Un ser humano adulto puede sobrevivir hasta tres minutos sin oxígeno, tres días sin agua, tres semanas sin alimento. Eran cuatro niños, con edades comprendidas entre los trece años y los once meses. La avioneta en la que viajaban con su madre y dos personas más colapsó cuando sobrevolaban el Caquetá. Los tres muertos. Los cuatro hermanos sobrevivieron cuarenta días perdidos en lo profundo de la selva colombiana “entre jaguares, serpientes y plantas venenosas”, subrayaban los teletipos, para acentuar el drama. Imaginemos ahora un giro de cámara. Otras junglas, otras evidencias ante las que la mirada occidental apenas parpadea.
Último informe Save The Children acerca de la explotación infantil, un término que abarca desde la mercancía sexual al trabajo forzoso, pasando por el reclutamiento de niños soldado. Más de cien millones de niños y niñas condenados a un permanente fundido en negro. Sólo son cifras sin rostro. Incluso cuando los tenemos delante, cuando viajamos a los países donde se practican estas formas aberrantes de explotación, las normalizamos. Forman parte del pintoresquismo local. Como las prendas que vestimos, muy conscientes de su made in delator. Qué importa. Prendas low cost para cubrir una conciencia low cost. Depredadores pasivos. Impecables depredadores. Nosotros.
Si no la vieron en nuestro último Zinemaldi, búsquenla. Se titula ‘La reina de todas las rabias’. Un mal título para una película excepcional. La dirige la nicaragüense Laura Baumeister. La protagoniza Ara Alejandra Medal, María en la película. Una niña de la edad de la mayor de los cuatro hermanos que sobrevivieron en la selva. La suya es un vertedero atroz en el que ella y sus iguales se ganan la vida recogiendo chatarra entre inmundicias. Conocemos la devastadora pobreza de Centroamérica. La historia no se queda en eso. Cuando su madre abandona a María en una ruinosa planta de reciclaje, con otros niños esclavos, el relato neorrealista se abre a otro más profundo, entre lo onírico y el realismo mágico.
Ver el infierno con los ojos inocentes de una niña. Allá, en el vertedero, María también jugaba al escondite, riendo con sus amigos. Ahora es esa otra dimensión de la vida la que viene al rescate en medio de la desolación. Tiene la forma de una mujer gato, precisamente. La gran depredadora de la selva por la que erraron los niños colombianos, será la gran auxiliadora de la reina de todas las rabias.
Hay otras junglas, pero la más salvaje siempre es la humana.