Una mañana recién estrenado el otoño una llamada telefónica me dejó patidifuso.
- Buenos días, le llamaba para saber si va a asistir al Premio Planeta de este año.
- Pues es la primera noticia que tengo, no sabía nada, no me ha llegado ninguna carta. Correos en mi pueblo es más lento que la moviola de la tele.
Lo primero que pensé es si me estaban tomando el pelo. Miré a mi alrededor por si había una cámara oculta en mi cocina, que es donde suelo escribir mientras me hago la comida, pero no había nada. Además, no creo que entrasen en mi hogar para poner un dispositivo electrónico de ese jaez. ¡Menudo garrotazo les habría endiñado! Los de mi pueblo somos así. Paletos, sí; pero con una mala hostia que tiembla el misterio.
Por supuesto, que le dije que allí estaría. No sabían bien a lo que se exponían esos barceloneses señoritos. Asistir a los eventos del Rey Planeta era todo un honor para un súbdito paleto que había sido declarado persona non grata en su propio pueblo por una multa que me puso el Gobierno Civil años ha por gamberrismo. Tal y como lo cuento. Pocos puedes presumir de que les pusiesen una multa de esas en el final del franquismo. Bueno, una multa y la hostia que me endiñó mi padre por ser más bruto que un arado.
Ahora, me iba a mezclar con la flor y la nata del periodismo planetario. ¿Estaré a la altura?, pensé. Está claro que no. Tengo el récord de ser el estudiante más torpe de mi facultad. Tardé nueve años en hacer la carrera. En mi descargo puedo decir que la mitad de ellos me los pase jugando al mus en la cafetería de la Facul más horrorosa del mundo. Se decía que el diseño se había robado de una cárcel alemana. Está meridianamente claro que nadie en su sano juicio escribiría lo que estoy redactando horas antes de conocer al ganador o ganadora del Premio Planeta 2022. Las apuestas corren por el hotel NH donde estamos alojados y por las mesas de los periodistas como un reguero de pólvora a punto de explotar.
- Este año le toca a un hombre, los dos últimos años han ganado mujeres: Eva Sainz de Urturi y Carmen Mola, dije en la mesa del desayuno ante un puñado de periodistas.
- No seas bruto, paleto. Carmen Mola son tres hombres.
- No jodas, ¡qué bestia soy!
- No, para bestia su libro. Este año toca a una mujer. Por ahí dicen esos periodistas gallegos, que puede ser Luz Gabás, Sonsoles Onega o Mónica Carrillo.
- Pues Luz Gabás es una buena opción, mujer, ex alcaldesa del PP y el Perineo Aragonés. Ahora que van a arrasar no es una mala opción.
Si la ganadora de este año fuese una mujer, sería una buena opción. Además, de familias con mucho lustre, son muy mediáticas, las dos últimas. Y de la casa. Yo, después de analizar lo que nos contó Juan Eslava Galán de todas las finalistas me quedó con la del perro del Führer. Eso del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial tira mucho. Si no que se lo digna a los de MUY HISTORIA que se están forrando con tantos especiales para coleccionistas. Lo sé bien porque algunas veces han contado conmigo para escribir de esos temas. Por lo tanto, y analizando los títulos y los seudónimos creo que un buen candidato sería Gonzalo Giner que sabe mucho de caballos, gatos y perros.
-Que no, que no te enteras. Este año toca un latinoamericano, desde 2014 no gana un extranjero y fue el jefe de la reina cuando vivió en México, apunta sagazmente el Jeromín de Leganés.
- Pues yo sigue creyendo que el ticket ganador será de dos mujeres. Dos mujeres para el premio mejor dotado del Planeta.
- Cuando dicen eso de mejor dotado siempre pienso en Nacho Vidal.
- Está claro que la estupidez se contagia.
