Saber el pasado conduce a la verdad. Y es importante saber, aunque la verdad sea dolorosa. Saber de dónde venimos y qué pasó, para no esperar nada después. Para no ir a ningún sitio. Para que todo se mantenga más o menos igual, que no haya cambios, pero conociendo la verdad para no regresar a los malos momentos.
Malditos tacones, un texto de Ignacio Amestoy, nos pone enfrente a dos mujeres de generaciones distintas. En un encuentro que, posiblemente, si hubieran obviado lo que sucedió, no se habría dado. Pero ya está hecho, por más que las dos quieran tomar caminos divergentes, se encontrarán en un apellido, en un monstruo, en un Agamenón, como dicen en la obra, en un destino que no era el de ninguna de ellas.
Lo dirige sabiamente, con la sensibilidad de mujer y experiencia sobrada en mil personajes, miserias, alegrías, otros textos, Magüi Mira, y no es condescendiente con ninguna de ellas. Aunque sí las quiere humanizar, dentro de lo que el texto se lo permite. Ya no pueden dejar de fingir. Es lícito, además, ese encuentro. Tan solo la decisión que tomen las llevará a cada una por un camino o a confluir nuevamente. Todo es posible, pero también pueden ser todo despedidas.
Ellas son Luisa Martín, que se ha prohibido el dolor, que se ha prohibido el llanto, que se ha prohibido los sentimientos. Ahora, ya no quiere recorridos imposibles, la cuestión es que la otra mujer, con toda la reciente madurez por delante, esté dispuesta a ello. Es Olivia Molina, que no quiere venderse porque también tuvo que pasar lo suyo. La salida que le ofrece Victoria (Luisa Martín) es, para la otra, solamente un billete de transacción. María (Olivia Molina), a pesar del miedo, o la frustración, o la decepción por conocer la verdad, no le hace renunciar a su viaje más hermoso.
Ignacio Amestoy nos ofrece un suspiro de vida, o mejor, un desgarro que no puede medirse, que solamente por el carácter aguerrido de ambos personajes puede desarrollarse de la manera que lo hace. En otros personajes más débiles, se hubieran derrumbado a la primera de cambio. Pero aquí el autor nos traza un perfil de mujer, de dos mujeres, que no se quedarán en la queja ni en el suspiro, que soñarán con que detentan el poder, con que son capaces de parar los relojes, si se lo proponen. Que se podrán los Malditos tacones cuando haga falta, para sacar adelante sus proyectos y sus ideas, aunque estos resulten un martirio insoportable.
Dos puntos de vista, de lo que fueron, de que las cosas habrían sido distintas si la sociedad y las críticas no se hubieran, igualmente, interpuesto. Las dos mujeres de la escena se hallan en un cuadrilátero pugilístico, que gira sobre ellas mismas mientras pasado y presente se hacen palabra, no golpes físicos, aunque ninguna de ellas tirará la toalla, aunque el silencio, o la soledad, algunas veces, se imponga y sea más fuerte que ellas. Y, aun así, los plantarán cara, es lo que tiene ser luchadoras, a pesar de llevar, en algunas ocasiones, tacones.
MALDITOS TACONES
Autor: Ignacio Amestoy
Reparto: Luisa Martín, Olivia Molina
Versión y dirección: Magüi Mira
Música: Santiago Martínez
Productor: Jesús Cimarro
Una producción de Pentación Espectáculos
Espacio: Teatro Bellas Artes