FIRMA INVITADA

Plaza de las Rubias y los Rosqueros, hoy de Cervantes, de Alcázar de San Juan

Fachada de la casa situada en la plaza de las Rubias y los Rosqueros, esquina a calle de Santo Domingo, en la que la tradición alcazareña recogida por Fray Alonso Cano y Nieto atribuye el nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra. Debido a su estado ruinoso fue demolida en los años 60
Manuel Rubio Morano | Miércoles 24 de agosto de 2022

Personalmente desconocemos la identidad de esta persona y su relación con Alcázar, es de suponer que su patria chica, pero nos resulta muy curioso, sorprendente, casi enternecedor, que hace 69 años alguien, desde Cataluña, se acordase del primitivo nombre de una emblemática plaza de Alcázar, la actual plaza de Cervantes, pero que en ese año de 1953 hacía ya un siglo que no se le llamaba por este apelativo y, además, que le quisiera rendir su particular homenaje en forma de poesía.



La que hoy en día aparece en el callejero de Alcázar de San Juan como Plaza de Cervantes era conocida desde el siglo XVI como Plaza de las Rubias y los Rosqueros; situada en los aledaños del barrio de Santa María, al final de la calle de San Juan, constituye el auténtico epicentro en donde convergen algunas de las realidades y tradiciones cervantinas más importantes de la ciudad. En ella habitaron, de forma simultánea, familias apellidadas Cervantes, Saavedras, Barchinos o del Pozo.

Hay cierta imprecisión documental sobre el nombre exacto con el que se ha conocido históricamente a esta plaza; según Don Ángel Ligero (T-I, pág. 214 de su obra La Mancha de Don Quijote) era la plaza de las Rubias y los Rosqueros, aunque en otro momento (T-II, pág. 349, Índice de Topónimos de dicha obra) la nombra como plaza de la Rubia del Rosquero, tal y como la llama en su poesía Don José María Rivas. Otro cervantista alcazareño Don Francisco Lizcano y Alaminos, padre del pintor Ángel Lizcano Monedero, en su libro “Historia de la Verdadera Cuna de Miguel de Cervantes Saavedra y López”, Madrid 1892, también la cita en singular. Sin embargo, el Doctor Mazuecos (Hombres, lugares y cosas de La Mancha, fascículo XXVII, pág. 16) la llama placeta de la Rubia, pero en el fascículo XXIV, pág. 13, hace referencia a unos documentos del año 1827 que la cita como plaza del Rosquero.

Hecha esta necesaria reseña, fruto de la prudencia con la que estos temas deben tratarse pero que en nada alteran lo que a continuación expondremos, seguiremos refiriéndonos a ella por el nombre con el que mayoritariamente nos ha sido dada a conocer: de las Rubias y los Rosqueros.

Advirtamos que el actual monolito no es el primer monumento que en memoria de Miguel de Cervantes Saavedra se ha levantado en esta plaza, en donde la tradición alcazareña, siglo tras siglo, ha situado su casa de nacimiento, ya que el 9 de noviembre de 1879 Don Juan Álvarez Guerra y Peña, gran defensor de este sentimiento, erigió un pedestal de mampostería de forma piramidal en cuyo interior depositó una caja de zinc con diversos objetos y sobre el que colocó un busto del insigne escritor.

En el suplemento, agregado posteriormente a esa fecha, de su libro “Sol de Cervantes Saavedra, su verdadera patria Alcázar de San Juan”, el propio Don Juan Álvarez Guerra nos describe los objetos que contenía dicha caja: “En esta caja se han colocado las copias de las partidas de bautismo de Miguel de Cervantes Saavedra, hijo de Alcázar, y de Miguel de Carvantes, hijo de Alcalá, y todos los demás documentos que acreditan esta verdad… El dibujo del gran escritor, encerrado en la cárcel de Argamasilla, escribiendo el Quijote… Un ejemplar del libro Sol de Cervantes Saavedra Las monedas de los Reyes y Reinas de España desde el año del nacimiento de Cervantes hasta Alfonso XII... Copias testimoniadas de los acuerdos y actas del Ayuntamiento de Alcázar, de los años 1878 y 1879, sobre este asunto… Recortes periodísticos y copias de los discursos y conferencias que él mismo había pronunciado en defensa de la opción alcazareña...”.

