No sé por qué me empeño en ser tan auténtica y sincera. Aquí cada cual va a su rollo y nadie hace ni puto caso de nada. Te cansas de dar buenos consejos para que al final te hagan un corte de mangas. Y no creas que me refiero a Tamara Falcó. Estaba cantado que el pijo de su novio era un bala perdida.
La de veces que se lo habrá advertido la Preysler, no me extraña que la pobre esté consumida y demacrada. A la gente hay que dejarla a su bola, no atosigues, no agobies por muy madre que seas. Es la vida la que te va a enseñar que si no quieres taza, toma taza y media. Abreviando. De Tamara Falcó solo me interesa su marquesado. Ya me gustaría a mí que me dijeran “como usted mande, señora marquesa”. ¿Ves? Qué mal me lo monto, tío. Soy consciente que este tipo de comentarios sinceros, pero absurdos, son inaceptables y me dejan en muy mal lugar. No tengo remedio.
Dirás que nadie me obliga a ser sincera. Pero mira, los que nos hemos ganado la vida pico pala, pico pala, sabemos que lo importante no es cómo entras en el Olimpo, sino cómo sales. Les vendría bien recordar esta premisa a Yolanda Díaz (otra que le gustaría ser marquesa) y al laureado intelectual Bernardo Atxaga, que ha aceptado ser el coordinador del área cultural de su plataforma “Sumar”. No sé si es descaro, audacia u osadia del uno y de la otra. O ingenuidad, candor e inocencia. Va a ser que ninguno de los dos se lo ha currado nunca pico pala, pico pala.