María Rosa de Gálvez fue una escritora polifacética entre el neoclasicismo más afrancesado y el incipiente romanticismo decimonónico. Su actitud vital y su producción literaria incomodaron en unas décadas marcadas por cánones masculinos.
María Antonia Rosalía de Gálvez y Ramírez, nació en Málaga en 1768. De padres desconocidos, recibe sus apellidos del matrimonio que la recoge de la Casa de Expósitos de Ronda, siendo adoptada legalmente. Crece educada en medio de un ambiente formado por políticos y militares, cerca de la corte. De Madrid a Cádiz con una vida sentimental azarosa y algún romance de ringorrango que no llega a prosperar, envuelta en pleitos familiares por la herencia de sus padres y abandonada por su encopetado marido, diplomático en USA.
Asidua a los salones del momento, tertulias y saraos propios de la intelectualidad neoclásica según los aires que volaban por Europa. Famosa articulista, comienza a colaborar en Variedades de Ciencias, Literatura y Artes, en La Minerva o El Revisor General. En boca de todos e inmersa en la rumorología por su amistad con Godoy, quien auspició la publicación de su colección de Obras poéticas en 1804, su calidad artística como escritora y su condición de mujer separada la hacían sospechosa de la pléyade de sus colegas varones. Muere paupérrima en 1806 en Madrid.
Su proyección literaria se recuerda en edificios emblemáticos dedicados a la cultura y a la educación.
Mujer feminista, independiente y para algunos amoral y aprovechada, arribista y fuera del cuadro que le tocaba asumir y aceptar según las coordenadas establecidas por un mundo eminentemente masculino; cultiva el teatro con notable éxito, no solo tragedias sino también comedias, el periodismo y la traducción.
Se defiende de los ataques que recibe esgrimiendo que ella no refunde, ni copia ni adapta, actividades culturales tan propias del momento. Representada por los actores más aclamados, aplaudida en los escenarios más renombrados y reseñada en vida, destaca su temática rupturista (y temida), llena de conmoción social en pro de los derechos femeninos ante las injusticias contra las féminas; argumentos como la violación, el suicidio femenino, la viudedad, la separación conyugal, el amor libre o la elección de marido debieron levantar ronchas en un marco patriarcal; la mujer, con todos sus sueños, pasiones, deseos y frustraciones en un mundo y en un espacio dominados por los hombres.
Hoy su obra está fuera de cualquier reticencia más allá de su personalidad o actitud vital con títulos como: Familia a la moda, La delirante, Los figurones literarios (criticando el modelo de La comedia nueva de Moratín), Un loco hace ciento, convertido en libreto operístico; Catalina o la bella labradora, La dama colérica o novia impaciente, El egoísta.
Su técnica poética posee un estilo claro y puro, de verso fácil y fluido, reflejada en ejemplos: Oda en elogio de la Marina española, Viaje al Teyde, Descripción filosófica del Real Sitio de San Ildefonso, La noche y los versos sáficos A Quintana (amigo personal de la autora).