Parece ser que este monumento solo se mantuvo en pie durante 15 años, pues el 5 de enero de 1894 el pleno del Ayuntamiento acordó: “demoler la pirámide que existe en la plazuela de Cervantes, que se construyó para colocar una estatua del insigne escritor, sin merito arquitectónico alguno y que más bien es un estorbo para el tránsito de carruajes, se acordó demolerla y al mismo tiempo que se ponga una lápida en la esquina de la casa en que nació el inmortal Cervantes, con su nombre y la fecha de su nacimiento”. (Hombres, lugares y cosas de La Mancha, fascículo XXIV, pág. 7).

No sabemos si la demolición del monumento piramidal levantado por Don Juan Álvarez Guerra en 1879 se realizó de inmediato o lo mantuvieron en pie durante unos años más, pero lo cierto es que, en 1905, año en el que se conmemoró el III Centenario de la publicación de la primera parte de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, ya existía en la plaza un segundo pedestal, en este caso en forma de torreón, dedicado al ilustre escritor.

Según leemos en el número 10 de la revista “La Cuna de Cervantes”, 18 de mayo de 1905, entre los numerosos eventos que durante tres días se celebraron en Alcázar para conmemorar este III Centenario, se llevó a cabo una gran cabalgata en la que “participaron más de siete mil personas que recorrió las calles de la ciudadToda la carrera estaba engalanada, rivalizando en lujo y buen gusto, destacándose la plaza de Cervantes, donde existe la casa en que nació el inmortal autor del Quijote… El pedestal de Cervantes se había revestido con follaje y flores naturales y artística iluminación… Al día siguiente se entregaron medallas conmemorativas y ejemplares del Quijote a todos los niños de las escuelas públicas… y bonos de comida a los pobres con cargo a la comisión organizadora de los festejos…”.

Otro de los actos importantes que tuvieron lugar durante estas celebraciones fue la instalación en la iglesia parroquial de Santa María de una lápida conmemorativa del bautismo de Miguel de Cervantes Saavedra, lápida que actualmente está ubicada en una de las paredes laterales del baptisterio de esta parroquia.

Al cabo de unos años este segundo monumento, el del III Centenario, corrió la misma suerte que el primero, ya que, en julio de 1914, los vecinos de la plaza presentaron una instancia en el Ayuntamiento solicitando: “la demolición del torreón levantado en la plaza de Cervantes para perpetuar la memoria del autor del Quijote, por el estado indecoroso en que se encuentra y servir solo para estorbar el tránsito de carruajes, pudiendo sustituirse dicho torreón por una lápida de mármol que diga - Casa donde nació Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote - cuya lápida podría colocarse en la fachada de la casa que existe en dicha plaza en que tuvo lugar su nacimiento”. La solicitud fue tomada en consideración, este segundo monumento también fue derruido y la lápida propuesta instalada definitivamente.

Fue en el último tercio del siglo XIX cuando oficialmente se le dio el nombre de Plaza de Cervantes, porque en la solicitud que Don Juan Álvarez Guerra cursa al Ayuntamiento, el 25 de mayo de 1879, pidiendo permiso para levantar a su costa el monumento piramidal anteriormente descrito se lee: “… frente a la casa donde nació este gran hombre, y dando al sitio el nombre de Cervantes”. No obstante, aunque es probable que durante esos años ya fuese más conocida popularmente con este nombre, en unos documentos de defunciones fechados en 1863 aparece mencionada como de la Rubia o como del Rosquero.

En esta misma época, segunda mitad del siglo XIX, Alcázar de San Juan también tenía una calle dedicada a la memoria de Don Miguel de Cervantes Saavedra. Esta calle, inicialmente llamada de los Yeseros por la actividad que en ella se ejercida, hoy la conocemos como del Doctor Mazuecos.

