Lo que te depare la vida es solo cuestión de desearlo, pero también de ponerse a ello, aunque después no haya tal triunfo, se trastoquen los planes, si es que los hubiere, o no sea el final esperado, si es que esperábamos uno concreto.
Esta es La increíble historia de Elzéar Duquette, personaje que existió realmente, (Canadá, 1910-1988), que caminó durante más de 40 años por el mundo mientras representaba sus espectáculos. Era conocido como "king of the walk", el rey del paseo, o de la caminata. Llevaba una especie de féretro donde guardaba sus bártulos y le servía de cobijo. Davel Puente asume su personaje en un paralelismo de relojes de arena, donde el tiempo no espera a nadie, pero hay que saber disfrutar de ello.
Davel Puente viene de la emotiva tradición del circo, de los malabares, del nomadismo teatral, del espectáculo de clown, por lo tanto, se ajusta, como tirante al pantalón, este montaje entre cuentacuentos, magia, prestidigitación, pirueta de sombreros.
Ha sido colaborador de la compañía Cirque Bidon, entre 2014-2016, compañía francoitaliana que viaja por Europa en carromatos tirados por caballos, considerada una de las primeras compañías de nuevo circo a finales de los 70 y creador de su propio espectáculo.
“Es maravilloso”, dice. Todo puede ser maravilloso si lo vemos con optimismo y no nos arredramos ante las malas pasadas de la imposibilidad ajena. El actor/autor/personaje nos va trayendo, desde el inicio de sus palabras, esa historia que puede parecer increíble, pero para eso está el teatro, para que nos lo creamos.
Vemos un espectáculo tierno y dulce, cuasi de marionetas en forma de relojes de sol, donde el relato del viaje es lo de menos, porque lo que importa es la forma de contarlo y de vivirlo, la quietud, en paradoja, que ofrece ante esos miles de kilómetros que tuvo que hacer Elzéar Duquette.
Nos ofrece libertad de acción, mientras el tiempo inexorable no se detendrá, pero él tampoco. Nos viene a decir, como aquel viejo poeta, que “se hace camino al andar”, a golpe de impulsos, en muchas ocasiones, pero siempre intentando que lo vivido sea intenso, que a quienes conozcamos nos aporten sabiduría, paz y, si es posible, amor, aunque este sea más complicado de alcanzar.
Hay un sendero que apunta siempre al infinito, un recodo en el camino en el que descansar, un punto final que solo lo marcará el reloj (de arena) del tiempo. Y de la vida.
Procuremos encontrar nuestro propio viaje, aunque no nos movamos del sitio, como el padre de Elzéar Duquette, porque la verdad y el sentimiento están en nosotros mismos. Solo hay que querer emprender ese trayecto en busca de nuestro propio destino, libre de ataduras, sabiendo que, como equipaje perpetuo, llevamos cerca un ataúd, pero eso, ahora, es lo de menos.
LA INCREÍBLE HISTORIA DE ELZÉAR DUQUETTE
Creación, Dirección e Interpretación: Davel Puente Hoces
Escenografía y construcción de marionetas: Richard Cenier
Administración: La Cantinela Association Culturelle
Espacio: Teatro Infanta Isabel