LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo

“UNA DERROTA ANUNCIADA”

Presencia militar rusa
Álvaro Bermejo | Sábado 17 de septiembre de 2022

Preservar una cierta memoria, apostar por la objetividad, no ocultar la escalada de mayúsculos sinsentidos que han llevado a la invasión de Ucrania por parte de Rusia, ante el relato que nos presentan a diario las grandes cadenas audiovisuales, te convierte poco menos que en un enemigo de Occidente, si no en un peligroso antisistema. Lo canónico, entonces, será comulgar con ruedas de molino. Sólo ahora, cuando comenzamos a sentir su presión aplastante, pero también cuando ya no cabe marcha atrás, descubrimos lo obvio y tanto más dramático: no es Putin, somos nosotros quienes nos hemos disparado una bala en el pie.



Hace un mes, en esta columna, subrayábamos el despropósito occidental de indignarse ante el hecho de que Rusia nos cortara el suministro de gas, convirtiéndolo en un arma de guerra. ¿Acaso no los son también las sanciones impuestas por Occidente a su economía? Entonces, ¿qué demonios esperábamos? Vayamos más atrás, al origen del conflicto, a su verdadero detonante, hoy ya clamorosa y unánimemente olvidado. En esto, como en todo, resulta aterrador constatar la amnesia de los expertos de cabecera en las pantallas amigas.

Pongamos como ejemplo la glorificación de Gorbachov tras su fallecimiento. ¿Cómo es posible que nadie recuerde que sólo consintió la reunificación de Alemania a cambio de que la OTAN no se expandiera hacia el Este? Desde entonces, incumpliendo su promesa, la OTAN no ha dejado de expandirse país por país, todos dentro del arco de influencia de la extinta Unión Soviética, hasta alcanzar el Báltico, en una constante provocación al régimen de Putin.

Antes de cruzar la frontera del Donbás el Kremlin pedía -de acuerdo con Francia y Alemania- que Ucrania cumpliera con los acuerdos de Minsk. No lo hizo. Pedía garantías jurídicas de que la OTAN no avanzaría hasta Kiev. Esta, desde la Casa Blanca, respondió que Ucrania estaba en su derecho, hasta de incorporar misiles balísticos… para acabar denegándoselo en la cumbre de Madrid, cuando la situación ya es irreversible.

Omitamos el esperpento de esa Cumbre de Madrid, una cumbre militar disfrazada de visita cultural, con todas las majas vestidas de la diplomacia OTAN posando en El Prado, y toda la prensa nacional ensalzando el “éxito” del cónclave… en un país gobernado por un presidente socialista, del mismo partido que hizo bandera del “OTAN, de entrada no”. La visita de Eisenhower a la España de Franco, el fervor popular documentado por el No-Do, se quedan pálidos ante esta actualización de Bienvenido Mister Marshall -Bienvenido Mister Biden-.

De la farsa a la realidad, hoy hacemos bandera de los avances del ejército ucraniano sobre Gerson. EE.UU. promete más misiles para Kiev. No somos conscientes de que van a impactar tanto en el suelo físico como en el subsuelo energético, económico y político europeo. Vamos camino de una derrota anunciada, que será tanto la de Ucrania -ya devastada- como la nuestra. La ceguera de Europa se une a su clamorosa ausencia de líderes capaces de plantar cara no sólo a la prepotencia de Moscú, sino a la verdadera locura imperialista, la de Washington sobre nuestro continente.

¿Por qué no se disolvió la OTAN cuando lo hizo el Pacto de Varsovia? ¿Por qué la UE no forzó un cambio de política en Ucrania -integración en nuestro mercado a cambio de no ingresar en la alianza militar-, evitando la guerra e imponiendo su criterio al del Pentágono?

Un anciano decrépito, Joe Biden, y un autócrata arrogante, Vladimir Putin, han hecho saltar por los aires un equilibrio geopolítico que costó millones de vidas. Estremece asistir a la agonía de la UE, incapaz de ponerse al mando de su propio destino mientras estalla nuestra burbuja de bienestar.

No fuimos capaces de detener una guerra, sólo ahora comenzamos a imaginar cuál va a ser el precio de la paz.

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