Nació en el seno de una familia judeoconversa de origen toledano. Su abuelo paterno, Juan Sánchez de Toledo, era un converso que siguió fiel al judaísmo después de bautizado por lo que, a la llegada de la Inquisición a Toledo en 1485 tuvo que “reconciliarse” con la fe cristiana para evitar el juicio por falsa conversión. La reconciliación, además de la multa pecuniaria, consistió en llevar públicamente puesto el sambenito con su cruz en la procesión de reconciliados “que andaban en penitencia siete viernes, de iglesia en iglesia”, en medio de los abucheos y burlas de sus vecinos.
Los legajos, depositados en el archivo de la Chancillería de Valladolid, describen el pleito de hidalguía que entablaron su padre y tíos a principios de 1520, cuando ella contaba cinco años, confirmando este origen judío de santa Teresa. Circunstancia conocida por sus contemporáneos que constaba en los archivos de la Inquisición de Toledo, pero permanecía ocultado de forma deliberada, por la dificultad de aceptar la santidad de una mujer de su raigambre, en el clima social anticonverso que se desató en el siglo XVI. Algo de antisemitismo larvado y una evidente misoginia explican –entre otras razones– los cinco intentos fallidos entre los siglos XVII y XX de nombrarla copatrona de España, los dos primeros promovidos por los Austrias Menores. Oposición constante por una parte de la iglesia española, encabezada por el arzobispado de Santiago de Compostela.
Desde el inicio del proceso para su elevación a los altares, en el cortísimo plazo de trece años tras su muerte, el relato de su vida experimentó un fraude hagiográfico de siglos sobre su progenie, iniciado por sus primeros biógrafos y continuado por los historiadores carmelitas y otros, a los que debió resultar muy embarazoso asumir que la nieta de un reconciliado pudiera llegar a ser canonizada. Tergiversación que responde a una mentalidad barroca según la cual la santidad tenía que estar avalada por otra santidad previa, la social, la de limpieza de sangre. Hasta bien entrado el siglo XX no se conoció la verdad.
Esta cuna judeoconversa y el hecho de ser mujer, estupenda escritora, promotora de una renovación espiritual de una enorme trascendencia en la Iglesia católica y fundadora del Carmelo Descalzo, están íntimamente relacionados y se complementan. En una sociedad donde la alfabetización femenina era muy escasa y la lectura de la Biblia, por poner un ejemplo, le estaba vedada a las religiosas, estas cualidades la hacían sospechosa por partida doble ante la Inquisición, de ahí los problemas que tuvo con ella.
Si su familia era oriunda de Toledo ¿por qué nació en Ávila? Hacia 1490 su abuelo paterno y toda su familia se trasladó allí para que algunos de sus hijos mayores, Alonso Sánchez de Cepeda, progenitor de Teresa y quizá un tío, evitaran la humillación de reconciliarse públicamente. Porque en 1488 cambiaron las Instrucciones de la Inquisición para con los menores que, hasta entonces, se consideraban reconciliados con sus padres hasta los veinte años. Se redujo la mayoría de edad ante el Santo Oficio a los doce y catorce años para mujeres y varones respectivamente.
Eso implicaba que, el padre y un tío de Teresa tenían la edad justa para resultar afectados por esas nuevas normas que ahora también les obligaban individualmente a ellos. Es decir, no se les consideraba reconciliados con su padre en 1485. Esto motivó que al abuelo abandonase el –hasta entonces– tolerante clima social toledano para librar a sus hijos de una abjuración profundamente traumática.
En cuanto a la elección de Ávila como destino de la mudanza familiar, donde encontró la protección que buscaba para sus hijos, debió relacionarse con el hecho de que su obispo, que no dependía del arzobispado de Toledo, era Hernando de Talavera, –de origen converso y reconocido oponente del inquisidor Torquemada y sus métodos– a quien, probablemente, el abuelo conocía por su actividad recaudatoria con el “voto de Santiago”. Allí, el padre de Teresa conoció a su madre, emparentó con el patriciado abulense y arraigó para obtener un reconocimiento fraudulento de hidalguía y alcanzar la plena integración de su linaje en la sociedad cristiano vieja.
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Habiendo conocido la petición de denominar Teresa de Ávila a la estación abulense de Renfe, me adhiero a la misma por el interés de vincular el nombre de la ciudad con la eximia santa y escritora para difundir el conocimiento de su obra literaria y espiritual. Además, será un pequeño homenaje a la vida andariega de la monja fundadora del Carmelo Descalzo, que recorrió –infatigable– los caminos de España hace casi 500 años.