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Xavier Güell presenta su nueva novela "Shostakóvich contra Stalin"

Xavier Güell (Foto: Maudy Ventosa).
Maudy Ventosa | Lunes 13 de mayo de 2024
Xavier Güell, ex director de orquesta, gestor cultural y novelista, acaba de publicar en la Editorial Galaxia Gutenberg, el tercer volumen de la tetralogía Cuartetos de la guerra: "Shostakóvich contra Stalin". La primera estuvo dedicada a Béla Bartók, la segunda a Richard Strauss y ésta a Dimitri Shostakóvich, un compositor que, junto a Gustav Mahler son los más conocidos de la Unión Soviética.


La presentación a la prensa tuvo lugar en un conocido restaurante madrileño cercano al Ateneo madrileño, el pasado 9 de mayo y, como en otras ocasiones, pasión y emoción inundaban al autor que no defraudó al hablar de la que considera su mejor obra hasta el momento y que está escrita con la estructura de una ópera en tres actos, que transcurre en ocho horas en un intento de Shostakóvich por acabar su última obra, Sonata para viola y piano. La novela tiene un preludio inicial, tres actos, un intermezzo que separa el segundo del tercer acto, una coda y un final. Su obra más musical, y eso que todas lo son, hasta el momento.

La novela muestra la lucha desigual de dos personajes que marcaron el devenir del S. XX. "Una relación conflictiva que en muchos casos obligó al músico a transitar por caminos que de otra manera no hubiera pisado", afirmó el autor; algo que condicionó la obra de Shostakóvich. Desde el punto de vista de Güell, "el compositor hubiera sido otra cosa sin Stalin y el régimen comunista soviético. Era un compositor progresista que quería conjugar todo, lo que era modernidad con los tiempos revolucionarios de los que tuvo que vivir".

"Shostakóvich contra Stalin habla de valor y de cobardía, del bien y del mal, de la belleza y de la fealdad, de ese ámbito de las personas de entenderse a sí mismas para entender a los demás y para entender el mundo que nos rodea", señala Güell con la pasión que le caracteriza. Stalin y el compositor son las dos caras de una misma moneda, son los dos representantes de una Unión Soviética que durante esos años fueron más conocidos en todo el mundo. El primero, el mayor genocida del mundo, el segunda el compositor más original de los últimos tiempos.

La doble faceta del Güell de músico y escritor, logra que la palabra se aproxime a la música, que suene en cada página, que imponga el ritmo, las cadencias y las pausas. Una musicalidad que se percibe en todo el volumen. Consigue acercarse al alma del compositor, porque solo así se puede diferencias la apariencia musical de la esencia musical, como cuando dirigía sus obras en el escenario y se mimetizaba con él. Algo que aprendió desde el principio de uno de sus maestros en la dirección de orquesta, Leonard Bernstein. Porque sus páginas son para todo el mundo que tiene una sensibilidad especial por todo tipo de arte.

Es sábado, 5 de julio de 1975 y nos encontramos en el estudio de Dimitri Dmítrievich Shostakóvich, en su dacha de Zhumkovka, a treinta kilómetros de Moscú y acaban de dar las doce de la noche… En primera persona, el compositor que se hizo famoso con su Primera Sinfonía o la ópera La nariz, en la que combinaban de manera originalidad la tradición rusa y las corrientes modernas que imperaban en Occidente, nos abre su corazón dando rienda a que afloren sus sentimientos y sus recuerdos mientras intenta acabar la que sería su última sonata en una larga noche; mientras, su amada esposa, Irina, duerme en la estancia contigua. Creo en la noche: noche tras noche, más de veinticinco mil han sido mis noches para llegar al final. Noches como puños que golpean, un estallido que rasga el silencio, voces desaparecidas, música callada, el camino que me lleva al infierno.

Recuerda el 26 de enero de 1936 cuando, por enésima vez se representaba en el teatro Bolshói de Moscú su ópera Lady Macbeth. Esa noche marca un antes y un después en la vida de Shostakóvich porque, oculto tras las cortinas de uno de los palcos presenciaría la obra el Camarada Secretario General, Iosif Stalin, acompañado del Jefe de la Policía Secreta, el Ministro de Exteriores y el Ministro de Cultura. La inquietud y el temor del compositor se vieron confirmados a la mañana siguiente. Alabada su obra hasta entonces por todos los grandes dignatarios del sistema comunista, su suerte cambió esa fatídica noche. A Stalin no le había gustado su ópera, y abandonó el palco antes del cuarto acto.

Shostakóvich, al que quisieron convertir en el “Beethoven Rojo”, pasa a ser un enemigo del pueblo, y desde entonces hasta el final de sus días, nunca dejaría de sentir miedo.

Shostakóvich contra Stalin, una gran novela escrita con la sangre de los perdedores.

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