Mahsa Amini era una joven como tantas otras: inquieta, alegre y deseosa de nuevas experiencias, de conocer la capital: Teherán, a donde viajó aquel 13 de Septiembre de 2022 en compañía de su hermano menor.
Seguramente, allá en su Saqquez natal, al Noroeste de Irán, en pleno Kurdistan iraní, entonaría landays: esos breves arrebatos líricos, como bocanadas de libertad contra los grilletes impuestos a las mujeres desde su más tierna infancia, eso ella lo conocía bien. Pero ese día quiso olvidarse de todo y “hacer turismo en Teherán”, así lo escribió en su diario. Quiso conocer la capital de su país, antes de empezar el curso en la Universidad.
Pero no imaginó esta muchacha kurda de 22 años que los guardianes de la moral se la llevarían por tener el hiyab mal puesto, ¡menuda estupidez, digna de un landay sarcástico! seguro que pensó esta universitaria, educada en una familia intelectual, que murió bajo custodia policial tras tres días en coma.
Todo sucedió al salir de una estación de metro. Una patrulla policial de las que vigilan la indumentaria de las mujeres (que lleven el velo, que su ropa no sea ceñida ni corta, ni de colores vivos, que su maquillaje sea comedido) la detuvo por mostrar parte de su pelo, cuando el hiyab debe cubrir forzosamente el cuello y todo el cabello, por ley, desde 1983, apoyando otra ley de 1979, fecha de la revolución islámica en la que el ayatollah Jomeini declaró que una mujer sin velo era como si fuese desnuda.
El hermano de Mahsa trató de impedir su detención, pero fue golpeado y desnudado en plena calle. Testigos consultados por la prensa internacional, y la familia de la joven, sostienen que fue agredida y golpeada brutalmente por los agentes que la metían en el furgón.
Su padre explicó a la BBC que vio a su hija amortajada, porque antes no accedieron a que acudiera al hospital donde murió, y que solo vio su rostro y sus pies amoratados. Tampoco le dejaron ver el informe de la autopsia. Reclamó las imágenes de las cámaras que los policías llevan en el chaleco, pero le dijeron que lamentablemente estaban sin batería ese día.
El hombre ha venido insitiendo, desde hace ya dos años, en que su hija vestía correctamente y sobre todo, en que no tenía enfermedades previas que le pudieran provocar la muerte, que es lo que dice la versión oficial del régimen: “condiciones médicas subyacentes” es la expresión. Ni epilepsias ni dolencias cardiacas dice su progenitor.
Cuando el caso transcendió ─ su rostro abotargado, su boca entubada y su pelo libre: una foto tomada por otra valiente informadora─ la llama prendió en las calles. “Mujer, vida, libertad” era el lema que coreaban. Empezaron manifestaciones en las grandes ciudades, que se extendieron a todo el país dejando estampas de impacto: mujeres que quemaban el velo se cortaban el pelo con tijeras, o se enfrentaban a agentes con la melena al viento, que se pintaban los labios sin recato, que se hacían moños con el casquillo de una bala….
Sin embargo, han pasado ya dos años y todo ha empeorado. No hay respuestas a lo que le pasó a Amini y las represiones se han recrudecido. Ha habido 500 muertos, miles de heridos y arrestados. Según la agencia EFE las calles están llenas de antidisturbios.
Un comunicado demoledor de la oficina del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos, da cuenta de todo lo que sigue mal, e incluso ha empeorado en este tiempo. Denuncia que las autoridades están exacerbando las medidas punitivas contra quienes ejercen sus derechos fundamentales y que el Estando responde a las manifestaciones con fuerza innecesaria y desproporcionada: arrestos y detenciones arbitrarias, juicios injustos, acoso a los familiares de las víctimas, ejecuciones extrajudiciales: la pena de muerte se ha convertido en medida disuasoria.