Bueno, da igual. Seguro que la que gane se va a llevar nada menos que un millón. ¡Con lo que me hace a mi falta para pagar mi casa serrana de la España vaciada! Vaciada, lo que se dice vaciada está mi cuenta corriente con todo lo que están subiendo las cosas. Que si la luz, que los precios se mueven a la misma velocidad que se mueve ella. Que si el agua que sube como un torrente, pero al revés. Que si el gas, que está a punto de estallar. Que si la cesta de la compra, que me he tenido que hacerme con un carrito para llevar el dinero para poder pagar la comida que cada vez abulta menos. Además de subir los precios baja el peso de ellos.
Sin embargo, a Planeta no parece afectarle la crisis. Sigue siendo la editorial más grande de nuestro país y de parte de América Latina. ¡Menuda forma de hacer las promociones! Y con el Premio Planeta de Novela no escatiman en gastos. Nos llevan a comer a la Lontja de Mar. ¡Menudo edificio se marcaron estos barceloneses en pleno siglo XIII! Si parece una catedral. Y, por lo visto, en el XVI vivió su máximo esplendor. Suntuoso es poco, es precioso se mire por donde se mire y qué color de la piedra. Este paleto de la Sierra Pobre de Madrid no había visto algo tan espectacular desde el día que fue a ver la catedral de Burgos. La comida divina, su sopa de guisantes exquisita. Una amiga y colaboradora de este web, Azucena del Valle separa los guisantes de la paella y de la ensaladilla rusa cuando las come. ¡Será fina la jodía! No me imagino cómo se comería esta sopa. Ya sé lo que haré la próxima vez que la invite a comer o cenar, pediré esa sopa y me saldrá más barata la invitación.
Por la noche, fuimos al restaurante Compartir que comanda el chef Nil Dulcet del que dicen que tiene alguna estrella Miguelín. En mi pueblo, los restaurantes tenían tenedores. Los buenos cinco tenedores, este será más o menos igual. Bueno, ahora uno menos porque me llevé un tenedor de recuerdo. “Ha trabajado con Ferran Adrià”, me dicen. Ahora entiendo por qué cerró su restaurante. En este nuevo templo de la gastronomía mediterránea trabajan 15 cocineros y otros tantos camareros. Casi más que los comensales. Bueno, me dicen desde prensa de Planeta que fuimos 90. La cena les debió salir por un pico, y también pala. Ya lo decía la ínclita Esperanza Aguirre: pico y pala y a leer a Sara Mago. El Adrià debía hacer lo mismo. No se pueden hacer platos tan exquisitos. ¡Y fueron nueve, más dos postres! ¡Vamos que ni los romanos se dieron un festín como el que yo me di anoche! Para terminar la juerga algunos periodistas se fueron a bailar rock en una sala de la Ciudad Condal. Yo me fui rodando hasta el hotel.
Para terminar, la gira por la Barcelona literaria, nos llevaron a ver una exposición del cómic. Decir que es interesantísima es decir poco. Absolutamente genial, para este escribidor que creció entre cómics de Tintín, Astérix, Mafalda, el teniente Blueberry, los hermanos Dalton y, por supuesto, todos los superhéroes de la Marvel, fue como encontrarse en el paraíso del planeta. Y, después, una muestra de realidad virtual para asistir a un concierto de música culta con Gustavo Dudamel. Nunca me había puesto unas gafas de esas y un amable señor de la Caixa tuvo que llamarme la atención para decirme que no diese tantas vueltas en la silla que me iba a marear. Me dicen que crea adicción, que los niños chinos van con ellas por la calle. Pues yo, ya me he enganchado, si quieren invitarme a ir otra vez díganmelo ya que en mi pueblo no hay de esas cosas.
Dentro de un rato sabremos el ganador del LXXI Premio Planeta. Sea él que fuese, enhorabuena. Espero ganar la apuesta del triunfador porque no sé cómo terminaré el mes. Tendré que soñar con lo bien que me lo pasé para distraer el hambre que se avecina en esta cruda realidad ¿virtual? Me da igual, que me quiten lo bailao porque esta noche el que se va a bailar soy yo y si no me invitan más lo comprenderé, como decía Groucho Marx: nunca perteneceré a un club que me acepte como socio. ¡Hasta ahí podríamos llegar!