Presencia vasca en Córdoba la hay al menos desde que cinco mujeres de ascendencia navarra se coronaron como sultanas, allá por los tiempos del Califato. Nosotros nos acercamos con una embajada más discreta: conmemorar el 150º aniversario de un pintor inconfundible, tanto más inclasificable, como Julio Romero de Torres. Santo laico en Córdoba, cuya devoción se sujeta a su adscripción más conocida. El que pintó a la mujer morena, “con los ojos de misterio y el alma llena de pena”. En esa dualidad está la clave de algo más grande. Trasciende su pintura, aparentemente folclórica, exquisita en fondo y forma, conectada a las vanguardias europeas, siempre con la mujer como epicentro de su secreta simbología.
Si un pintor es una mirada, propusimos un libro que la llevara a su título –“Mírame”- también en dos planos. Sobre el texto, la recuperación de la figura del pintor desde su provocadora singularidad. En diálogo, más de cien recreaciones fotográficas de sus lienzos, para las que necesitaríamos otras tantas modelos dispuestas a posar, desnudas si fuera necesario, sin recibir retribución alguna.
La anécdota tiene valor de categoría -imaginemos este planteamiento en la Donostia de hoy-, pero para eso estaba una librería con vocación de ciclón cultural como La Inaudita. De un día para otro, abrió una inscripción en su web. Si el primero censó cien candidatas, el tercero obligó a cerrar la convocatoria por exceso de oferta: más de quinientas cordobesas decididas a mostrar su cuerpo para revelar el alma del pintor que mejor retrató la de su Andalucía. También desnuda, por encima del tópico, a veces trágica, siempre profunda.
Presentamos el libro en Córdoba en el día de su aniversario, con la librería atestada. ¿Qué lo ha hecho posible? Una insólita convergencia de voluntades, desde la sociedad civil a la Universidad de Córdoba, ya con un documental en marcha. También sucedió hace un siglo, cuando el propio Julio Romero convirtió su estudio de Madrid en un lugar de encuentros donde se citaban personajes como Valle-Inclán o Zuloaga, entre otros tantos vascos que llegaban pares, como los Baroja o los Zubiaurre.
¿Por qué ya no se dan convergencias culturales de este rango, o, si se dan, resultan tan excepcionales que son noticia? Tal vez la respuesta pase por este libro donde se citan cien miradas. Desnudar los cuerpos para vestir su misterio. Eso es Romero de Torres para quien sabe mirar. Encontrar la vida y la muerte, la eternidad en una pincelada.