Sara Hossain presidenta de la misión de investigación de la ONU, denuncia que Irán no ha garantizado la verdad, la justicia y la reparación a su familia, ni a las familias de otras víctimas, mujeres, niñas. En cambio lo que hace es redoblar la represión y las represalias contra sus ciudadanos, introduciendo nuevas leyes todavía más draconianas que restringen aún más los derechos de las mujeres y las niñas. Teherán ha ordenado identificar a todas las mujeres que vayan sin velo. Las que conducen son detenidas y confiscados sus coches. Las que van andando son vigiladas por patrullas de mujeres veladas y policías que les dan un aviso antes de detenerlas.
Pese a ello los religiosos no han conseguido reimponer el velo porque la rabia por el crimen de Amini parece no tener marcha atrás y el pelo al aire es un símbolo irrenunciable de libertad, a riesgo de pagar por ella un alto tributo.
Todo ha ido a peor, porque siguió su camino en el Parlamento el Proyecto de “Ley de apoyo a la cultura de la Castidad y el Hiyab”. Finalmente se ha aprobado, y eso significa un sometimiento de mujeres y niñas a mayores riesgos de violencia, acoso y detención arbitraria. La ley propone mayores multas y penas de prisión para las que infrinjan disposiciones obligatorias sobre el uso del velo, plantea castigos más severos como las prohibiciones de viajar, confiscación de vehículos, la denegación del derecho a la educación y de servicios públicos, incluidos los sanitarios, el cierre de cuentas bancarias y hasta sanciones a las empresas en las que trabajen estas pecadoras. Ya se están imponiendo castigos tan creativos a las mujeres no veladas como: limpiar cadáveres en una morgue.
Ellas son las anómalas, enfermas, “los virus” como las llama el régimen.
Naciones Unidas constata que no hay avances en este flanco, pero tampoco en el de la investigación sobre la muerte de Amini. Cuando la ONU les pide cuentas arguyen que su muerte fue provocada por una enfermedad preexistente. La ONU no se conforma con el resultado de estas supuestas indagaciones que carecen de los requisitos de independencia y transparencia. No se lo creen y piden nuevos datos.
La familia de Amini no recibe respuestas y encima tiene que aguantar la persecución sin freno. Las Naciones Unidas tienen indicios de que las autoridades han acosado e intimidado al padre de Amini. Su tio Safa Aeli fue detenido en Setiembre de 2023 en Saqqez y se desconoce su suerte y su paradero. No se respeta el “derecho a llorar”, de sus seres queridos. El abogado de la familia Saleh Nikbakt está siendo juzgado actualmente por actividades de propaganda. Dos periodistas que cubrieron su caso están siendo juzgadas por cargos de colaboración con gobierno hostil. Otra periodista Nazila Marofian ha sido condenada por propaganda contra el sistema.
Mahsa Amini está enterrada, pero su pelea no. La contagió antes de que la mataran y sigue viva dos años después. Silencio quiere el régimen, pero no lo tiene, aunque se haya perdido fuelle en las calles, aunque los paros y las protestas no sean ya masivas. Están las conciencias, están las convicciones, y esas se mantienen firmes contra los derechos pisoteados.
La llama prendió y no se ha apagado.
Como tampoco se ha apagado la encendida por las hermanas Mirabal: Patricia, Minerva y María Teresa, asesinadas el 25 de Noviembre de 1960 en su Santo Domingo natal, por orden del dictador Trujillo. Esa llama llevó a la ONU a la resolución aprobada el 7 de Febrero del año 2000, de considerar ese día 25 de Noviembre, el día contra la violencia hacia las mujeres en todo el mundo. Una llama que hizo caer, poco después, al dictador Trujillo.
Ojalá la llama encendida por la joven Mahsa Amini sea capaz de despertar las conciencias de todo el mundo, para oponerse con la espada de la razón y la justicia a gobiernos como el de Irán, país en el que se está masacrando sistemáticamente a las niñas, y a las mujeres que no están dispuestas a someterse a tiránicas consignas islamistas.
© Hortensia Búa Martín
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