Pero retrocedamos al siglo XVI, a nuestra histórica plaza de las Rubias y los Rosqueros la llamaban así porque, según relata Don Ángel Ligero en su obra La Mancha de Don Quijote, en ese siglo vivían en ella algunos miembros de una familia conocida popularmente como los Rubios y/o las Rubias; en concreto, en una de sus casas vivía Isabel López Romero la Rubia, también conocida como la Romera, casada con Don Pedro Hidalgo de Saavedra y en otra su hermana María, igualmente apodada la Rubia, esposa del arriero Juan del Pozo.

El edificio familiar de Don Pedro Hidalgo Saavedra lindaba con una de las casas de la poderosa familia de los Barchinos, también hijosdalgo, familia igualmente emparentada con los Hidalgo Saavedra, ya que María Díaz, la Barchina, casó y enviudó de Don Juan Hidalgo Saavedra, primo de Don Pedro Hidalgo Saavedra.

Como anteriormente se ha dicho, también vivía en esta plaza el arriero Juan del Pozo, esposo de María la Rubia. Juan del Pozo pertenecía a otra extensa y conocida familia alcazareña.

Sobre el porqué de llamarse también del Rosquero o de los Rosqueros lo desconocemos, pues lo cierto es que no hemos podido encontrar ninguna referencia documentada, más allá de su mera denominación, que nos permita argumentar esta circunstancia.

Observemos que era toda una serie de personajes portadores de importantes apellidos alcazareños, muchos de ellos unidos por vínculos familiares, los que residieron en esta histórica plaza, pero sin duda la más feliz coincidencia de las que se daban en ella es que en una de sus esquinas, la que da a la actual calle de Santo Domingo, entonces conocida por Alonso Pérez de Villarta, estuvo ubicada la casa en la que una antigua tradición de la ciudad sitúa el nacimiento de Miguel de Cervantes Saavedra, hijo de Blas de Cervantes Saavedra y de Catalina López, para muchos alcazareños el verdadero autor del Quijote.

Esta antigua tradición ha llegado hasta nosotros al ser recogida por el académico y militar Don Vicente de los Ríos, miembro de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia Española en Madrid, en los proemios que escribió, a petición de la primera de ellas, para las ediciones del Quijote publicadas en los años 1780 y 1787.

En el proemio de 1780 dice Don Vicente de los Ríos: “En virtud de las razones expuestas se inclinaron muchos sujetos de sólido juicio a creer que Alcázar de San Juan fue la patria de Cervantes. Entre estos merece un distinguido lugar el erudito Ilustrísimo Señor Don Fray Alonso Cano, Obispo de Segorbe, que inquirió con la exactitud propia de su sabia crítica el origen e historia de la mencionada tradición, la cual se propagó y se conserva entre los hombres más hábiles de aquella villa y más desviados de los caprichos y credulidad del vulgo”.

Fray Alonso Cano y Nieto, religioso trinitario calzado, (Mota del Cuervo, 1711 – Segorbe, 1780), Ministro Provincial de Castilla de la Orden de la Santísima Trinidad, Académico de número de la Real Academia de la Historia y Teólogo de Su Majestad en la Real Junta de la Inmaculada Concepción fue Obispo de Segorbe, dignidad a la que fue promovido por el rey Carlos III como reconocimiento por haber redimido a más de mil cautivos de Argel, entre ellos a los que repoblaron la alicantina isla de Tabarca, debió de conocer en primera persona esta antigua tradición alcazareña a su paso por el convento que su Orden había fundado en esta villa un siglo antes (1635).

Con las siguientes palabras nos transmite Fray Alonso Cano la tradición alcazareña que Don Vicente de los Ríos menciona en sus proemios:

“Don Juan Francisco Ropero, Agente Fiscal de la Cámara de Castilla, que en Alcázar de San Juan, su patria, fue pasante de un célebre abogado llamado Quintanar, aseguraba haberle dicho éste repetidas veces al pasar por una de las casas del lugar: esta es la casa donde nació Miguel de Cervantes Saavedra autor del Quixote, y le prevengo a Vm. con el mismo fin con que a mí, siendo mozo y pasante del Doctor Ordoñez, me lo decía éste, pasando igualmente por aquí, es a saber, para que se conserve la tradición. El mismo Don Juan Francisco Ropero averiguó que la pasantía de Quintanar con el Doctor Ordoñez fue por los años de 1690, siendo éste ya muy anciano, de lo que se infiere que pudo haberlo oído y entendido de los mismos que conocieron a Miguel de Cervantes, que murió ya entrado el siglo XVII”.

