En estas fechas, aledañas a los fastos a quienes se dedican, nos dedicamos, al noble ejercicio de la pluma, me gustaría rendir un homenaje a María Moliner.
La he elegido por varias motivaciones.
La primera porque, al igual que Teresa de Ávila, la patrona de la Escritura en España, María fue una mujer inquieta y andariega, con una incansable actividad fundadora como veremos enseguida.
Tras su nacimiento, el 30 de Marzo de 1900, inaugurando el siglo, en Paniza (Zaragoza), la trasladaron enseguida a Madrid donde estudió en la Institución Libre de Enseñanza: esa Escuela en la que aprendió a pensar, a sentir y a reflexionar.
De Madrid volvió a Zaragoza donde, a los 16 años empezó a trabajar en el Estudio de Filología de Aragón, y continuó haciéndolo mientras terminaba el bachillerato en el Instituto Goya y completaba la carrera de Filosofía y Letras en su rama de Historia, única por esas fechas en esa Universidad zaragozana.
María Moliner desde muy pequeña mostró una determinación y una capacidad de trabajo fuera de lo común. “Metódica, laboriosa, minuciosa, rigurosa”, así la califica su compañera Isabel Calonge. “Una mujer fuera de serie”, me dijo su hija Carmen Ramón Moliner; ¡mi madre no dudaba”, añadió en otra de las varias conversaciones que mantuve con ella para perfilar mi biografía de María Moliner. “Mi madre era una persona vitalista, con una mirada limpia, abierta a todo, curiosa, ávida de conocimiento, optimista y baturra”, me confesó en otra ocasión. “Inteligente, decidida, tenaz, así la califica María Antonia Martín Zorraquino catedrática de lengua en la Universidad de Zaragoza. “Era una mujer muy natural que se comportaba y se manifestaba con una soltura y una seguridad que no eran corrientes entre las mujeres de su generación”, dice otra compañera Carmen Caamaño. Hipólito Escolar, director de Gredos, la editorial que sacó su diccionario destaca su “claridad mental, su exactitud en las definiciones, su mente lógica”.
Pero no era una intelectual metida en su mundo, todo lo contrario, como ella misma le confesó a Carmen Castro en su entrevista de 1972 en Ya, “me gusta trabajar rodeada de mis nietos, no me molestan pues puedo abstraerme en mi tarea”. También Agustín Navarro Alvargonzalez, hijo de José Navarro Alcaser director de la Escuela Cossío de Valencia, me confesó que María Moliner siempre estaba pendiente de sus hijos, y de sus amigos, de que merendaran, les preparaba ella misma la merienda, “tenía capacidad para estar a todo”, me comentaba Agustín.
Dentro del contexto biográfico de María Moliner se podría hablar de lo que decía Laín Entralgo con respecto a las vidas sucesivas y a las vidas complementarias. Ella fue primeramente archivera, pero sus sucesivas tareas en las bibliotecas y más tarde como lexicógrafa construyendo su diccionario, se complementaron en favor de su empeño por la transmisión de la cultura.
En 1922, a los 22 años accede al Archivo de Simancas tras superar brillantemente la oposición para integrarse en el Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Sería la sexta mujer en conseguirlo. De ahí va a Murcia también como archivera.
Será en Valencia desde el año 1930 al 1939 donde, ya como bibliotecaria, desarrolle su actividad fundadora, tras ser elegida directora de Misiones Pedagógicas de Valencia.
115 serán las bibliotecas fundadas por ella, visitadas, y supervisadas por ella. A ellas dedicó además su “Manual para el uso de pequeñas bibliotecas”, con una carta prólogo a los bibliotecarios rurales para alentarles en su tarea de despertar el interés por la lectura.
“Tú bibliotecario debes saberlo,………ahí radica precisamente tu misión: ………….en conocer las cualidades de tus lectores de modo que aciertes a poner en sus manos el libro cuya lectura les absorba hasta el punto de hacerles olvidarse de acudir a otra distracción”
Ella es precisamente una de esas mujeres que cumple con creces con ese patrón de mujeres a las que se quiere homenajear este año 2024 en la celebración de “El día de las escritoras”, con el lema: “Mujeres que miraron al mundo rural”.
