PRESENTACIONES

Alaina Urquhart: "Siempre me tiro de cabeza a lo que me da miedo"

Alaina Urquhart (Foto: Archivo personal de la autora).

Autora de "El carnicero y el pájaro"

Javier Velasco Oliaga | Viernes 02 de junio de 2023

¿Una tímida auxiliar de hospital, estrella de un pódcast sobre monstruos humanos? ¿Una madre numerosa treintañera de un suburbio de la civilizada Boston, de aspecto diminuto y frágil, pergeñando en sus ratos libres horripilantes crímenes en los más sórdidos y remotos pantanos de Louisiana, tierra de esclavos y vampiros?



Ni más, ni menos: creadora, junto con su sobrina Ash Kelley, del pódcast Morbid, con el mayor número de abonados en Estados Unidos, dedicado a crímenes reales, la novelista Alaina Urquhart se conoce todos los trucos y secretos de los asesinos en serie porque es, además, auxiliar de autopsias en la morgue de un gran hospital de Boston, y es titulada de Derecho Penal, Psicología y Biología, lo que le brinda una enorme riqueza de enfoques y conocimientos a la hora de escribir.

"El carnicero y el pájaro" es su primera novela, vendida en más de veinte países, y próximamente adaptada a la televisión por la productora Sister, autora de éxitos tales como Dexter o Chernóbil.

Con motivo de su publicación en España (y en Cataluña saldrá en catalán el 12 de julio con Columna Edicions), la Editorial Planeta organizó una presentación por Zoom con la autora, que reveló anécdotas curiosas y sorprendentes sobre su debú, todo un fenómeno editorial.

Urquhart admite que "la novela salió, literalmente, de una pesadilla, cuando estaba embarazada de mis gemelos (ahora tienen 7 años); yo tenía unas pesadillas brutales. Despertaba a medianoche tratando de recordarlas para contárselos a mi marido. Una noche soñé que corría por un pantano con música fuerte, no sabía dónde estaba pero me perseguían. Desperté bañada en sudor, y escribí rápidamente lo que recordaba. Al día siguiente, me pregunté: ¿quién me perseguía, dónde estaba, por qué sonaba música? Mi marido dijo: igual tienes que descubrir quién es, y escribir sobre él. Me dije, ¿por qué no? Igual escribo un relato breve para averiguar quién es. Empecé. y no pude parar. Y en cuanto se convirtió en "Jeremy", él, enseguida descubrí a "Wren" (la forense protagonista que persigue al asesino), y a partir de ahí la cosa explotó y el libro se escribió solo, porque ¡no podía parar!".

"El instinto asesino es otra cosa que querer sobrevivi, no parece muy humano. No creo que ninguno de nosotros podamos acabar con la vida de otro ser humano; mi cerebro no lo concibe, solo si te va la vida, por supervivencia. Creo que el instinto de supervicencia es más humano, y matar es un instinto mucho más animal. Mi asesino, Jeremy, solo mata por fascinación, y eso a mí no me parece nada humano", desgrana la autora bostoniana.

"Jeremy, por suerte o por desgracia, es pura invención mía (eso me da un poquito de miedo). He consumido muchas obras de crímenes reales, libros de terror, series, películas. creo que contiene todo lo que a mí me asusta, repugnante y horripilante: así quería que fuera Jeremy. Pero no puede ser malísimo de buenas a primeras o no te fiarías de él: y la gente se fía, les gusta y no creen que sea el monstruo que resulta ser", agrega.

Vista la carrera profesional de la autora en una morgue, nada menos, ¿fue ese el germen de su novela: quería desde niña hacer autopsias? ¿O tal vez su patóloga Wren se inspiró en el forense ucraniano Viktor Burakov, que siguió la pista durante décadas al peor asesino en serie en la Historia de la URSS, Andrei Chikatilo, el Carnicero de Rostov, hasta conseguir capturarlo? "Pues es raro: siempre me interesó el cuerpo humano, la anatomía. Quería ser médico y me preparé para la facultad: me interesa muchísimo el corazón. Pero luego no solo me interesó salvar vidas, sino lo opuesto, determinar cómo ha terminado una vida, y las causas de la muerte. Y cuando me enteré de que eso era un trabajo, me dije: pues es lo que quiero hacer", nos descubre.

Por otra parte, señala su editora española que "la novela contiene muchas pistas para el lector sobre cómo lograr cometer el asesinato perfecto, cómo engañar al patólogo para que no sepa a qué hora cometiste el crimen o dónde clavar exactamente el cuchillo, con lo que la autora transmite su fascinación por el cuerpo humano y por explicar cómo es, en realidad, la muerte. Porque sabemos que hay un asesinato: no sabemos los efectos que producen las técnicas usadas en ese asesinato".

