FIRMA INVITADA

La interpretación pertinente de «lanza en astillero»

Astillero Covarrubias
Enrique Suárez Figaredo | Domingo 11 de agosto de 2024

¡Cómo somos los anotadores del Quijote! Con aquello de se non è vero, è ben trovato, bajo cada piedra pretendemos haber descubierto lo que a otros les pasó por alto. Bien decía Francisco Rodríguez Marín un siglo atrás, en su edición profusamente anotada:



«Por lo que hace a las notas, cuido en ellas con mucho empeño de defender a Cervantes, no de sus enemigos, que ya no los tiene, sino de sus amigos: de los anotadores, que acá y allá quisieron enmendarle la plana, siendo así que sabían menos que él, o no conocían como él las costumbres y el habla de su tiempo».

A lo que vamos. En su traducción del Quijote al castellano actual (2015), Andrés Trapiello había sustituido «lanza en astillero» por «ya olvidada»; pero después, tras consultar diversas fuentes, en su artículo En Astillero (El País-Opinión 03/06/2016), considerando que «Del significado de una sola palabra depende la interpretación de fondo, literaria y filosófica, del Quijote, nuestro libro más importante», dio en que había de leerse «casi a punto», pues aquel hidalgo de aldea «era a la sazón un caballero en astillero, o sea, a punto de serlo»), y se preguntó: «¿Para qué demonios iba a querer Alonso Quijano todo un astillero para una sola lanza? ¿No le habría bastado con dejarla detrás de la puerta?»

Empezaré por decir que Cervantes no describió el dichoso astillero, pero bien se entiende que una casa de aldea no es el cuarto de armas de una compañía de lanceros: una sola lanza no requería más de dos o tres estacas clavadas en la pared a distancia acorde a la longitud del astil. La RAE no recogió astillero hasta 1770, pero en 1611 Covarrubias (voces asta y lancera) ya había incluido «astillera, que por otro nombre se llama lancera…, adorno de la casa de un hidalgo en el patio o soportal».

Mucho después (1620), el lexicógrafo e hispanista Lorenzo Franciosini lo describió perfectamente en su Vocabolario Italiano e Spagnolo: «rastrello dove si tegnon attacate l’arme inhasta, como picche, alabarde».

En mi despacho, patente a la vista, junto a un acerado don Quijote, tengo un Winchester-1876 (de imitación) attaccato en un artístico y discreto rastrello hecho con dos balas. ¿Acaso había de tenerlo en el fondo de un armario sepultado por los abrigos? Que un hijo-de-algo aldeano conserve a la vista una vieja lanza en su correspondiente astillero evidencia el melancólico y orgulloso recuerdo de los hechos de sus antecesores.

En fin, no comulgo con que del astillero de don Quijote penda «la interpretación de fondo, literaria y filosófica, de… nuestro libro más importante». Ahora bien, quien esto escribe está tan lejos del infalible pontificado, que desde aquí admite su merecida inclusión en el denostado paquete de «los anotadores»: mi tejado también es de vidrio, como el del más pintado.

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