Creemos conveniente resaltar algunos aspectos de la vida de los tres personajes mencionados por Fray Alonso Cano, con el fin de enmarcar correctamente sus personalidades y la importancia y el valor de sus afirmaciones.

Don Juan Francisco Ropero y Tardío nació en Alcázar en el año 1708, por lo tanto era coetáneo de Fray Alonso Cano. Hijodalgo, agente Fiscal de la Cámara de Castilla, abogado en los Reales Consejos y administrador en ésta del Serenísimo Infante Don Gabriel Antonio de Borbón, Gran Prior de la Orden de San Juan, fue también Alcalde Mayor de la villa en 1742.

Don Francisco Quintanar y Úbeda, eclesiástico, asesor Real e igualmente abogado en los Reales Consejos. Legó sus numerosos bienes para la construcción de un pósito de cereales con el fin de abastecer de grano a los agricultores pobres de Alcázar, la llamada Obra Pía del Pósito del Monte de Piedad, popularmente conocida como Pósito Quintanar.

Don Rodrigo Ordoñez de Villaseñor, abogado del Santo Oficio de la Inquisición de Toledo, también abogado en los Reales Consejos. Fue uno de los dos abogados que defendieron a Alcázar en el pleito que ésta sostuvo con la villa de Herencia por la propiedad de la dehesa de Villacentenos, pleito que acabó con la firma del decreto de Concordia entre ambas villas en el año 1669.

Otra importante coincidencia cervantina que pone directamente el foco en la plaza de las Rubias y los Rosqueros es la que nos señala que al final de la calle de San Juan, a unos 50 metros de esta plaza, estuvo ubicada la casa solariega de Don Juan López Caballero.

Esta casa solariega, de arquitectura típicamente manchega, hoy tristemente desaparecida, se mantuvo en pie como casa de vecinos hasta la década de los años 70. Con ella desapareció un testigo importantísimo de nuestra historia, pero sobre todo uno de los vínculos más importantes de Alcázar con Cervantes y el Quijote

Don Juan López Caballero, personaje distinguido al servicio de Don Juan de Valenzuela, Gran Prior de la Orden de San Juan, casó con Doña Inés de Cabrera, hija del Marqués de Moya, con la que tuvo tres hijos: Pedro Barba, Juan Barba y Catalina Vela.

Un nieto suyo, Jerónimo de Ayllón, desposa con Ana Gutiérrez de Quesada, de cuyo matrimonio nace Alonso de Ayllón Gutiérrez de Quesada.

Don Alonso de Ayllón Gutiérrez de Quesada contrae matrimonio con Doña Teresa de Mendoza, con la que tiene tres hijas: María, Isabel y Clara. Una de ellas, Isabel, es la esposa de Pedro de Cervantes, primo hermano de Miguel de Cervantes Saavedra.

Doña Teresa de Mendoza declara en su testamento, dictado en 1601, estar seriamente preocupada por el estado mental de su marido Alonso de Ayllón Gutiérrez de Quesada, del que dice: “que no tiene juicio y tiene la hacienda perdida… y “…pide y suplica a las justicias y jueces competentes que provean de tutor de su hija Clara, de ocho años de edad, a su yerno Pedro de Cervantes, esposo de su hija Isabel”. En el testamento también leemos que nombra albaceas al mismo Pedro de Cervantes y al padre de éste, Don Antonio de Cervantes, hermano de Blas de Cervantes, padre de nuestro Miguel de Cervantes Saavedra.

Es muy importante recordar como Cervantes (DQ 1, 1) describe la figura de Don Quijote: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada…” y seguimos leyendo: “Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso -que eran los más del año- se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto, que se olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aún la administración de su hacienda”.

Curiosamente tal y como nos relata Doña Teresa de Mendoza en su testamento que le ocurría a su esposo, también de nombre Alonso y de apellido Gutiérrez de Quesada.