"Yo no quise que las mujeres fueran las únicas víctimas, y victimizarlas, pues da mucho miedo leer que un asesino persigue a mujeres y no les queda ninguna esperanza. Mi mensaje era que, con Jeremy, ni mujeres ni hombres están a salvo, ni seguros: no tiene un perfil típico de víctima. Si le molestas o pasabas ahí por casualidad, pues ya la has fastidiado. Quería un perfil variado de las víctimas, eso me ayudaba y era una forma de escapismo, y también de catarsis, construir a un asesino que no solo me convirtiera a mí en la víctima, sino a muchas personas más. Y creo que lo he conseguido", señala Alaina Urquhart.

La autora prefiere que, para escribir o hablar de un caso en su pódcast, todo se centre en la víctima, y no en el malo de la película. Por eso, ella se centra en la mente de Wren, la patóloga (aunque opina que también hay que poder meterse en la cabeza del asesino, que siempre va dos pasos por delante del investigador). "Pero, sobre todo, quiero que se sepa quién era la víctima y cómo era, a qué aspiraba, qué es lo que habría podido llegar a ser: quiero presentarla como a un ser humano, rodeado de sus seres queridos a quienes han destrozado al quitarle la vida. Por eso Wren es un personaje con defectos, pero muy, muy humano", añade.

Su pódcast alcanza a decenas de millones de personas que escuchan sus programas sobre crímenes reales: ¿cuál es el secreto de su éxito? "Creo que es una manera de que la gente se enfrente con sus miedos. Es muy bestia escuchar una historia que sabes que va a terminal muy mal, a la gente le gusta poder honrar a la víctima; y, sobre todo si el caso no se ha resuelto, el pódcast puede ser útil, porque así más gente se entera y, de pronto, alguien cae en la cuenta: Anda, yo estuve en ese sitio ese día a esa hora, y así aparece una pista con la que la policía no contaba, y ayuda a resolver el caso. Y como todos queremos ser útiles, honrar y defender a la víctima que ya no puede hacerlo ni explicar nada, y enfrentarnos a esos miedos, por eso nos gustan esos pódcasts y series: porque hay gente mala en el mundo, y queremos evitar ser la víctimas".

Al principio, el pódcast se centraba en víctimas de su país, Estados Unidos: "Primero el programa era muy local porque no teníamos ni idea de que nos iba a escuchar tanta gente. Pero ahora nos escribe gente de todo el mundo diciendo: tenéis que contar este caso de nuestro país y queremos abrirnos más. También hay cosas más allá del crimen real, maldiciones, zombis, en todo el mundo, y segurísimo que en breve también los incluiremos en el programa".

El trabajo de forense es muy duro, afirma la autora, pero también consiste en hablar con una persona que ya no puede hablar, así que es una gran responsabilidad, y la víctima es siempre "alguien de alguien", ahora quizá sea solo un cascarón sin alma, pero esa persona ha sido importante para alguien, y el forense tiene en cuenta, por ejemplo, si se han peinado con una trenza o de cierto modo, y nunca les cambian el peinado; también los tatuajes revelan mucho sobre la persona.

"El terror es divertido, porque siempre me ha interesado lo que es espeluznante y te da miedo: por ejemplo, una casa encantada que te hace descargar adrenalina, pero en el fondo sabes que lo estás pasando bien desde un lugar seguro, y sigues la pista del "malo" porque sabes que no es real. Cuando oí el primer chillido de El silencio de los corderos, mi película favorita, pensé que eso era estupendo, y que yo también quería hacer algo tan chulo. Me hace reír y me horripila a la vez: siempre he escrito, así que tenía que crear ese pequeño mundo donde todos estamos a salvo, y desde ahí lo vemos todo", agrega la autora superventas.

Esta escritora típica de Boston escribe sobre Louisiana y, sobre todo, sobre Nueva Orleáns, porque la considera un personaje más: "Todo lo que está ambientado allí te gusta por fuerza: ya no lo consideras un lugar, sino una sensación, una persona: tiene esa vibración espeluznante pero llena de vida. y ese mundo más terrorífico que te pone el vello de punta. Es algo único y exclusivo. Quizá en Salem (Massachussetts) también he sentido algo así, pero sucede en muy pocos lugares eso de sentir la vida y la muerte a la vez".

Uno de esos lugares en la novela es el café The bottom of the cup (El fondo de la taza), donde, al mismo tiempo que la protagonista se toma algo, le pueden estar leyendo el destino en la mano; un lugar real, como otros bares de Nueva Orléans igualmente curiosos. "Quería mostrar lugares fantásticos reales, y no solo aquellos que dan malas vibraciones al lector, como el cementerio, que aparece con frecuencia en la novela y como debajo corre un río, antes los ataúdes se desprendían y aparecían flotando en medio de la ciudad", ríe la autora.

