aprendí que el grito de dolor que se eleva llevando la angustia de una madre, su hija muerta en sus brazos, preguntándose por qué la muerte cae del cielo en Gaza, es también mi grito,
solo que tenemos que aprender que el dolor ajeno es nuestro dolor
aprendí que el vivir con miedo en un Kibutz es no vivir, que el miedo hace que se tema caminar por las calles, asistir a un concierto o dar un abrazo a un nuevo amigo o a un vecino; el miedo me acompañó una parte de mi vida, temí al hombre,
tenemos que aprender a encontrar las causas de ese miedo para enfrentarlo
aprendí que la poesía no cura las heridas, cura el alma, pero las heridas permanecen, aprendí que la poesía no es inocente
solo que tenemos que aprender a escuchar su voz
aprendí que una imagen puede regresarnos al pasado, que la policía, la guardia nacional entrando a una universidad a desalojar un grito de angustia, el dolor ajeno renaciendo en jóvenes corazones, a esposar una mente reclamando justicia, es un error
que hay que aprender que el pensamiento no se desaloja, ni se encadena, que el hacerlo es peligroso
aprendí que la cólera en tiempos de odio es mala consejera, que da vuelta la espalda al diálogo, al ser humano,
aprendí que una bandera no puede producir odio, que la diferencia no puede producir odio, que dos banderas forman un pueblo, que miles de banderas, forman la humanidad
pero que tengo que aprender a vivir en un mundo sin banderas
mi pluma hoy acampa en las universidades, al igual que lo hiciera ayer en Chile, en el 68, elevando mi grito herido para sumarlo al grito de una niña vietnamita su frágil cuerpo desnudo, su piel cayendo en pedazos, tras la muerte caer del cielo y envolver sus sueños en napalm
aprendí que la paz no se logra enviando herramientas de muerte, que ello aparta los pueblos, que presagia nuevas guerras, que alimenta las arcas de los mercaderes de la muerte, que es preferible enviar la palabra, pero ello no es fácil y requiere valentía e integridad
aprendí que las autoridades con el pasar del tiempo olvidan que una vez elevaron su voz, que olvidaron el horror de ver el pensamiento apaleado y encadenado, y si no lo hicieron su universidad les falló
olvidaron que el aprender es permanente y que el pensamiento debe ser libre
solo que hay que aprender a desprenderse de los intereses económicos que encadenan el pensamiento y aceptar que la juventud avanza, corazón puro, cuerpo adolorido, avanza, más allá de las chequeras, avanza
aprendí que un poema no debe transformarse en arma mortal, que la palabra no debe herir, aunque el mundo nos hiera
aprendí que tengo que aprender a escuchar el dolor para que llegue el día en que pueda escuchar la alegría,
para que llegue el día en que pueda levantarme del prado en una universidad y salir nuevamente a caminar sonriendo en busca de mi hermano, mi hermana, de un verso de esperanza, de un mañana más humano
ayer volví a la universidad