En la obra de Lidia Chukóvskaia destacan sus ensayos de contenido social, político y literario, redactados con una gran habilidad expresiva. Defensora de los derechos de las mujeres durante décadas convulsas en su país, escribía para resaltar y otorgar el papel que correspondía a sus compatriotas.
Lidia Chukóvskaia nació en San Petersburgo el 24 de marzo de 1907. Pertenece a una familia de intelectuales, muy bien posicionados en la sociedad rusa de la centuria pasada: sus padres fueron personas influyentes en ámbitos culturales y educativos. Se casó con el prestigioso físico Matvéi Bronstein, luego detenido en 1937 y posteriormente ejecutado al año siguiente.
La joven autora pronto destacó por su interés en la escritura de artículos de marcada ideología social, mientras combinaba este trabajo con su pasión de poeta y su labor como traductora.
Su libro Sofia Petrovna le daría una gran fama por el contenido tan atrevido que osó plantear en años de difícil convivencia política. Terminado el manuscrito entre 1938 y 1939, vio la luz cincuenta años después, con el título de Casa vacía, si bien se publicó fuera de sus fronteras antes, en 1965.
La protagonista de la historia llega a ser un auténtico epítome de todas las madres rusas de aquel entonces, que enloquecen ante la imposibilidad de comprender el terror desmedido de una época marcada por la sinrazón.
En la segunda novela, Inmersión, cuenta muchos detalles de su propia vida, a la vez que analiza la situación de actitudes acomodaticias al régimen establecido a partir de los años cincuenta. Lejos ya parece quedar el estalismismo, la escritora se define acérrima convencida del valor de la palabra y apuesta por la conciliación y el acercamiento de posturas para desterrar el miedo y la incertidumbre, a la vez que proclama la exigencia y el derecho de condiciones mínimamente dignas de cualquier ocupación laboral; se erige en abanderada de la libertad de expresión ante la caza de librepensadores que padece su país, actitud que le valió la expulsión definitiva de la asociación de escritores. A partir de este momento, se establece un freno y un dique a la publicación de sus libros, de sus poemas y de sus traducciones; los artistas y escritores implican un peligro para los nuevos tiempos, no obstante, sus obras siguen conociéndose en la clandestinidad (capítulos enteros circulan copiados de mano en mano).
Su producción literaria con el tiempo adquiere el valor de genuinos documentos históricos, novelados, rescatados ante la dificultad de publicar en un país dominado por la censura ideológica. Hoy recibe el reconocimiento de una autora silenciada por pensar y escribir de manera independiente; en la actualidad, el conjunto de su obra se traduce a muchos idiomas. Toda una vida singular y un ejemplo más del reto que supone escribir desde la libertad en un medio hostil, y más si la pluma la ejerce una figura femenina.
Murió el ocho de febrero de 1996 en Moscú.