Un perro puede cambiarte la vida o, al menos, te puede ayudar a sobrellevarla. Eso es lo que le pasó a la protagonista, Zoe Urgazi, cuando enviudó en 1934 y fue desahuciada de su palacete madrileño. En aquella época también estaban de moda los desahucios. Pero la fortuna quiso que el perro Campeón se cruzase en su camino y su vida diese un giro inesperado.
Como vimos en la película “Caballo de guerra”, la fidelidad de los animales puede llegar a límites insospechados. Siempre hay personas que utilizan esa fidelidad para emprender buenas acciones o para hacer justamente lo contrario. En Pacto de lealtad, de Gonzalo Giner, los perros fueron utilizados para acciones bélicas, algunas de ellas estremecedoras y el nazi Hermann Göring tiene una presencia capital.
La novela transcurre entre los años 1934 y 1937, en plena Segunda República, incluyendo parte de la Guerra Civil española. Nuestra guerra fue un campo de experimentación nazi y soviético para lo que dos años después vendría a suceder. Los alemanes, sobre todo la Legión Cóndor, buscaron perros de raza alano español para llevárselos a su país y poder experimentar con ellos. Se hicieron diversas pruebas en el campo de exterminio de Dachau, para utilizar a los perros en misiones bélicas, algo que también harían los soviéticos.
Gonzalo Giner es veterinario de profesión y la desarrolla en una población de la sierra norte madrileña, incluso hace incursiones más al norte, en las provincias de León y Salamanca. En la actualidad, está ocupado más en labores logísticas, preocupado por sacar mejores rendimientos a nuestras vacas autóctonas, que según él, hacen la competencia con éxito a otras razas de países de mayor fama láctea, por así decirlo.
En aquellos años treinta, la veterinaria era una profesión masculina, pero fue precisamente en esos años cuando empezaron las mujeres a entrar en la universidad y a estudiar veterinaria. “En aquellos tiempos se hacían algunas pruebas extravagantes para poder estudiar la carrera. Se pedía una cierta fortaleza y se pedía una medida mínima de pecho para poder estudiar veterinaria. Se suponía que el veterinario debía de ser fuerte para asistir a partos de yeguas o vacas. Curiosamente, las mujeres sí daban esa medida, por razones obvias”, cuenta el escritor madrileño en una reunión celebrada en un céntrico restaurante capitalino.
Los alemanes buscaron en Burgos, durante nuestra guerra civil, perros de raza alano español, ya que eran perros de presa, como podemos ver en las luchas de estos animales en alguno de los cuadros de Goya. “Los alemanes los querían convertir en más fieros para utilizarlos en la guerra”, nos desvela el novelista y añade “siempre habíamos asociado al perro pastor alemán con los nazis, pero esta raza no era de las más inteligentes para sus fines”.
Para escribir la novela ha tenido que hacer un largo proceso de documentación, “sobre todo en la hemeroteca del ABC”, reconoce. Han sido varios meses de trabajo para llevar a cabo este proceso y varios más en escribir la novela. “En total han sido dos años de arduo trabajo literario”, reconoce este escritor, que se levanta a las cuatro de la mañana para poder escribir con tranquilidad y luego poder ir a su trabajo.
Para Gonzalo Giner, “el perro es el ser más leal y más cercano al hombre”, afirma contundentemente, por eso pregunta a todos los asistentes si tienen perro, porque el que tiene perro atesora al menos un amigo. Por desgracia, no todos los tenemos y es que mantener un perro en una casa de ciudad no deja de ser una tortura para el animal, acostumbrado al campo y a la libertad. Gonzalo se inspiró en un perro llamado Salero para crear a Campeón, el verdadero protagonista de la historia, un perro auténticamente leal.
Los belgas los utilizaron, los rusos también, los adiestraron para que, cargados con bombas, comiesen debajo de los tanques alemanes. Esta estratagema hizo que al menos 300 tanques nazis saltaran por los aires con sus ocupantes. Pero eso, no lo quería Gonzalo Giner para su protagonista. Él quería un perro para la paz, que deambulase por las muchas tramas de la novela y que todas tuviesen esa hilazón del perro Campeón.
“He intentado que las historia fuese coherente y amable. No creo que, pese a los tiempos en los que se mueve, la historia fuese dura”, explica razonadamente. Tampoco cree que sea una novela histórica, aunque evidentemente tiene personajes históricos. “Es ante todo una novela de aventuras”, opina y por lo que he podido leer, una novela de aventuras con un mensaje de entrega y amistad. Algo que ya Jack London explotó, pero en esta ocasión el trasfondo es más humano y no tan salvaje.
Aunque cree que la novela que más satisfacciones le ha dado es la de El sanador de caballos, tiene la certidumbre de que a la larga Pacto de lealtad se convierta en su obra más satisfactoria. Lo va a tener difícil, porque Giner es un escritor que sabe tocar la fibra más sensible del lector, como van a comprobar enseguida que se involucren en esta novela de sentimientos, de personajes, de una tercera España disgustada con lo que tiene que vivir.
Pacto de lealtad es una novela trepidante que recorre el período más dramático del pasado siglo y que narra, por vez primera, el papel de los canes en los conflictos armados. Espías, experimentos secretos para hallar un perro de guerra mitológico, traiciones, amor... recorren estas páginas que ilustran, a través de su protagonista, el inquebrantable y ancestral pacto de lealtad entre el perro y el hombre.
Durante la II Guerra Mundial, Alemania utilizó más de 200.000 canes en misiones de combate. Todos los bandos usaron perros especialmente entrenados para participar en mayor o menor medida en la contienda bélica. 60.000 fueron adiestrados para uso militar por el Ejército Rojo, 25.000 por los norteamericanos, pero fue el tercer Reich el que puso más empeño en sumar a los perros a su maquinaria de guerra.