Ahí está el mar. Lo tengo enfrente. Y el horizonte cerca, muy cerca. Solo me separan 14.4 kilómetros de distancia.
Hay un muro al que me encaramo para ver el mar desde arriba. Pero sigue siendo inalcanzable. Hay muchos silencios, muchas noches en vela, perseguido, corriendo, escapando, imaginando. Hay un cinturón que pretendía enseñarme por las malas. Hay una zapatilla que pretendía meterme en vereda.
Esto no es un cuento. Es una realidad, es mi experiencia. Nos la cuenta Ahmed Younoussi, a través del texto de Juan Diego Botto y de Sergio Peris-Mencheta que también lo dirige. Es su vida. Son los ojos de su infancia. Son los sueños que se escapan, esnifar disolvente, es dejar que la lluvia le moje, es perder a los amigos, es recordar, en tantos intentos de huida, de escapada, para llegar a la otra orilla, pero en el mar se diluyen también las vidas de otros, en el mar se ahogan voces y esperanzas, en el mar no quedan rastros ni huellas.
Cada uno nace donde le toca, eso no significa tener que quedarse. Puedo arraigarme en la tierra que me acoge, puedo abrir los ojos hasta desgarrármelos, puedo sentir que las puertas se abren, aunque no todos lo consigan.
Siempre quedará ese vacío y esas ausencias. Por eso es la necesidad de contarlo. Porque quiero responder a todas las preguntas que nunca me han hecho, porque no hay respuesta al éxodo, al exilio, a la migración, al desamor, a la soledad, al sufrimiento.
No quiero que se borre esta historia en un colchón de confort entre sábanas limpias de algodón, no solo no quiero borrarlo de mi memoria, sino que todo el mundo debe conocerla. Esta historia, hay otras, muchas otras, parecidas y distintas, cada una con su drama personal, cada una con sus dudas y sus diferentes destinos.
A no ser que se hayan hundido en esos 14.4 kilómetros que separan Europa de África, en esos 14.4 kilómetros donde se sumergen las lágrimas y arrastran hacia el fondo rabias.
Yo, dice Ahmed, llegué en un dragón blanco, como Atreyu, en una historia interminable que nunca acaba. De casualidad, cuando ya me habían golpeado mis padres, la policía, y yo mismo, que me estaba golpeando por dentro, sin darme cuenta de la verdad más absoluta, que es que hay clases y, para algunos, la suerte está echada, la mala suerte, de forma inevitable.
Pero las luces del horizonte cercano son una llama. Es el universo entero, es la inmensidad de lo que me queda por vivir, solo necesitaría que me crecieran alas y poder volar, como los pájaros hasta ese futuro que me estaba vedado. Por más que mirara al cielo, no vi una estrella fugaz para pedirle un deseo, era la noche oscura y larga.
Nos lo cuenta Ahmed Younoussi, con las palabras y los recuerdos, en una puesta en escena que es un dolor en el pecho, y es que el alma se parte en dos, el recuerdo y la ilusión.
Y no busca medallas, ni reconocimiento, ni siquiera aplausos o abrazos, necesita que sepa lo que ocurre, lo que está pasando, si dejamos que las barcas vayan sin timón a la deriva, es importante que se tome conciencia de que las oportunidades no son las mismas para todos, y algunos requieren bastante más ayuda que los que miran sin hacer nada.
14.4
Dramaturgia: Juan Diego Botto, Sergio Peris-Mencheta y Ahmed Younoussi
Dirección: Sergio Peris-Mencheta
Con: Ahmed Younoussi
Diseño de espacio escénico: Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de iluminación: Javier Ruiz de Alegría (AAPEE)
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Diseño de videoescena: Ezequiel Romero
Composición música original: Joan Miquel Pérez
Dirección de producción y producción ejecutiva: (Barco Pirata) Nuria - Cruz Moreno
Una coproducción de Barco Pirata y Teatro Español
Espacio: Naves del Matadero Teatro Español