madrid

Julian Casanovas, Almudena Grandes, Pepa Bueno y Eduardo Mendicutti

“La felicidad es una forma de resistir”

Javier Velasco Oliaga | Jueves 23 de octubre de 2014

Almudena Grandes es de las pocas escritoras españolas que puede llenar una plaza de toros o si no una plaza de toros, algo similar, como la sala de columnas del Círculo Bellas Artes de Madrid. Pocos personajes lo consiguen y ella lo hizo hasta tal punto que hubo que aumentar el aforo con sillas plegables y eso que la mayoría de los asistentes tuvieron que pagar un euro para verlo.



Me contaba esta misma semana un autor español afincado en Alemania que en ese país se cobra por las presentaciones de libros. El precio varía de 3 euros para los autores noveles o desconocidos hasta los 20 euros para los más prestigiosos. Aquí en España estamos muy alejados de eso, pero es un primer paso que se cobre un simbólico euro por asistir a una presentación, que es alimento para el espíritu.

Las tres bodas de Manolita parte de tres experiencias vitales que llegaron a la autora madrileña de diversas y peregrinas formas. Con esas experiencias ha montado un retazo de nuestra más siniestra historia ficcionándolo con mano maestra. La primera y quizá principal sea la historia de la cárcel de Porlier. En esa cárcel franquista se compraban bis a bis, por 200 pesetas, un cartón de tabaco y un kilo de pasteles. A ese trapicheo lo llamaban boda. En esa cárcel estaba detenido el marido de la dirigente comunista Juana Doña. Ella, en su libro titulado Querido Eugenio (una carta de amor al otro lado del tiempo), que fue publicado por Lumen en 2003, el año de la muerte de la escritora, cuenta que se casó dos veces, es decir fue dos veces a un bis a bis gracias a que su marido iba a ser fusilado y por eso tenía preferencia. El cura que ideó ese método para ganar dinero celebraba 5 bodas a día, los siete días de la semana.

La segunda historia es la de las tres multicopistas que llegaron a España en el año 40 y que nadie supo hacer funcionar. Hasta que fueron requisados por la policía, nadie fue capaz de hacerlas funcionar. Y la tercera historia es la de Isabel Perales, que conoció Almudena Grandes en Rivas-Vaciamadrid casualmente y que le contó su historia, que se mueve entre lo maravilloso y lo terrible. Mientras su padre estaba encarcelado, ella muy niña tenía que redimir la pena de su padre lavando ropa con sosa, lo cual destrozaba la piel de sus manos. “Que los niños rediman las penas de sus padres trabajando me parece de una monstruosidad jurídica brutal”, dijo la escritora madrileña en la presentación.

Con todos estos ingredientes ha escrito la tercera entrega de sus Episodios de una Guerra Interminable. Una novela coral y extensa dividida en 12 capítulos. Seis están escritos por una persona, una hermana ficticia de Isabel Perales que se ha inventado la narradora para hacer un juego más creíble. “Me dan mucho miedo la truculencia y los panfletos, por eso, he escogido una narradora que es una chica del montón, pero superviviente nata”, cuenta Almudena. Los otros seis capítulos tienen un narrador diferente y son los otros seis personajes principales de la novela.

Las tres bodas de Manolita supone un cambio de ritmo en estos episodios que pretenden ser galdosianos. “Los dos primeros hablan sobre la resistencia armada. Están escritos con velocidad y tensión, cosa que en esta nueva entrega no hay. Aquí, los protagonistas pertenecen a una resistencia pasiva. Son como las personas que andan por la calle y que salen en segundo plano en los documentales del franquismo. Son personas que después de haber pasado todo tipo de adversidades se encuentran felices. La felicidad es una forma de resistencia”, subrayó.

El acto estuvo presentado por la periodista radiofónica Pepa Bueno que dijo que “la novela es un festín donde hay amor, alegrías, tristeza, penurias. En definitiva, el sabor de la mejor literatura”. Pese a todos los acontecimientos que cuenta, como el de los niños esclavos del franquismo, hay mucha alegría y ganas de vivir. Posteriormente dio paso al historiador Julian Casanovas y al escritor Eduardo Mendicutti.

“Tiene más fuerza que la realidad”

El historiador aragonés apuntó como rasgo fundamental de la novela, la relación que hay entre la ficción y la realidad. Se quejó amargamente de por qué, en la actualidad, se está escribiendo tan mal y afirmó que “se han roto los lazos con la literatura”. Si la historia no interesa hoy en día, es porque los historiadores no tienen una vocación divulgativa, caso de los británicos, sino que sólo escriben para ellos. “En la novela de Almudena, hay tanta verdad detrás, que aunque sea ficción, tiene más fuerza que la realidad”, apuntó. Aunque se sumerja en una realidad imaginaria.

La autora debe mucho a los historiadores porque se ha documentado extensamente. Gracias a ellos ha podido tocar los grandes temas que han ido apareciendo y descubriéndose en estos últimos años. Pero también hay mucho de Benito Pérez Galdós, de Robert L. Stevenson, de Jules Verne o de Mark Twain. Y mucho de literatura de género.

Después tomó la palabra el escritor gaditano Eduardo Mendicutti, quien calificó la novela como “una historia de supervivientes, por lo que es obvio, de perdedores. Pero es también una gran historia de amor que te pone un nudo en la garganta y que te hace que te caigan lagrimones” y añadió que “está contada de manera ejemplar, formalmente admirable y con una complejidad en la trama digna de obras rusas”.

¿Por qué fue presentada la novela por estas dos personas? Pues muy simple, porque Almudena Grandes se inspira en ellas para dos personajes, algo que suele hacer en su literatura.

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