"Un asesino en serie busca arreglar lo que esta roto en su interior y que nunca va a arreglar"

¿Por qué un asesino mata en serie, y necesita esa continuidad en sus crímenes? "Creo que muchas veces, lo que buscan es arreglar algo que está muy roto en su interior, que nunca van a arreglar, pero ellos creen que, a fuerza de repetir ese patrón, podrán solucionarlo, sanar de aquello que les hace sufrir, y librarse de aquello que los persigue. Pero no lo consiguen, son cada vez peores, y terminan como tienen que terminar".

La música juega un papel fundamental en la novela, sobre todo para el asesino y su juego macabro con sus víctimas. "Me encanta la música, siempre escucho música haga lo que haga, porque me transporta a un lugar o a un recuerdo: escuchar una canción en un momento concreto hace incluso que pueda oler el perfume de alguien. Sabemos de asesinos que, en el instante de cometer un crimen horrible, pone la música muy fuerte. Sobre todo si se da el contraste del hecho espantoso y música como una canción divertida de Bowie", dice.

Wren es la persona que a veces yo querría ser

La protagonista patóloga tiene sus tics, como hacer crujir sus nudillos, y también la autora, quien admite que lo hace para advertir a alguien de que la está molestando: "Cuidado, estás tensando la cuerda. Sí, tenemos cosas en común. Wren es la persona que a veces yo querría ser, con rasgos muy positivos: es muy decidida, con conocimientos enciclopédicos, es como un catálogo que enseguida encuentra toda la información, es muy focalizada y organizada. Pero también incluye mis defectos, que la hacen más humana: ser tan enfocada te puede perder por obsesionarte y dejar de lado tus propias necesidades; eso me dice Ash, mi sobrina".

¿Puede un autor meterse en la mente de un asesino sin volverse loco?, le preguntamos. La autora vuelve a reír, porque, con la práctica de trabajar en la morgue, era más fácil aprender a dejar los muertos en el lugar de trabajo, pero a Jeremy lo creó dentro de su casa, y se metió mucho en su cabeza: lo que le ayudó fueron sus hijos, que con una broma o un abrazo hacían que olvidara a Jeremy. Eso sí, el asesino se parece físicamente a su marido, aunque no lo hizo adrede: "Mi madrido, mis gemelos de siete años y mi pequeño de tres hacen que consiga olvidar a Jeremy y separarme de él: mi vida es mi vida, y el libro es el libro".

En España no hay muchos asesinos en serie: ¿qué tienen EEUU o los países nórdicos para generar tantos casos? La autora se pregunta lo mismo: "Pues no lo sé, pero como EEUU es un crisol de tantas culturas y gentes de distintos lugares. En los setenta hubo muchísimos casos de asesinos en serie: quizá por los cambios políticos, el descontento, o que todo el mundo le dio por hacer senderismo y alpinismo, y perderse en las montañas. No sé si sucede porque somos muchos, de lugares distintos, y es cuestión de números, pero es así. En los setenta y ochenta fue un fenómeno muy fuerte, pero ahora (lo digo con la boca pequeñita) se ha calmado; ojalá un día podamos decir que los asesinos en serie son cosa del pasado", razona.

La Naturaleza ocupa un lugar primordial en la obra y en la vida de la autora: "Louisiana es un personaje que puedes oler, tocar y ver, y potencia aún más cada escena de miedo: es pegajosa, y los sonidos de los pantanos funcionan como un sobreestímulo, cuando en otros lugares te podrían transmitir calma. Vivo en el nordeste de EEUU, y cada estación es extrema, fría o caliente, y los olores de las hojas, o de la nieve en invierno, tienen su importancia, y quise reflejarlo en la novela".

Todo autor tiene sus ídolos, y Alaina Urquhart se entusiasma al hablar de Patricia Cornwell, autora de misterio, y de Stephen King, el maestro del terror que lleva a sus personajes al límite y toca muchísimos temas, como sus modelos, además de Bill Bass, autor de libros de antropología forense de referencia para comprender las técnicas que utiliza.

La autora se considera muy tímida y aún está digiriendo el éxito instantáneo de su debut literario, muy agradecida por los cumplidos, pero sorprendida: "Mi día a día es muy normalito. Sigo llevando a mis hijos al colegio, me gusta estar en casa, les llevo a kárate o veo su partido de fútbol o sus clases de danza, y trabajo muy tempranito antes de que se levanten todos, o después de que todos se hayan ido a dormir. Intento empaparme de mis hijos mientras aún quieren estar conmigo, y aprovecharlo al máximo".

Como la novela tiene un final en cierto modo abierto, ¿es cierto que habrá otra entrega con Wren y Jeremy? Urquhart es cauta: la historia no ha terminado, ni esta primera novela suya es lo último que sabrá el lector de estos personajes. eso, seguro.

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