Recuerdan esa imagen de ‘2001, una odisea del espacio’, en la que un homínido lanza un fémur al cielo y éste, dando vueltas a lo largo de una elipse temporal, acaba por convertirse en la nave Discovery 1? Hace un par de semanas ese hueso se convirtió en la sonda DART impactando conta el asteroide Dimorphos, para desviar su trayectoria.
El puente pasa por un personaje que visitó esta página en 2016, Svante Pääbo, el creador de una ciencia nueva -un cruce de genética y paleontología- hoy galardonado con el Nobel de Medicina. Viene a decirnos que la evolución no es solo biología, pero también que la Prehistoria cifra una herramienta del presente.
El homínido de Kubrick remontaba cuatro millones de años. El Antecessor de Atapuerca más de un millón. En la escala evolutiva le sucedieron dos especies: el Neandertal y el Sapiens. Las investigaciones de Pääbo acreditan que hubo un cruce genético y que, por tanto, nuestro genoma incorpora un porcentaje del ADN de aquellos neandertales a quienes se consideraba el eslabón perdido entre el homínido y el hombre.
Cada día sabemos más a favor de ellos: conocían el fuego, fabricaban sofisticadas herramientas, poseían una mente simbólica, pues practicaban enterramientos y hasta realizaban pinturas rupestres. Y, lo último -testado tras el reciente hallazgo de un hueso hioides en un yacimiento neandertal de Israel-, también podían hablar. Es decir, la frontera inteligente se diluye. Pese a que entraron en Europa doscientos mil años antes que los sapiens convivieron a lo largo de diez milenios, y se cruzaron. ¿Por qué los sapiens triunfaron y los neandertales se extinguieron?
La respuesta convencional habilita dos vías: los sapiens experimentaron una revolución tecnológica que les permitió adaptarse mejor y exterminar a sus rivales. La respuesta genética incorpora una posibilidad inquietante: quizá no fue la guerra sino el amor, ese cruce cromosómico entre las dos especies, el que condujo a los neandertales a su extinción.
Los últimos se refugiaron en Gibraltar, mirando a África sin poder alcanzarla. La cuestión, sin embargo, no afecta a regiones geográficas sino a esos territorios del ADN donde se esconden las claves de la gran espiral. ¿Por qué evolucionamos? ¿Qué nos hace humanos? ¿Sólo la genética? Y si es así, ¿cuál será el siguiente paso?
El mes pasado los sabios de Atapuerca bautizaron como Pink -en honor a Pink Floyd- los restos de un homínido de hace 1,4 millones de años que permitirán reconstruir el rostro del primer europeo. La banda sonora de Kubrick se iniciaba con ‘Así habló Zaratustra’. Tal vez la nuestra sea esa de la banda británica: ‘The Dark Side of the Moon’. Hoy más que nunca, ‘The dark side of the Man’, la cara oculta del hombre.