LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo

“SAMSA D’AMORE”

Franz Kafka
Álvaro Bermejo | Sábado 10 de agosto de 2024
Del autor de ‘La metamorfosis’ -ahora se dice ‘La transformación’- creíamos saberlo todo, hasta sus no menos kafkianas relaciones amorosas. De pronto irrumpe una novela llevada al cine, ‘La grandeza de la vida’. Narra el último año de la de Kafka junto a Dora Diamant, aquella bailarina judía a la que conoció en una playa frente al Báltico en 1923, a un año de su muerte, y sólo es el comienzo de todo lo demás.


La película cuenta lo esencial de una historia de amor dramática y maravillosa. Se le puede perdonar que distorsione la figura de Kafka, presentándolo como un autor inédito, cuando ya había publicado dos obras mayores. Cuesta entender por qué omite una secuencia imprescindible que sólo ahora conocemos. Más aún que esa escena siga ausente de sus biografías oficiales, incluso en el año de su centenario. La revela una indagación apasionante, ‘Dora Diamant. El último amor de Franz Kafka’, cuya autora es una Kathi Diamant que, a la kafkiana manera, no guarda relación alguna con su protagonista.

La primera metamorfosis de Kafka se inició una noche de agosto de 1917 en la que despertó, no precisamente convertido en un escarabajo, sino vomitando sangre. En 1923 conoce a Dora, se enamoran, deciden vivir juntos en el convulso Berlín de la República de Weimar.

La pasión, en su lectura trágica, se cumple en un sanatorio austriaco. Franz había pactado con el doctor Klopstok que, cuando llegara “la última hora”, hiciera salir de la habitación a su inseparable Dora, para que no le viera morir. Es lo que hace, le pide ir a la oficina de correos por una carta. Tan pronto se retira, le administran una inyección de morfina. En eso, ya agonizante, Kafka comienza a llamarla desesperadamente. Van por ella. Cuando llega, Franz es un cadáver. Pero Dora le acerca un ramo de flores y, rigurosamente cierto, “él las olió”. Sólo necesitaba eso, su perfume, para eternizar su felicidad en el otro mundo.

Lo vaticinó en sus diarios: “La grandeza de la vida siempre está cerca en toda su plenitud, oculta en lo más profundo. Invisible. Pero si se la llama por su nombre secreto, entonces viene”. Ella no necesitó leerlos: “Vivir con Franz un solo día valía más que toda su obra”.

En 1952, cuando falleció Dora, alguien grabó sobre su tumba las palabras del doctor Klopstok: “Sólo quien conoce a Dora sabe lo que es el amor”. Lástima que Gregorio Samsa, el protagonista de ‘La metamorfosis’, no pudiera leerlas. Habría recuperado la condición humana. Quizá nosotros también.

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