Acabo de regresar de Medellín (Colombia) que es escenario de mi nueva novela a punto de publicarse. Yo viví allí hace años. Pero este no es el motivo de este artículo, sino escribo por algo ESPECTACULAR que he descubierto allí: RATÓN DE BIBLIOTECA.
Es Medellín una gran urbe asentada en el Valle del Aburrá entre dos montañas. El río transcurre longitudinalmente y la ciudad creció en sus márgenes. Avenidas, calles, casas y población que se fue asentando socialmente en estratos físicos diferenciadores. El nivel inferior lo ocupa el potente desarrollo industrial, empresarial y social y en una de las laderas superiores los barrios más marginales, cada vez más altos, hasta llegar a casitas precarias de difícil acceso. Muchas llegaron a ser lugar “non grato” pues fueron carne de cañón y venganzas en los duros años del narcotráfico, pero ahora, afortunadamente las más, gracias a acertadas obras civiles con el Metro, Metrocable y busetas de conexión radial y transversal, el panorama ha mejorado mucho. Pero tampoco es este el cambio al que me refiero cuando escribo ESPECTACULAR, aunque también, es obligación del gobernante velar por el bienestar de su ciudadanía y en gran medida esto se está cumpliendo.
Lo que señalo aquí como ESPECTACULAR es la gran obra desinteresada, entusiasta, interminable que es RATON DE BIBLIOTECA; una Fundación de iniciativa privada, voluntaria, gratuita, incansable que trabaja con el fin de proveer de bibliotecas gratuitas a estas comunas desfavorecidas. Espacios limpios, libres, donde miles de libros aguardan manos y ojos para que sean tocados y leídos. Lugares abiertos para crear encuentros de niños y niñas, donde encontrarán esa ayuda de personas y de tinta impresa que será río, cauce de conocimiento que, seguro, será mano amiga para superar adversidades. Así es, el barrio Castilla de Medellín se transformó por completo y hoy luce con sus calles limpias, su iglesia y su gente pujante. Y son muchas más las comunas donde está RATÓN DE BIBLIOTECA. Con igual éxito. Una labor que ni droga ni guerrilla puede destruir, pues la fuerza de un libro es intangible pero poderosa.
Doña Clemencia Gómez de Jaramillo es hoy una anciana señora castigada por un Alzheimer cruel que no puede celebrar el magnífico resultado de su obra, idea que puso en marcha regalando una canasta de libros hace 50 años. Otros muchos muchachos y muchachas de Medellín sí lo celebran. Yo también y allí les dejé mi mochila literaria (Ni Locas Ni Tontas). Ojalá esta carta mía de Navidad sirva para aumentar estos Ratones de Biblioteca en Paz, Amor, libros y pesitos, también, ¿por qué no? Son necesarios.
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