En la Biblioteca Nacional de España se ha presentado la exposición “Unamuno y la política. De la pluma a la palabra”, en cuyo acto han participado Óscar Arroyo, director de la BNE; Matilde Olarte, vicerrectora de Cultura de la Universidad de Salamanca y Colette Rabaté y Jean-Claude Rabaté, comisarios de la exposición.
La exposición podrá ser visitada hasta el 8 de diciembre de 2024
La exposición “Unamuno y la política. De la pluma a la palabra” que se expone en la sala Hipóstila de la Biblioteca Nacional de España analiza los vínculos indisolubles que unen a Miguel de Unamuno (1864-1936) con la Historia de España a lo largo de más de cincuenta años a partir de la selección de numerosos documentos iconográficos y textuales.
La muestra, que nace de la colaboración entre la BNE y la Universidad de Salamanca, es un compendio de la que se celebró en la Hospedería Fonseca de la Universidad de Salamanca entre octubre de 2021 y marzo de 2022. Comisariada por los historiadores, profesores e hispanistas Colette y Jean-Claude Rabaté, su enfoque cronológico deja ver la coherencia y el desarrollo político de Unamuno ante el devenir histórico y social de la España de finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. Según los comisarios, “es fácil amontonar documentos, pero aquí se ha querido hacer un relato” que muestre la evolución del pensamiento unamuniano.
Recorrido por la exposición “Unamuno y la política. De la pluma a la palabra”, en la BNE.
Entre las 165 obras originales y gráficas de la exposición – de las que 41 pertenecen a la BNE- hay manuscritos, prensa, fotografías familiares, de la vida universitaria y de su vida política, y objetos como la Banda con insignia de la Orden de la República y el título de Ciudadano de Honor, así como algunas cartas a través de las cuales “se pueden corregir muchos prejuicios sobre Unamuno”, según la comisaria Colette Rabaté. También puede escucharse su voz, en un discurso en el que Unamuno hace una disertación sobre “El poder de la palabra” y propone “aprender con los oídos”, un documento que forma parte del Archivo de la Palabra de la BNE, según ha destacado en la inauguración el director de la Biblioteca Nacional de España, Óscar Arroyo.
“Han podido comprobar que mi pluma taja, más que las espadas de los generales de la tiranía”
(Abril de 1926)
Imposible de etiquetar y encasillar en sus discursos, Unamuno fue un intelectual valiente y comprometido. Rector, poeta, novelista, ensayista, columnista, dibujante, conferenciante internacional y experto en papiroflexia- dato que refleja la exposición en un guiño al final del recorrido-, expresó desde la juventud su postura en cuestiones como la censura, el pacifismo, el anticolonialismo o las instituciones y fue coherente con sus ideas, que defendió sin importarle las circunstancias o preferencias de cada momento.
Desde muy temprana edad, Unamuno se propuso “hacer opinión pública” y remediar los males de la patria. Desde su época en el rectorado denuncia el poder de la Iglesia, la monarquía y el papel del Ejército. Se posiciona también en contra del colonialismo y de los fascismos que ve nacer en Alemania e Italia. Primer y feroz oponente a la dictadura de Miguel Primo de Rivera, fue elegido diputado de la joven república, de la que acabó defraudado y distanciado, hasta el punto de apoyar en sus inicios el golpe militar de 1936, contra el que se acaba alzando firme y públicamente durante la sonada celebración del Día de la Raza, el 12 de octubre de 1936.
Estructurada en siete partes, la exposición recoge las reflexiones de un intelectual reacio a cualquier clase de dogma, presentado como contradictorio y “paradojista”. Del despertar de su conciencia civil cuando era un niño al contemplar en 1874 la entrada victoriosa de las tropas liberales en Bilbao hasta el “Vencer no es convencer” pronunciado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936, nada ni nadie consiguió acallar la pluma y la palabra de Unamuno, que sufrió destituciones, censura, destierro – Fuerteventura, esa isla del viento en la que permaneció unos meses y en la que encontró calma a pesar de todo -y autoexilio.
Don Miguel nunca fue un político en el sentido literal de la palabra, sino que asumió la tarea de agitar los espíritus a través de su ingente obra periodística y sus múltiples discursos, que le valieron tantos seguidores como detractores, tantos apoyos como enemigos. Desde la cátedra y la prensa, como “predicador ambulante” que llenaba plazas y era aclamado por las masas, siempre alzó la voz, una voz bien alta, que puede escucharse en la exposición.