No sé qué decirte, no sé qué pensar. No puedo dormir, el personaje, los personajes, no pueden dormir en el camarote de un barco. Puede ser un camionero, puede ser Goethe, quizás sea Noé en su arca, o un simple viajero.
En la bodega de la nave van animales, pero también viajan las palabras, los sueños, los recuerdos, las experiencias pasadas, aunque no se sepa fotografiar bien cada lugar visitado.
En la cubierta viajamos todos los demás, tampoco tenemos sueño. Alguien, el personaje, los personajes, cuentan historias que parecen deslavazadas pero que tiene su hilazón con la historia, con los sentimientos, con las relaciones humanas.
Acercarse a las cosas sin ninguna intención, la teoría de los colores, porque el color es el resultante de la interacción entre la luz y la oscuridad, los colores no son producto de la luz blanca y, mientras tanto, hay una sensación de soledad. De sentir que los animales pueden hablar, expresarse, y convertirse en tiranos y fascistas que interrogan sin piedad.
También un simulacro de catástrofe puede convertirse en desvelo, en hacer que no se pueda dormir nunca más, en notar, sin probarlo, el sabor salado del agua del mar.
Juan Mayorga escribe y dirige La Gran Cacería como la consecuencia de un insomnio; mientras no duermo pienso en unas secuencias y consecuencias, en unos actos, en unos hechos, reales y ficticios, pero cuando se levanta a escribirlos las ideas se apelotonan impúdicamente, provocadoras, desafiando al autor, como diciéndole, a ver qué haces ahora con todo esto.
Y Alberto San Juan, sin oponer resistencia, pero sí cuestionándose el juego dialéctico, lo pasado y lo inventado, el recorrido de otro autor, Johann Wolfgang von Goethe, la construcción de un arca, la carga simbólica que lleva en un camión, el prisma que guarda bajo la almohada, abre sus sentidos y nos cuenta a los demás pasajeros/espectadores este juego de la historia, esta resistencia a no dejarse amedrentar por situaciones imprevisibles.
Lo acompañan Ana Lischinsky y Elisa Forcano, oso y tigre, parias que llevan al circo romano, o al zoo, que pretenden acabar con el dominio de los guardianes, aunque desconozcan cómo gobernar un barco.
Se podría afirmar, casi con rotundidad, que todos somos seres humanos. Pero los hay que no, porque algunos hieren, abarcan, violan, abusan, se imponen sobre los demás y, muchas veces, no violentamente, como en el duelo a garrotazos del cuadro de Goya, sino sutilmente, cercenando la sensibilidad, la conciencia, la libertad.
En este espacio donde el escenario es un prisma que refleja los colores que determinan a las personas, a las conductas, La Gran cacería es la creación onírica de una representación del alma, el cuerpo, la sangre, la comunicación, apuntes para una memoria en la sombra de un sueño.
LA GRAN CACERÍA
Autoría y dirección: Juan Mayorga
Intérpretes: Alberto San Juan, Ana Lischinsky y Elisa Forcano
Una producción de TEATRO DEL BARRIO