"Atlas del camino blanco", de Rafael Martínez Llorca, cuyo título se debe al reflejo de las nubes sobre los charcos del sendero, presenta la historia de un profesor de filosofía con cierta costumbre de viajar, y ninguna de caminar por las montañas, empeñado en encontrar a su mejor amigo, perdido mientras trataba de ascender el Annapurna siguiendo la ruta de los primeros alpinistas que conquistaron la cumbre. Los senderos barridos por las lluvias y unos ríos desbordados, casi imposibles de atravesar, marcarán la ruta.
Nos encontraremos con un hombre sin atributos que busca su identidad en el escenario simbólico de la épica: las grandes montañas. El protagonista padece esa enfermedad que es el sueño de conciliar un pasado en el que destaca la búsqueda de la nada, con el único hecho que ayudaría a restablecer una personalidad. Buscará a su mejor amigo y esta búsqueda se convierte en una reflexión acerca de la identidad. El sorprendente final nos sugerirá que cualquier exploración, cualquier viaje, interior o exterior, es un intento de explicarse a uno mismo como si se tratara de una psicoterapia.
“¿Crees que a tu amigo le gustaría saber que le estás buscando?”, le preguntará uno de los personajes con quien se cruza. En su ruta encontrará monjes, escolares, policías, soldados, trabajadores de correos, camareros, ancianos desocupados o porteadores, que le preguntarán por qué los occidentales no pueden permanecer en su hogar.
A partir de sus propias experiencias como viajero y alpinista, el autor traza un itinerario que nos recuerda que todos perseguimos a la persona que deseamos haber sido cuando terminamos la adolescencia para soportar lo que viene después.