Lo he pillado en Internet y ya te digo que su merchandising nada más lejos de mi estética urban chic. Eso sí, cada cual expresa su creatividad y se busca la vida como puede. Lo más interesante de Rammstein es su puesta en escena. Performances y vídeos terroríficos y apocalípticos para muy cafeteros. Un metaverso alienante signo de los tiempos donde gana el malo de la peli.
Han aterrizado en San Sebastián 37.000 incondicionales a ver el espectáculo y a colapsarnos la ciudad un poco más (parió la abuela). Algunos han dormido en la calle pegados al estadio. Es asombroso. Me pregunto por quién sería yo capaz de dormir una noche al raso. Desde luego, ni por la patria, ni por dinero, ni por amor. Y más te digo, ni siquiera por Elvis, tío. Treinta y siete mil fans deambulando por la city. Y seguimos para bingo. Entre gabachos, guiris y comedores compulsivos de pintxos sorteando obras del Metro, hormigoneras y cascotes en la avenida de la Libertad, a San Sebastián no la conoce ya ni la Belle Epóque que la parió. No sé si escribir una carta a la ciudadanía o echarme al monte. Mira, igual que Pedro Sánchez, estamos los dos en la misma disyuntiva. Venga, carretera y manta.