Todo en Balzac, incluso las porteras, tiene genio”, escribió Baudelaire. Cabe decir lo mismo de la adaptación cinematográfica de la segunda parte de su trilogía, ‘Las ilusiones perdidas’, con la que Xabier Giannoli se alzó con siete premios César. La piedra angular de su ‘Comedia Humana’ tallada como una pieza de orfebrería en cada plano, en el friso de personajes, tanto más cínicos, tanto más deslumbrantes, pero sobremanera en su puesta en escena. Una ópera en movimiento en torno al convulso periodo de la Restauración, con una derivada inquietante. Imposible una obra más lúcida, ni más devastadora, ni más actual. Doscientos años después nadie como Balzac. El gran cronista político de nuestro tiempo.
¿Queréis saber qué nos espera en 2024? Seguid los pasos del ingenuo Lucien de Rubempré, desde su triste Angulema, donde trabaja en una imprenta y escribe poemas florales, hasta el Paris de todos los esplendores. Dos personajes inexistentes en Balzac, insertados por Giannoli, serán decisivos. Un editor analfabeto pero gestor de grandes éxitos al precio de críticas compradas, y un periodista sin escrúpulos, heraldo del cambio de civilización. Escribe en una incendiaria gaceta liberal que alegoriza el emergente poder de la prensa, más aún cuando se electriza con las primeras rotativas.
A esa misma velocidad, del desencanto al resentimiento, Rubempré perpetra su escalada social zambulléndose en un terrorífico teatro de ambiciones y crueldades. El poeta se erige en un oráculo de la maledicencia. Triunfa porque se ha convertido en un gánster comparable a los que retrata Scorsese en ‘El lobo de Wall Street’. Ahí está nuestro mundo. Un mundo donde todo, la prensa y la opinión, los sentimientos y las reputaciones, las posiciones políticas y los pactos de conveniencia, se rige por las leyes del mercado, al mejor postor.
Rubempré, el cándido provinciano mutado en antihéroe trágico, encarna la opulencia y la inmoralidad de la burguesía rampante. Hoy sería un paradigma del nuevo periodismo. Sus redes sociales, las mismas que precipitarán su aniquilación dentro de una sociedad del espectáculo idéntica a la nuestra.
“¿Qué nos han hecho, Lucién?”, le pregunta su amante, cuando ya se ha consumado su muerte social. Él no responde. Ilusiones perdidas, vidas truncadas. En la última escena, mientras Rubempré se adentra solo y desnudo en un lago una voz en off dicta sentencia: “dejaría de tener esperanzas, comenzaría a vivir”. Enero de 2024, comenzamos a vivir.