ESCENARIOS

EL DILEMA DEL CORCHO

El dilema del corcho

El temor, el miedo, la falta de voluntad

Alberto Morate | Viernes 25 de octubre de 2024

Cada uno tiene su recorrido vital, profesional y personal, que le caracteriza durante años, quizás siempre. Es reconocido por sus ideas inquebrantables, por su ideología y su pensamiento ético o filosófico, por sus acciones coherentes e intachable sentido del pundonor.



Sin embargo, a veces, las circunstancias externas, no previstas, hacen tomar otros derroteros y decisiones que, en el mejor de los casos, alguien diría “no te conozco”, “no es propio de ti”.

Eso le viene a ocurrir a un viejo profesor reconocido, y respetado a pesar de sus ideas progresistas, cuando ya en una senectud no demasiado exagerada todavía, le sobreviene un problema de salud. Su calidad de vida y perspectivas futuras dependen de ceder a aquello que tanto ha criticado desde siempre.

Pero las precisiones de la decisión no serán solo suyas, alguien, para él ya casi olvidado, le hará ver las cosas de otra manera y plantearse muchas cuestiones y dudar también de sí mismo.

En un texto perfectamente elaborado por Patxo Telleria, dos personajes se verán en un juego de verdades y mentiras, de trampas, de elipses, de imprecisiones, donde deberán recorrer, sobre todo el profesor, en una duda continua, aquello que ha defendido y que se le desmorona en una angustia de desaliento y remordimiento, de principios que serán, a la larga, su propia acusación.

Lo interpretan el propio Patxo Telleria, con Ramón Barea, en un juego entre el humor y la angustia, entre el desaliento y el desconcierto para el profesor, pero también para los propios espectadores. Dos interpretaciones magistrales, fehacientes, emocionales.

Dirigidos por Mireia Gabilondo, con solvencia y credibilidad, sin ninguna teatralidad exagerada, la inmutabilidad del personaje de Ramón Barea se verá mermada por las sorpresas, haciendo aparecer los fantasmas de un pasado no tan intachable como pareciera.

Ciertamente estamos prisioneros de nuestros actos pasados, de las relaciones que mantuvimos, de la sórdida realidad actual que nos hace desdecirnos para salvar nuestro pellejo. Y ahí es donde entra el temor, el miedo, la falta de voluntad, El dilema del corcho, porque no queremos hundirnos en el esplendor que conseguimos en su día, la obsesión porque nos recuerden como personas íntegras, al fin y al cabo, negar oscuridades es rechazar el desastre, aunque en un momento determinado, los desprecios, los ninguneos anteriores nos estallen ahora en plena cara.

Habitualmente se dice que si uno tiene que arrepentirse de algo debe de ser de lo que no ha hecho, porque lo hecho ya no tiene rectificación, pero cuando se ha obrado a conciencia con convicción y nos damos cuenta del error, hay que pagar por ello o, al menos, reconocerlo.

A no ser que el afán de mantenerse a flote en todas las eventualidades nos subyuguen de tal manera, el intento de escapar o de cobijarse en las sombras sea tan apremiante, que ese Dilema del corcho sea ineludible, porque nadie quiere hundirse cuando está en entredicho nuestra credibilidad como personas íntegras. No olvidemos que nuestro pasado debe hacernos estar vivos y ser buena gente ante los demás, y no pensar que siempre se puede ser un héroe.

FICHA ARTÍSTICA

EL DILEMA DEL CORCHO

Autor: Patxo Telleria.

Directora: Mireia Gabilondo.

Diseño de escenografía: Fernando Bernués.

Intérpretes: Patxo Telleria, Ramón Barea.

Vestuario: Ana Turrillas.

Espacio Sonoro: Adrián García de los Ojos.

Espacio: Teatro La Abadía

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