Flora Tristán era de ideología socialista y aclamada por Marx fue la creadora de la consigna “Proletarios, del mundo, uníos”. Abuela del pintor Gauguin, en su obra defendió la libertad personal y los derechos de las mujeres frente a la mojigatería de su época.
Flora Celestina Teresa Enriqueta Tristán y Moscoso nació en París en 1803. Hija natural de un aristócrata y militar peruano (algunos llegan a creer que su padre fue Simón Bolívar) y de madre francesa; tras la muerte de su progenitor, con cinco años pasó del lujo capitalino a la pobreza de barrios marginales. Entra de obrera en un taller de litografía a los 16 años y un año después se casa con el dueño del negocio. Madre de tres hijos (uno muere prematuramente), sufre los celos de un marido maltratador del que se separa y ambos llegan al acuerdo de repartirse a sus hijos. La escritora se queda con Alina, madre del pintor Gauguin.
Malvivió escondida (su marido no deja de acosarla y le dispara en plena calle), con ayuda de algún familiar, hasta su viaje a Arequipa (Perú) en 1833 para reclamar la herencia paterna que le correspondía; solo consiguió una exigua pensión mensual. Durante su estancia escribió Peregrinaciones de una paria y se traslada a Liverpool para regresar de nuevo a Francia donde emprendió una campaña a favor de la emancipación de la mujer, los derechos de los trabajadores y en contra de la pena de muerte.
Comienza su fama y publica en 1840 La Unión Obrera, libro programático del socialismo vigente hoy en día. Nuestra escritora fue el altavoz de la lucha del proletariado.
Muere de tifus a los 41 años en plena propaganda por Francia del ideario revolucionario que abanderaba.
Del conjunto de su obra destacan los títulos: Paseos en Londres, mordaz sátira a la cultura británica y fiel espejo de la situación lamentable que soportaban los obreros; la novela Mephis (entre lo mesiánico y diabólico de su protagonista); o su autorretrato Mi vida donde no le duelen prendas en describir la tortura y el infierno de su matrimonio. La emancipación de la mujer, donde propugna la formación de las clases más desfavorecidas y en especial, de la mujer supeditada al poder del marido y marginada a labores domésticas, todo un discurso interiorizado y favorecido por la iglesia, la educación, la economía y la ciencia. Su vida tan convulsa y su actitud personal muy involucrada socialmente, han servido de inspiración para una obra de teatro, y el propio Mario Vargas Llosa en El paraíso en la otra esquina la califica de “temeraria y justiciera romántica”.
Flora Tristán, admiradora de la literata Mary Wollstonecraft, se acerca a posturas de un socialismo utópico, firmemente convencida de la lucha por la consecución de una sociedad más equitativa.
La actualidad y la proyección de esta visionaria se mantienen hasta nuestros días, y sus consignas ideológicas y vitales se recogen en las declaraciones de principios de los movimientos feministas.