María desde luego no se limitó a contemplarlo sino que se encargó de alimentar anímica e intelectualmente a todos aquellos habitantes de los pueblos a los que llevó la cultura a través de sus bibliotecas. Ella les abrió las puertas del mundo a través de, utilizando sus propias palabras: “esas maravillosas ventanas que son los libros”.
Pero su actividad bibliotecaria no paró ahí, dirigió la Biblioteca Universitaria de Valencia y escribió una obra maestra para bibliotecas de mayor calado: “Plan Nacional de Bibliotecas del Estado” alabada dentro y fuera de nuestras fronteras.
Y no olvidemos su participación en la creación de la Escuela Cossío de Valencia.
Quedan aún motivos para alabar a esta mujer sabia de la cultura española. Su actividad no se detuvo tras el año 1939. Volvió a Madrid como bibliotecaria de la Escuela de Ingenieros Industriales, su puesto oficial.
Y mientras permanecía en ese nuevo destino suyo, sintió de golpe “la nostalgia de las energías no aprovechadas” y, como en un trance, volvió a sus queridos maestros de la Institución Libre de Enseñanza, a Américo Castro quien le imbuyera el amor por la lengua española. Ya habló Freud de esa corriente subterránea que une, de por vida, al alumno con el maestro. Según ella confesó en una entrevista en el periódico “Ya” en Febrero de 1972 a la periodista Carmen Castro, la motivación para empezar a escribir su Diccionario de Uso del Español fue precisamente ese amor por la lengua que le transmitió su querido maestro.
En íntima unión con todas las palabras españolas permaneció María Moliner durante 15 años. Sin duda se sintió la madre de todas ellas. Y trató de comprenderlas, como pocos lo habían hecho hasta entonces, de extraerles todos sus sentidos, dando acogida a todas sus acepciones en su “Diccionario de uso del español”. Un diccionario para conocer en profundidad nuestra lengua, y según palabras de la autora: un diccionario principalmente para escritores.
Así lo atestiguan autores como Miguel Delibes, que declara: “su diccionario justifica una vida”. La escritora Rosa Regás por su parte dice: “yo voy a buscar algo y me quedo embobada leyendo las definiciones, tanto, que a veces se me olvida la palabra por la que había acudido”. La escritora catalana Montserrat Roig apunta incluso a ciertas notas de santidad en la proeza de su obra, Santa María Moliner llega a llamarla. El académico Manuel Seco valoró la renovación que solo ella se atrevió a llevar a cabo y destacó la valía de sus definiciones “de nueva planta”, es decir totalmente innovadoras.
Conocidas son las palabras de Gabriel García Márquez: “Moliner hizo una proeza con muy pocos precedentes, escribió sola, en su casa, con su propia mano el Diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana. Se llama Diccionario de Uso del Español, tiene dos tomos de casi 3.000 páginas en total, que pesan 3 kilos, y viene a ser en consecuencia más de dos veces más largo que el de la Real Academia, y a mi juicio, más de dos veces mejor.
Francisco Umbral por su parte declara: “Lo que tiene de personal, de poético, de fascinante, el diccionario de María Moliner, es lo que tiene de intuitivo ─óptica femenina del mundo─ frente a los corpulentos e impenetrables diccionarios de tantos machistas del idioma.”
La alabaron igualmente Rafael Lapesa, Laín Entralgo y el duque de la Torre, quienes la nominaron en 1972 para entrar en la Real Academia de la Lengua, cosa que finalmente no ocurrió.
“…La autora siente la necesidad de declarar que ha trabajado honradamente que, conscientemente, no ha descuidado nada; que, incluso en detalles nimios, en los cuales, sin menoscabo aparente, se podría haber cortado por lo sano, ha dedicado a resolver la dificultad que presentaban un esfuerzo y un tiempo desproporcionados con su interés, por obediencia al imperativo irresistible de la escrupulosidad….” Declara en la presentación de su Diccionario de Uso del Español.
Fue precisamente ese imperativo de la escrupulosidad, de la exactitud, del trabajo bien acabado, el que rigió todas las obras que culminó María. Victoria Kent aseguró que, a su juicio, María Moliner fue la intelectual que más hizo por la transmisión de la cultura. Bien se podría calificar por ello a María Moliner como: “Gran Señora de las Bibliotecas, y Maestra de las palabras españolas.”