Y otra coincidencia más, en su enciclopédica obra Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra (Tomo IV, capítulo XLV) el eminente cervantista Don Luis Astrana Marín relata cómo salieron del reino de Castilla dos caballeros, el uno llamado Gutierre Quesada y el otro Pedro Barba, primo suyo, con destino a la Corte del Duque Felipe de Borgoña para batirse en armas con los caballeros Micer Pierres y Micer Jaques, hijos bastardos del Conde San Polo; por enfermedad de Pedro Barba, solo Gutierre Quesada pudo cumplir la misión batirse en duelo con Micer Pierre al que derrotó en la liza. Volvió Gutierre Quesada a Castilla con todos los honores y el rey Juan II le concedió el privilegio de colocar en la parte inferior de su escudo de armas el busto del borgoñón al que había vencido como testimonio de esa hazaña.

Esta aventura nos lleva a referir lo que Don Quijote responde al canónigo de Toledo cuando éste le cuestiona la existencia de los caballeros andantes: “Si no dígame también que no es verdad que fue caballero andante el valiente lusitano Juan de Merlo… y las aventuras y desafíos que también acabaron en Borgoña los valientes españoles Pedro Barba y Gutierre Quijada (de cuya alcurnia yo desciendo por línea recta de varón), venciendo a los hijos del conde San Polo…” (DQ 1, 49).

Dos personajes, Pedro Barba y Gutierre Quijada, y dos nombres especialmente ligados a la historia de Alcázar; uno el primogénito de Don Juan López Caballero y el otro portador del apellido de una de las familias más importantes de esta villa, los Gutiérrez Quijada.

La vinculación histórica del linaje de los Gutiérrez Quijada con Alcázar de San Juan es antiquísima, pues según vemos en el contenido de un pergamino del año 1417, que se conserva en el Archivo Histórico Municipal de Alcázar referenciado como “Documento nº 4”, el rey Juan II y la reina Doña Catalina, su madre y tutora, confirman el privilegio que otorgó en 1308 a la villa de Alcázar Frey Arias Gutiérrez Quijada, Lugarteniente del Gran Maestre de la Orden de San Juan de Castilla y León. En el dorso de este pergamino alguien escribió en algún momento dado: “Privilegio que otorgó a la villa de Alcázar Frey Arias Gutiérrez Quijada al que otros llaman Quesada”, curiosamente los sobrenombres de Don Quijote.

Nos dice Don Ángel Ligero (T-I, pág. 150 de La Mancha de Don Quijote) que en una puerta de madera proveniente de la casa solariega del Mayorazgo de los Quijada de Alcázar, se encontró tallado un escudo de armas en el que se ven dos leones trepantes por una torre, que en heráldica significa pertenecer a un caballero andante, y el busto de un personaje con la cabellera peinada al estilo borgoñés lo que, sin duda, responde al privilegio que el rey Juan II concedió a Gutierre Quesada por haber vencido al hijo del Conde San Polo, en el hecho de armas memorado por Cervantes en su Don Quijote. Esta puerta se instaló en la entrada de uno de los molinos que se rehabilitaron en el cerro de San Antón, allí permaneció hasta su total destrucción a finales de la década de los 70.

Tras lo expuesto hay que añadir, dada su importancia, que, en la localidad toledana de Esquivias, en donde Miguel de Cervantes Saavedra contrajo matrimonio con Doña Catalina de Salazar y Palacios, tenía su casa solariega otra rama de los Quijadas, para la cual el Sr. Astrana Marín reivindica la pertenencia del personaje principal de esta aventura, pero sin mencionar, suponemos que por no encontrar su linaje en esa localidad, al otro artífice de la misma, Pedro Barba.

Estos son algunos de los acontecimientos, personajes y apellidos históricos, ligados a la rica tradición cervantina de Alcázar de San Juan, que engalanan la Plaza de las Rubias y los Rosqueros, a la que Don José María Rivas dedicó, hace ya casi siete décadas desde Vic, su poético homenaje.

Manuel Rubio Morano

Sociedad Cervantina de Alcázar

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