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LIZARRAGA

Lizárraga

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Begoña Ameztoy | Martes 30 de julio de 2024
Este artículo es un clásico del verano, como cuando Ana Obregón posaba metiendo tripa jugueteando con las olas en las playas de Mallorca. Qué tiempo tan feliz. Éramos tan jóvenes.


Ahora, hasta los niños han perdido la inocencia. Cada agosto vuelvo buscando ese bucólico remanso de paz que me haga olvidar a Puigdemont, la senda de déficit y el techo de gasto. Siempre estará ahí la belleza salvaje de sierra Andía coronada por la mole de Berian. Lizarraga, tu nombre me sabe a hierba cuando salgo a coger moras con mi family (todo mujeres incluida Dora, la perrita de mi hermana) Es genial tener un pueblo al que volver y una casa antigua habitada de memorias y recuerdos.

También de historias surrealistas que nunca he contado. Como la de Clemente, un hombre rudo, tosco, sin propiedades ni cash, que pidió en matrimonio a mi tía Bibiana, heredera de una de las casas más ricas del pueblo. Ella le rechazó ofendida. Pero pasaron los años y Bibiana no se jamaba un rosco. Así que mi abuela Jacinta fue a buscar a Clemente con dos gallinas y una ristra de morcillas “Si tú quieres, ella quiere”, le dijo sin rodeos. Y quisieron. Eso es eficacia y precisión. La suerte de mi abuelo Juan Cruz fue aún más insólita. Cavando una fosa en el cementerio para enterrar a un vecino, sufrió un infarto y cayó redondo en el agujero. Eso es rentabilidad, además de eficacia y precisión. Por cierto, cualidades que debería imitar la oposición al Gobierno ¡Feliz agosto!

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