Ahora, hasta los niños han perdido la inocencia. Cada agosto vuelvo buscando ese bucólico remanso de paz que me haga olvidar a Puigdemont, la senda de déficit y el techo de gasto. Siempre estará ahí la belleza salvaje de sierra Andía coronada por la mole de Berian. Lizarraga, tu nombre me sabe a hierba cuando salgo a coger moras con mi family (todo mujeres incluida Dora, la perrita de mi hermana) Es genial tener un pueblo al que volver y una casa antigua habitada de memorias y recuerdos.
También de historias surrealistas que nunca he contado. Como la de Clemente, un hombre rudo, tosco, sin propiedades ni cash, que pidió en matrimonio a mi tía Bibiana, heredera de una de las casas más ricas del pueblo. Ella le rechazó ofendida. Pero pasaron los años y Bibiana no se jamaba un rosco. Así que mi abuela Jacinta fue a buscar a Clemente con dos gallinas y una ristra de morcillas “Si tú quieres, ella quiere”, le dijo sin rodeos. Y quisieron. Eso es eficacia y precisión. La suerte de mi abuelo Juan Cruz fue aún más insólita. Cavando una fosa en el cementerio para enterrar a un vecino, sufrió un infarto y cayó redondo en el agujero. Eso es rentabilidad, además de eficacia y precisión. Por cierto, cualidades que debería imitar la oposición al Gobierno ¡Feliz agosto!