Abuela buena, abuela íntegra, abuela pueblo, abuela cocinillas, abuela limpiadora, abuela gallina clueca, abuela mía y abuela tuya.
Muchas veces pienso que este país se mueve al ritmo que marcan las abuelas. Se escandalizan igual, aparecen igual de frágiles y tremendamente fuertes, mantienen comunicación con sus iconos (normalmente religiosos) particulares, se ven obligadas a aguantar y llega un momento en que estallan y no tienen pelos en la lengua.
Abuela hermana, que ejerce de tía, de madre, de prima lejana, de pariente cercana, de sacristana y maestra, de vecina y de amiga incondicional sin tregua.
Esa abuela que puede llamarse Soledad, Dolores, Angustias, Socorro o, simplemente, María. Siempre al quite de las necesidades de los otros, siempre poniendo pucheros (de los de comer), porque las lágrimas se las traga para sí misma, que pone el corazón en todo lo que hace y a mal tiempo buena cara.
Todo esto nos lo trae al escenario, cargado de cubos y fregonas chorreando, Selu Nieto. Sí, es su nieto, el nieto de esta Soledad que, en realidad, se llama Dolores. Pero es la abuela de todos nosotros, es la que da todo por nada, la que no vende humildad porque la regala, la que tiene una historia a sus espaldas y no cuenta, pero cada vez está más cargada y encorvada. Es la abuela de nuestra patria, la de la familia y, por eso, debería llamarse matria.
El actor, Selu Nieto, con amplio registro de emociones, de voces, de anécdotas, de historias singulares y varias, nos relata su relación con ella o, mejor, sus recuerdos, cómo sufre, cómo calla, cómo se divierte, cómo canta, cómo está, por los siglos de los siglos, amén, en las faenas cotidianas, asomada a la ventana, limpiando el polvo que no deja acumularse, arreglando con flores la fachada.
Es Soledad la abuela de Nieto, pero podría ser la nuestra, abuela verdadera, abuelas (y abuelos) que se fueron durante la pandemia a mansalva y nadie podía despedirlos ni hacer nada, ¡maldita sea mi estampa!
Abuela entera y verdadera, abuela más ancha que larga, de mandil y zapatillas, abuela trabajadora donde las haya.
No es un monólogo este magnífico montaje, es el hambre y el sudor de España, es la constancia, es el cariño y el dolor, son las bofetadas, son las risas, es la santa paciencia, es el sueño que no se tiene porque la realidad aplasta, es el insomnio, son los cuentos que nos contaban.
¡Abuela, nunca te vayas!
Producción: TEATRO A LA PLANCHA
Interpretado por Selu Nieto
Dirección de escena: Susana Hernández
Texto y dirección artística: Selu Nieto
Asesor dirección y dramaturgia: Jesús Torres
Diseño espacio escénico: Alessio Meloni
Espacio: Sala Cuarta Pared (dentro de essencia, VIII festival de la teatralidad)