En este sentido, huelga recalcar que hasta ahora sabemos que Miguel quería obtener un empleo en Hispanoamérica tres veces--el 16 de noviembre de 1581, el 8 de agosto de 1582 y 1590--como asalariado de la Monarquía Hispánica. Empero el biógrafo cervantino Emilio elucubra que «es posible que hubiera un cuarto intento frustrado en la primavera de 1586, hipótesis que desarrollamos en el trabajo con nueva documentación» (E. Maganto Pavón, El frustrado…, 289).
Asimismo, conviene subrayar que desconocemos los cargos que el héroe de Argel solicitó en sus dos primeras peticiones y «nadie puede asegurar si Cervantes realizó alguna petición más» (E. Maganto Pavón, El frustrado…, 290). Sin embargo, por lo que atañe a la tercera petición del autor de La Galatea (1585), es conocido que fue elaborada el 21 de mayo de 1590 (K. Sliwa, «Miguel de Cervantes quiso emigrar dos veces a América Latina», 264), pero la respuesta del Consejo de Indias fue negativa, recomendándole: «busque por acá en que se le haga merced».
Con certeza, el investigador madrileño Emilio sostiene correctamente que «el escritor, tras su redención y pese a sus otras dedicaciones y servicios a la Corona, primero en Portugal, más tarde en la corte y, finalmente en Andalucía, a pesar de los diez años trascurridos desde la primera a la última solicitud, nunca abandonó su afán de ser destinado a alguna de las provincias o virreinatos americanos. Ese anhelo que tenía en conseguir un oficio en las Indias para alcanzar fortuna que nunca pudo ver satisfecho, que fue definido por Luis Astrana Marín (Astrana Marín, IV: 456) como una ensoñación imposible: “el sueño más absurdo”» (E. Maganto Pavón, El frustrado…, 291).
De igual modo, el documentalista cita al espléndido historiador chileno José Toribio Medina (1853-1930), quien afirmaba que «uno de los que pudieron informarle en esa época de todos los detalles referentes a diferentes vacantes fue Jerónimo Venegas, procurador en la Casa de la Contratación, amigo suyo, que le había servido hacía bien poco de fiador en algunas de sus encomiendas y requisas» («Cervantes americanista», 2022).
También, fundamentándose en la nueva documentación, el profesor Maganto Pavón opina que «la información más fidedigna del periplo marítimo y lo que giraba en torno a la autorización para viajar allí (licencia de pase), la pudo obtener mucho antes, quizás después de su regreso de Portugal, a través de sus amistades indianas que volvían a la Metrópoli para conseguir alguna merced o petición y que permanecían en la Villa y Corte durante muchos años antes de conseguirlas. Muchos de ellos eran militares, encomenderos en los virreinatos, o con algún cargo de importancia en el Nuevo Mundo. Entre estos, quizás los más significados, el sevillano Pedro de Montesdeoca y el limeño Juan Dávalos de Ribera, ambos poetas residentes en Perú, que volvieron juntos a España en 1580 y de los que se sabe que fueron muy amigos de Cervantes en Sevilla y Madrid durante varios años, o el poeta y escritor Alonso de Ercilla que tras su regreso definitivo a la Península residió permanentemente en la Villa y Corte» (E. Maganto Pavón, El frustrado…, 292-93).
Al lado de ello, Maganto Pavón testimonia documentalmente que «muchas de las vacantes o cargos de nueva creación que se generaban en la Metrópoli o en América y que no implicaban jurisdicción, eran vendidos o subastados por la Corona al mejor postor. Pero, en general, solo un grupo de pretendientes seleccionados, con linaje reconocido, poderosos económicamente, o méritos muy definidos, entre ellos su larga relación con las Indias, podían optar a ellas. La política de ventas de cargos y honores seguida por parte de la Monarquía Hispánica en el momento de las concesiones, en particular las vacantes que se producían en los territorios americanos, ya fue demostrada hace casi 50 años por Francisco Tomás y Valiente (1972), quien fijó su atención sobre todo en la venta de oficios municipales, clasificándolos en oficios vendibles – oficios de pluma, oficios de poder en el ámbito municipal, y oficios honoríficos o de dinero–, y aquellos que, como el de gobernador, corregidor, oidor, o consejero, que implicaban jurisdicción, nunca llegaron a enajenarse por la Corona» (E. Maganto Pavón, El frustrado…, 300).
