Con su extensa y variada producción, Soledad Acosta de Samper se atrevió a meter baza literaria en campos restringidos a los hombres. Dada su vocación pedagógica, desarrolló importantes proyectos sociales dirigidos a sus compatriotas mujeres.
Soledad Acosta de Samper, de origen español (su abuelo era valenciano), nace en 1833 en Bogotá. Hija única de un importante militar y famoso intelectual, recibió una firme educación en materias muy diversas siempre impregnada de valores tradicionales. Pronto destaca su interés y su afición por la escritura. Casada con un periodista e impresor, ambos se dedican a fundar periódicos y revistas para difundir las ideas más modernas del momento vigentes en aquella Europa que ellos tan bien conocieron. Vive en Londres y París donde publica artículos, reseñas, críticas literarias y musicales, relatos turísticos, comentarios de moda…
Muere octogenaria, dejando una importante obra poliédrica de gran repercusión posterior. Novelas, cuentos, biografías, crónicas, historias de viajes, diarios y a todo ello se suma la labor como traductora y compiladora de volúmenes enciclopédicos que recogen las características que identifican y definen a su país. Firmará bajo seudónimos.
Incesante resulta su trabajo en tribunas mediáticas como El Mosaico, El Comercio, entre otros, y sin descanso, comienzan los infortunios familiares: mueren tres de sus cuatro hijas, su marido es encarcelado por ideología política y cierran su negocio, sustento doméstico.
Se hacen famosos sus primeros títulos: el cuento La perla del Valle, la novela Dolores. Cuadros de la vida de una mujer y la colección de Novelas y cuadros de la vida sur-americana. Realiza incursiones muy exitosas en las narraciones históricas: Episodios de la guerra de los comuneros. Se suceden premios y reconocimientos con el paso de los años, a la vez que desempeña relevantes cargos de responsabilidad académica. Trata una amplia variedad temática y de géneros: Las víctimas de la guerra, obra de teatro, por ejemplo, además de artículos de opinión, traducciones, textos religiosos y de divulgación científica. En1878 fundó su primera revista, La Mujer (a la que luego seguirían otras posteriores) y dedica denodados esfuerzos a la implicación de la mujer en la sociedad finisecular como se aprecia en El corazón de mujer, La mujer en la sociedad moderna, La instrucción en la mujer de sociedad. Del trabajo intelectual. En aquellas décadas, a las féminas se les exigían deberes, mientras que el varón poseía todos los derechos. Firme convencida del poder que podía alcanzar la prensa, auténtica generadora de opinión de masas, se afanó en usarla como herramienta pedagógica para un público mayoritariamente femenino, a la vez que usaba dicha tribuna para plasmar sus adscripciones ideológicas y políticas así como sus fundamentos vitales, sin perder de vista la admiración constante a la vieja Europa, continente epítome de valores que imitar en las coordenadas colombianas.
En definitiva, el conjunto de su poligrafía responde a relatos sencillos con un estilo claro y descriptivo para mostrar actitudes sociales y comportamientos humanos al modo de Walter Scott y Galdós.