En palabras de la galerista Lucía Mendoza: "Me siento muy afortunada por haber tenido la suerte de conocer personalmente a Agustín Ibarrola. Un hombre de corazón fuerte y un espíritu inmenso. Con arraigados valores y una empatía profunda defendió siempre, en ocasiones sin tener en cuenta su propia integridad física, el valor del ser humano y la naturaleza que habitamos. Su aportación artística es innegable, valiente, aún refrescante y, desde luego, fundamental para entender la historia social y del arte de nuestro país, especialmente del País Vasco. Siempre lo recordaré sentado, ataviado con una sonrisa y su boina, y dibujando. A pesar de su enfermedad, su instinto creador era poderoso, era su propia alma expresando su amor por el arte. Entrañable y genial Ibarrola".
Entre las acciones más conocidas de Agustín Ibarrola se encuentran el Bosque de Oma y Arteaga en Vizcaya, Ecoespacio O Rexo (1999) en Allariz, Ourense, los Cubos de la memoria (2001-2006) del puerto de Llanes, en Asturias, la Colina de carbón de Prosper Haniel (2002) en Alemania o la intervención en Muñogalindo (2015), Ávila. Todas ellas constituyen un variado catálogo de intervenciones y obras en el espacio público de este artista fundamental que formó parte del Equipo 57 junto a Juan Cuenca, Ángel Duarte, José Duarte, Agustín Ibarrola y Juan Serrano.
La obra de Agustín Ibarrola, también representada por la Galería José de la Mano (Madrid), refleja el eterno legado artístico de uno de los referentes más importantes del siglo XX.
La pintura es el hilo conductor que da sentido y unión a una trayectoria en la que la teoría de la interactividad del espacio plástico -que hace referencia a los negativos-positivos conocidos, a la interrelación entre el fondo y la forma del Equipo 57- es el punto de origen conceptual sobre el que construye su obra.
Su aportación es muy valiosa, contempla su obra en espacios al aire libre desde una visión antropocéntrica por la que el hombre se convierte en punto de referencia fundamental de la estructura formal de la naturaleza. Ibarrola trasladó así su laboratorio, su estudio a la naturaleza, culminando su proceso de investigación y experimentación en ese ámbito del entorno natural.