Además de esto, acentúa que «no puede descartarse que Mateo Vázquez fuera el que eliminara a Cervantes de una primera selección de candidatos, tengo para mí que el escritor tenía otros condicionantes negativos que quizás influyeron en la decisión de los miembros del Consejo para excluirlo. Aparte de no tener estudios universitarios, no tenía un apellido ilustre o con linaje, no pertenecía a ninguna élite u oligarquía social, pero, sobre todo, no tenía relación alguna con las Indias. En teoría, ni podía acceder a plazas que implicaran jurisdicción, ni tampoco económicamente podía aspirar a los oficios vendibles, muchos de los cuales se subastaban allí» (E. Maganto Pavón, El frustrado sueño…, 301).
De igual forma, confiesa que «durante mi investigación documental también he conseguido localizar los inéditos documentos que tratan la resolución de la última plaza solicitada por Cervantes en su memorial de 1590: la de contador de las galeras de Cartagena de Indias. Como estudiaremos más adelante, el escritor quizás pensó que podría lograr esa plaza por el apoyo que su amigo Pedro de Lodeña, Gobernador de Cartagena en ese momento, le podría brindar ante el Consejo de Indias. Cervantes le había invitado como padrino a su boda con Catalina de Palacios en enero de 1586 y aún ostentaba ese cargo.
Sin embargo, si Cervantes llegó a solicitar su intermediación ante el Consejo, cosa que ignoramos, tampoco hubo una respuesta favorable del Organismo. El oficio le fue concedido el 11 de julio de 1590 a un tal Ramón de Monreal. En teoría, y por lo que hemos visto, este sería el único cargo al que hubiera podido acceder el escritor con alguna posibilidad. Aunque el oficio de contador de las galeras llevaba anejo el de veedor de los navíos de la armada de Indias que protegían las costas de Tierra Firme, una de cuyas bases se situaba en Cartagena, como podemos leer en el nombramiento de Felipe II, el salario que percibía no era muy elevado: 100.000 mrs.
Pero, podemos preguntarnos: ¿quién era el tal Ramón de Monreal y que méritos tenía para ser nombrado contador y veedor de las galeras de la guarda de Tierra Firme y Cartagena? Por lo poco que he podido descubrir de él se trataba de un infanzón del reino de Navarra, natural de Aoíz, criado real, y caballero de la Orden de Santiago. Aunque se ignoran las circunstancias de su nombramiento y como lo consiguió, por su linaje, por ser servidor de la Casa Real y por sus privilegios, podemos imaginarlo. Debió comprar el oficio con el beneplácito de la corona o del Consejo.
De todos estos pormenores y datos documentales podemos deducir que tampoco ese oficio vendible le hubiera sido concedido nunca a Miguel de Cervantes. Si es que el escritor llegó a formar parte de la lista de candidatos, que lo dudo, tenía un difícil competidor. Me consta que el mismo Cervantes acabó dándose cuenta de la triste realidad por lo que, muchos años después, escribió en la segunda parte del Quijote:
(E. Maganto Pavón, El sueño…, 306-307).
Para finalizar, deseo resaltar que los nuevos documentos, localizados por el distinguido profesor Emilio Maganto Pavón formarán parte de mi libro: Documentos de Miguel de Cervantes Saavedra, 1547-1616, que ya abarca 1.115 documentos tocantes únicamente a Miguel, de estos 800 nuevos datos, y le agradezco al infatigable detective Emilio su ejemplar y excelente colaboración.
A fin de cuentas, le felicito a nuestro benemérito historiador Emilio por su brillante hallazgo de los nuevos testimonios de inestimable valor historiográfico, que contribuyen los nuevos detalles biográficos, precisan las fechas, y desvelan que los biógrafos cervantinos del autor de Las Novelas ejemplares (1613) definen su imagen que en verdad no corresponde con la realidad, en particular, con su deseo de emigrar y vivir en América Latina. En efecto, dichas joyas documentales de excelencia brindan especial interés histórico para la reconstrucción de la biografía documentada del glorioso Manco, así como para la Historia de Bolivia, la Historia de Colombia, la Historia de Guatemala, la Historia de México, y la Historia del Perú, y deberían ser puestas en letras de molde para rectificar así los grandes desaciertos en las enciclopedias, libros de enseñanza y revistas electrónicas. ¡Enhorabuena!
«Laus in Excelsis Deo»,
Krzysztof Sliwa
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