Gente de bien, gente corriente, unos junto a otros, en soledad, sin libertad, mal viviendo en muchos casos y, a veces, no nos damos cuenta que todo conduce hacia la muerte.
Es un Viaje de invierno, entre espuma helada que se va diluyendo, entre tristezas y amores perdidos.
Este montaje de Magda Puyo y Marc Villanueva en la dramaturgia, basada en el texto de Elfriede Jelinek, y la propia dirección de Magda Puyo, trata de muchos temas pero, en todos ellos, la poesía intrínsecamente, casi en estado de gracia.
Es un espectáculo completo. De luces y sombras, de amor, de egos, de las relaciones personales, de las relaciones a través de las redes sociales, de la naturaleza y el deshielo, de la muerte y la locura, de los migrantes y de sentirse extranjero, del tiempo, del pasado, de ahora mismo.
No se podría definir este montaje. Porque la interpretación sale de dentro, también la musical, el movimiento escénico, y solo podemos ver, escuchar, sentir, porque se tratan casi todos los aspectos de la vida.
El exterminio de quien considera que no vale, la represión expresiva y emocional, perder la razón, el inmovilismo y el rechazo, casi un poema expresionista. Hay que dejarse llevar por los sentimientos, hay que verlo con la frescura de la inocencia, con los sentimientos encontrados que nos producen sus palabras, la conciencia que en nosotros despierta.
Hay una vida dibujada en cada ángulo del escenario. Un “Manual de espuma” al más puro estilo de Gerardo Diego, “nosotros estamos tristes/ vosotros lo estáis también/ cuándo vendrá la primavera/ a patinar sobre el andén”.
Porque el invierno es largo, muy largo. Y bebemos de los recuerdos, todo regresa, en laberintos prohibidos de los que no podemos escapar, donde nos perdemos en una pura inexistencia.
Laia Alberch, Pepo Blasco, Rosa Cadafalch, Bru Ferri, Encarni Sánchez, tengo que nombrarlos a todos porque son uno en el sudor mezclado con el frío, en mojarse con la tierra húmeda, en la escarcha que se les produce en la boca.
Entran en el corazón en cada acción, en cada monólogo, hiriendo para sentir lo que es inevitable. Vidas que penden de una existencia mediática o controlada por otros, instantes que se derrumban y que quedan para siempre, la voz del dolor, de la ternura, de los miedos, de la soledad.
Y entre tanta palabra y tanta respiración desacompasada, y tanto movimiento repetido, el piano habla. Y nos cuenta, junto con los intérpretes, el sentido del anochecer, cuando el silencio se apodera de la luz y se hace el oscuro. Tremendo. Merece la satisfacción comprobarlo.
Texto: Elfriede Jelinek
Dirección: Magda Puyo
Dramaturgia: Magda Puyo y Marc Villanueva
Reparto: Laia Alberch, Pepo Blasco, Rosa Cadafalch, Bru Ferri, Encarni Sànchez
Producción: Cassandra Projectes Artístics | Sala Beckett
Escenografía: Judit Colomer
Espacio: Teatro La Abadía - Sala José Luis Alonso